El corte.
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Hoy es el día, Dios, estoy nerviosa.
Ya desayuné, lavé mis dientes y estoy lista, me puse mi mejor traje (y el único que tengo). Mi papá está tratando de calmarme porque mis manos sudan como nunca.
Es muy raro que yo tenga entrevistas de este calibre. Casi siempre son en lugares comunes o nada fuera de mi alcance. No digo que sea una inútil, pero para alguien que todavía está estudiando su carrera y no tiene buenos expedientes laborales no es nada fácil conseguir algo así.
Por eso voy con toda la fe que tengo.
—Aura, cariño, cálmate. Si no lo consigues aquí está tu viejo para ayudarte —giro hacia papá y le sonrío por su esfuerzo al darme ánimos.
Ambos bajamos del auto, observo el imponente lugar con la boca abierta. Dios mío, es grande, y aún no me creo que jamás haya visto esta empresa, destaca demasiado.
Al parecer soy muy despistada.
Papá rodea el auto hasta quedar frente a mí y me da un fuerte abrazo.
»Eres mi nena, claramente lo harás bien.
—Gracias papá, te amo, deséame suerte —beso su mejilla y comienzo a caminar hacia el lugar con mucha determinación.
Cuando me encuentro en la recepción camino hacia la chica que está detrás del escritorio, cuando se da cuenta de mi presencia ella me sonríe con calidez para después preguntarme qué necesito.
—Buenos días, vengo por la entrevista para el puesto de secretaria, mi nombre es Aurora Smith —mi voz sale con firmeza y suavidad al mismo tiempo.
La chica de nombre Eleonor que sé gracias a su gafete me mira con seriedad, muy diferente a la sonrisa que me brindó cuando llegué.
No le tomo importancia y espero a que me diga dónde ir.
—¿Eres Aurora Smith Perkins?
Asiento titubeante. Estoy segura que en mi formulario no sale mi segundo apellido, mi padre y Charlotte se han asegurado que así sea.
Esta vez ella se levanta de su puesto con tanta rapidez que me hace respingar en mi lugar. Sus ojos me observan con angustia por un segundo para luego recomponerse y sonreírme como si nada hubiera pasado.
Bueno, eso fue raro.
»Lamento mi comportamiento señorita Smith, el señor Bell la está esperando en su oficina.
Vaya, ¿será el mismo propietario?, aunque admito que pensé que el dueño del lugar llevaba por apellido Williams ya que es el distintivo de la compañía.
—Muchas gracias.
Sonríe dulcemente y me señala por dónde ir, le agradezco y corro al elevador porque falta muy poco para la hora que me asignaron.
Además de que soy una inexperta también soy una impuntual.
«Muy bien Aurora»
Cuando estoy en el quinto piso me encuentro con otra chica, la única qué hay en este piso. Es de tez morena y ojos muy claros.
Es preciosa.
Me acerco con una sonrisa a su puesto y ella me la devuelve en cuanto me ve. A pesar del extraño comportamiento de la chica de abajo hasta ahora ellas han sido muy cálidas, algo muy diferente a lo que creí cuando llegara aquí.
—¿Vienes por la entrevista?
—Sí.
Al igual que Eleonor la morena también cambia su expresión al ver mi nombre.
—¿Aurora?
—Sí... ¿nos conocemos? —puede que eso sea.
O yo soy muy estúpida.
Además de que vengo con los nervios de punta sus expresiones no ayudan nada en que eso cambie.
—Oh, no, lo siento, sólo que es un nombre que casi nunca escucho. Me parece muy hermoso —dice tropezando en las palabras. Por alguna razón siento que ella miente pero sólo me limito a sonreír.
—Gracias.
Sonríe.
—El señor Bell la está esperando dentro la oficina ¿deseas algo para tomar?
—No gracias, así estoy bien.
Sin borrar mi sonrisa me abro paso en la oficina con mucha elegancia.
El hombre frente a mí se levanta en cuanto me ve, cuando ya está cerca mío toma mi mano y deja un beso en ella.
Es un hombre maduro, quizás unos cuarenta, pero se ve que se conserva muy bien.
Algo incómoda por su recibimiento alejo mi mano y sonrío nuevamente, ya me duelen los cachetes.
—Es un placer conocerla señorita Aurora.
Ignoro el que me haya llamado por mi nombre de pila y me siento en la silla que supongo es para los entrevistados.
El señor Bell, de cabello rojizo y sonrisa un tanto torcida (lo cual me asusta un poco) me mira por un segundo y después toma su puesto.
—El placer es mío señor Bell, estoy agradecida de haber sido admitida aunque sea para la entrevista.
El señor Bell sonríe y lo pillo mirando mis piernas, intento apartarme un poco de su mirada insistente y agradezco el haber venido con un traje.
Cuando sus ojos vuelven a los míos esta vez no le sonrío, no me está gustando nada su actitud y no hemos dicho casi nada.
»¿Empezamos?
Me estoy irritando, ya no estoy tan convencida de entrar aquí si este idiota es el típico tipo que acosa a sus empleados.
—Claro, claro —responde sin borrar esa estúpida sonrisa.
»¿Cuántos años tiene señorita Aurora?
¿Qué? ¿No se suponía que eso estaba en el curriculum que envié?
—Tengo veinte años, señor.
Enarca sus cejas pareciendo sorprendido, sus piernas se cruzan y coloca sus antebrazos sobre el escritorio.
Ahora me observa con curiosidad.
—Es usted muy joven, pero puedo notar la madurez en su postura.
—¿Me está diciendo vieja? —suelto sin tacto, y pronto caigo en cuenta de con quién estoy hablando. Abro mis ojos y me cubro la boca instintivamente—. Lo siento mucho, fue algo que no pude controlar.