Universo: Límites de la Vía Láctea
Ubicación: Gran biblioteca espacio-tiempo
—Dime, ¿crees que todos ellos puedan contra él? —inquiere Azathot, emergiendo a través de un portal junto con su hermano Hastur en medio de un gran salón lleno de libros y pergaminos.
La gran biblioteca espacio-tiempo está funcionando con normalidad; miles de pergaminos y libros flotan por sí solos para dirigirse hacia su respectivo lugar. Un método innovador que le ahorra mucho esfuerzo a los dos dioses encargados de ese edificio en particular.
—No hermano, recuerda que él es el segundo ser más poderoso de todos los universos —responde Hastur con seriedad, desviando su mirada al suelo.
—¡Maldición! ¡El asunto es bastante grave! —farfulla Azathot al tanto que avanza hacia su derecha, pero se detiene completamente al escuchar algo fuera de lo común.
«¡Hastur, Azathot, Madogis(*) y Kijuxe(*)! ¡Diríjanse inmediatamente hacia el universo pilar, exactamente al planeta Urano! ¡Es una nueva emergencia!».
Es el grito que escuchan las mentes de ambos dioses hermanos; esa voz pertenece a la deidad Chronos/Caelis (*), también conocido como la deidad única y suprema.
—¡Maldita sea! ¡Más problemas! De por sí ya estaba harto con la guerra de la discordia —comenta Azathot bastante furioso, invocando un portal mientras que Hastur se le acerca.
—Y ya están empeorando, hermano. Puedo sentir que la energía maligna de Ginjo está aumentando cada vez más de forma sospechosa; tal vez, sea por los efectos de la condenada pócima de la discordia —opina Hastur, desapareciendo los dos de la biblioteca justo cuando apenas habían llegado.
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Universo: Nyberg
Ubicación: Gran torre de la discordia.
Horario: Momentos antes de que Hastur y Azathot llegarán a la gran biblioteca espacio-tiempo
Ginjo observa a través de una gran ventana la matanza que provocó su gran ejército que invocó poco tiempo atrás. Por otra parte Jadmak está arrodillado cerca de él, completamente triste y llorando; sabe que ahora su cruel destino es convertirse en el nuevo vasallo del nuevo dios de su universo natal: el gran Ginjo.
Sabe que es cuestión de tiempo para que todos tengan bastante miedo por su poder, además de las malas noticias que se esparcirán entre los demás dioses regentes por su gran victoria; pero… Ginjo se percata que algo no está bien. Todo está en demasiada calma; ni siquiera puede sentir los efectos de la pócima de la discordia en su cuerpo, cuando debería de otorgarle más poder del que ya posee.
«¿Qué demonios? ¿Acaso comenzará a hacerme efecto más tarde? ¿O simplemente no puedo sentir el cambio en mi cuerpo?», se pregunta mentalmente el dios serpiente, contemplando sus manos atentamente; en esos instantes recuerda que nunca le habían explicado cómo funcionaba ese brebaje misterioso. «Quizá su efecto se activará más tarde», piensa despreocupado él.
El nuevo dios de Nyberg regresa su mirada hacia su nuevo hogar que ha conquistado, observando miles y miles de cadáveres de diferentes habitantes extranjeros; esos cuerpos muertos se encuentran cerca de la gran torre de la discordia; basura que necesitarán limpiar las bestias poderosas que Jadmak y Orwald capturaron en el pasado.
De un segundo al otro, Ginjo distingue una presencia bastante maligna y poderosa que se acerca a gran velocidad; decide ignorar esa aura por completo, volteando hacia el cielo mientras esboza una gran sonrisa.
—Así que resultaste ser el vencedor, Ginjo —expresa una criatura atrás del dios serpiente.
El ambiente agradable y tranquilo se apaga; Ginjo se sorprende en sobremanera al identificar esa voz.
—¡¿Maestro?! —exclama Ginjo, volteando rápidamente hacia atrás.
Jadmak se ha quedado petrificado del susto, sin poder quitarle la vista a un demonio horripilante sin nariz, con cuatro cuernos curvos en su cabeza, dientes filosos y una capa que en realidad es su piel. Esta creatura del averno se ha detenido en medio de ambos personajes.
Mostrando el debido respeto, Ginjo se arrodilla en un segundo.
—Es imposible. El dios más malévolo y poderoso de todos los universos; Satanás (*) está aquí —susurra Jadmak todavía asombrado y temeroso.
Solo se limita a pestañear; no quiere mover ningún musculo. Sin prestarle atención a este simple sirviente, Satanás camina hacia un lado de Ginjo; ahora el mentor es quien está sonriendo.
—Ginjo, Ginjo —dice Satanás, comenzando su cuerpo a desprender un aura maligna color oscuro y bastante intenso; el alumno se atreve a subir su mirada hacia el tutor, prevaleciendo ese respeto que mostró desde el principio—. Realmente eres el vencedor de este torneo.
De esta manera, aparentemente Satanás felicita a su pupilo.
—Jejejeje. Tuve unos cuantos problemas, pero lo logré —comenta Ginjo muy sonriente.
—Excelente Ginjo, excelente; pero… veo que tu poder no se ha incrementado de forma asombrosa.
—No se preocupe maestro, de seguro los efectos de esta pócima comenzarán más tarde —asevera Ginjo, decidiendo levantarse a pesar de que no le han dado el permiso de hacerlo.
Satanás cambia su semblante, de uno alegre a uno serio.
—¿Qué piensas hacer a partir de ahora? —pregunta Satanás, acercándose a la ventana y dirigiendo su mirada hacia el campo de batalla, todo tapizado con los restos de miles de ejércitos de diferentes universos.
—Ahora soy el dios regente de este gran universo. Realmente he logrado uno de mis sueños más anhelados de toda mi vida; aunque, para serle sincero, siento que me falta algo más —responde Ginjo, mientras que la sonrisa de antes regresa al rostro del profesor del mal.
—Así es, mi estimado Ginjo. Al igual que a muchos de nuestros compañeros malévolos, ya sean dioses, seres divinos o simples seres mortales, te falta mucho más… esto es apenas el principio —anuncia Satanás con malicia; Ginjo se queda confundido.