El Planeta Pilar: Pieza Clave Del Poder

Capítulo 26 “Lozkar inicia con las ejecuciones”

Universo: Rómgednar.

Planeta: Pérsua Ifpabe.

Lugar: Castillo negro del imperio Doppel, extremo superior de Bhremdaley Puitvi.

 

Loazkar Toalber llega al salón principal de su castillo gracias al portal que invocó. Espera encontrarse con varios familiares, pero lo única que encuentra es un caos general. Demonios sirvientes de diferentes especies corren y vuelan por todos lados, llamando a varios miembros de la realeza.

Nadie se percata del regreso del Lord, lo que le molesta bastante a Élmer Homero.

—¡¿Qué carajos está ocurriendo aquí?! —exclama Lozkar muy furioso.

Los sirvientes cercanos se detienen de golpe, notando asombrados que el lord ha regresado.

—Lo… Lord. Gran Lord, ¿que… que está haciendo aquí? —pregunta un demonio útbermin negro.

—He venido a cumplir mi sueño de antaño. ¿Dónde están mis hijos y el resto de grupo Radk (*)? —indaga Lozkar muy seriamente.

—¿Sus… hijos? ¿Sus hijos están… —Trata de responder el demonio, pero no puede hacerlo. 

—Desaparecieron; los tres desaparecieron —aclara otro demonio cercano.

Lozkar voltea con ese vasallo, pidiendo una explicación con la mirada.

—No sabemos… qué ocurrió; de un segundo… al otro se esfumaron. Lo mismo… ocurrió con los otros… cinco integrantes del grupo Radk —explica muy nervioso ese mismo sirviente.

—¿Desaparecieron? —inquiere Lozkar en voz alta, quedándose meditativo por unos segundos; pero luego recuerda que hay una invasión en progreso—. En unos momentos los seguiremos buscando; ustedes dos esperen aquí conmigo —les ordena él a ese par de sirvientes cercanos; ahora se dirige al grupo de servidumbre que se ha reunido alrededor—. ¡Necesito que vayan a preparar a los soldados; reúnan a todos los que radican en el imperio! ¡Absolutamente a todos! ¡Cuando se acaben, obliguen a los ladrones, a demonios menores, asesinos, cualquier vago que se encuentren por ahí; necesito que todos los ciudadanos empiecen a marchar hacia los reinos Salas Casas! ¡Hay un ejército que proviene de otro universo y que ya está atacando; necesito que les ayuden a derrotar a nuestros enemigos! ¡Muévanse, muévanse! ¡Mantendré dos portales abiertos en la orilla de la ciudad para que puedan moverse más rápido!

Todos esos cilnlumoíts y qumksos salen apresuradamente del palacio, obedeciendo esas exigencias lo más rápido que pueden; por su parte, Élmer Homero abre el dichoso puente que prometió: un portal en las orillas de la ciudad y el otro en las cercanías donde el ejército de Ginjo está teniendo sus primeras batallas.

Resuelto ese pendiente, se dirige con uno de los sirvientes que se quedaron.

—Tú ve hacia el reino de Tuffune y diles que es hora de apoderarnos del planeta; que los tres monarcas empiecen inmediatamente con una invasión hacia las costas cercanas de Bhremdaley Puitvi. Avísales que he regresado con refuerzos muy poderosos de otro universo.

—Pero… pero… ¿Que hará con respecto a ese gitano Cathal? Ese tipo siempre nos arruina la diversión —expresa preocupado el vasallo.

—Solo avísenme si ese romaní de segunda se aparece, yo me encargaré de él —asevera Lozkar, abriendo un portal justo al lado suyo.

El Lord apresura a su sirviente, quien atraviesa esa grieta para llegar en un segundo a la isla de Tuffune; luego, Élmer cierra ese portal.

—¿A dónde me mandará, gran señor? —inquiere asustado el vasallo restante; un tejón faípfem.

—Tú me acompañarás al reino de Názriett; primero tengo que asegurarme de que no aparezcan sorpresas indeseables.

Asegura Lozkar, para luego abrir otro portal. Sirviente y Lord lo atraviesan sin esperar otro segundo.

 

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Lugar: Lago congelado junto a la cueva prohibida, isla de Názriett (*).

 

En un segundo, Lozkar y ese sirviente llegan a la zona más misteriosa de la isla nevada. Alrededor de ese lago cubierto con una gruesa capa de hielo, se encuentran una gran cantidad de cristales rojos y azules, responsables de otorgarles los poderes mágicos a los residentes de este pedazo de tierra rodeado de icebergs y agua.

Aquí es de noche, pero los cristales brillan continuamente, alumbrando perfectamente los alrededores.

En el medio de esos enormes grupos de cristales, se encuentra una cueva muy peculiar; la entrada tiene tres metros de alto y cinco de ancho. No se alcanza a ver el interior, porque todo está completamente oscuro; lo más seguro hay una bajada empinada, porque está directamente en la orilla de la isla. 

—Hora de la demolición —comenta Lozkar en voz baja.

De un segundo al otro, las treinta cadenas vivientes rojizas/doradas emergen del cuerpo de Lozkar, empezándolo a cubrir por completo; las cadenas no paran de brotar, formando un bulto enorme de eslabones sin forma. Ese montón crece y crece, hasta llegar a los diez metros de altura. Al llegar a ese punto, las cadenas se convierten en un gigante humanoide dorado con ojos rojos; listo con su nuevo cuerpo, Lozkar aplasta la cueva varias veces, demoliéndola y convirtiéndola en un montón de piedras inservibles. Hay cuatro obeliscos alrededor, los cuales derriba con sus propias manos.

«Listo. La puerta secreta ha sido destruida», piensa muy alegre el gigante.

—¡Es Lozkar! ¡Vayan por Cathal! —grita un oso polar faípfem, parte del ejército local.

Él y varias tropas habían percibido el gran poder del forajido negro desde que llegó a Názriett, pero hasta apenas han llegado al lago congelado; están usando la levitación, por lo que se mantienen flotando a centímetros del suelo. Apenas son cientos de soldados lídjoibs (*) (hechiceros), pero no podrán hacer mucho.

Un valiente se ofrece, escapando a través de un portal hacia el reino del romaní Cathal.




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