El Planeta Pilar: Pieza Clave Del Poder

Capítulo 29 “El plan no funcionó del todo”

Universo: Rómgednar.

Planeta: Pérsua Ifpabe.

Lugar: Castillo principal del reino Numpae, Bhremdaley Puitvi.

 

(Minutos antes de que Lozkar fuera llamado por Ginjo y justo después de que asesinara al rey Raimond y la reina Miriam)

 

—¡Está aquí! ¡Ya llegó! —exclama la reina Ariadna mientras camina por los pasillos de su castillo, quedándose mirando el suelo.

—¡¿Quién llegó?! —pregunta Lindalë, asustándose por un segundo debido al grito que dio su esposa.

—Lozkar… aunque, también puede ser Cathal; las fuerzas infernales de ambos son muy similares —explica Berenice con seriedad, cerrando los ojos y concentrándose para buscar esa energía tan poderosa—. Se encuentra en la isla nevada de Názriett.

—Les avisaré a los otros con mi pensamiento, tu abre un portal hacia esa isla —organiza Lindalë en un segundo.

Los compañeros son llamados hacia ese lugar en especial; para después realizar el viaje urgente.

 

Lugar: Limites del reino Gerald Salas Casas, Bhremdaley Puitvi.

 

En otro punto del planeta, luego de avanzar por varios minutos, los soldados serpientes de Ginjo han logrado sobrepasar los primeros metros del reino vecino al imperio Doppel; siguen su marcha, invadiendo los territorios del rey mayor de la estirpe Salas Casas.

Llegan a los primeros poblados indefensos, encontrándose con apenas varias tropas de cincuenta hombres; esos guerreros yaerp bendecidos atacan con todas sus fuerzas, pero sus armas apenas logran producir rasguños en las armaduras de los invasores reptilianos; algunos tienen más suerte, asestando golpes en las cabezas al descubierto de esos seres extranjeros, eliminándolos o provocándoles heridas graves… pero no es suficiente.

La diferencia de poder es demasiado; más víctimas masacradas aparecen en el reino de Gerald, y solo cinco serpientes soldados han perdido la vida. Al acabar con el primer pueblo, un portal rojizo-dorado se abre cerca de las serpientes antropomorfas, apareciendo cientos y cientos de nuevos aliados de diferentes especies.

Un leopardo faípfem que tiene todo su pelaje negro, aparte de dos alas de demonio, se acerca con un grupo de los soldados de Ginjo, quienes tienen escamas verdes.

—Venimos por parte de Lozkar; les ayudaremos a conquistar este reino —le comenta el leopardo a la serpiente.

—¿Y dónde está el general superior? —inquiere el reptil con seriedad mientras saca su lengua bífida varias veces.

—No nos dijo nada de ese detalle; tal parece fue a encargarse de algo por unos momentos —responde  nervioso el demonio cilnlumoit felino.

—Espero que no se tarde —comenta ese soldado reptil, aprovechando esta oportunidad de calma—. ¿Hay más poblados en las cercanías? —le pregunta a su nuevo compañero.

—Pequeñas villas; hay que avanzar varios kilómetros hacia allá para llegar a la ciudad principal —le orienta el leopardo negro, señalando hacia el Mitvi; ese lugar es el centro del territorio.

Con los refuerzos listos, el nuevo ejército conquistador sigue avanzando, pero ahora lo hace a paso veloz. Las fuerzas de Ginjo y el ejército Doppel siguen arrasando con los poblados, aldeanos y soldado que se encuentran. Las armas bendecidas de los defensores son muy efectivas contra los soldados del imperio Doppel, pero prácticamente inservibles contra el ejército de Ginjo.

Toda una fuerza imparable se acerca a la ciudad principal del reino del monarca Gerald, pero pronto aparecen los héroes divinos: Ÿékactec (*), la emperatriz Siale y los cinco mártires de la salvación. Los dos dioses miden quince metros de alto, mientras que cada uno de los mártires mide dos metros. El dios de la naturaleza Ÿékactec, ha tomado la forma de un oso polar antropomorfo, protegido con partes de una armadura de placas plateada; por su parte, la apariencia de Siale es una impala demonio faípfem.   

Los ejércitos no se dejan intimidar y pelean por unos momentos, sin lograr producirles daños considerables a sus nuevos enemigos. Ya estaban por retirarse, pero en esos momentos se abre un portal rojizo gigante, permitiéndole a Lozkar salir al rescate; el forajido negro ahora mide lo mismo que Siale y el oso polar. 

Primeramente Élmer Homero embiste a la demonio Siale, mandándola a rodar metros lejos; inmediatamente después se queda enfrascado en una batalla contra el dios de la naturaleza. Lozkar usa sus dos machetes puntiagudos, mientras que Ÿékactec usa una espada y un escudo.

La diosa regente malévola se recupera rápidamente, prefiriendo salvarse por su cuenta; abre un portal hacia otro lugar.

—¡Siale, no te atrevas a marcharte! —le grita Ÿékactec muy enojado, defendiéndose de los ataques de Lozkar.

—¡Yo no quiero morir! —exclama asustada la demonio emperatriz para después escapar a través del portal, el cual se esfuma un instante después.

El dios de la naturaleza trata de contraatacar, pero recibe una fuerte patada por parte de su enemigo, alejándolo por unos instantes; usando otro tipo de arma, Lozkar se quita su sombrero, arrojándolo hacia el oso antropomorfo gigante. Los bordes del accesorio de fieltro de lana se convierten en un metal afilado dolado en solo un segundo, impactando en el cuello largo cuello al descubierto del dios y enterrándose profundamente. Herido de gravedad, Ÿékactec cae al suelo; trata de quitarse ese sombrero, pero no puede. Se ha quedado atorado en su piel.

Tranquilamente Lozkar se le acerca, quitándole el casco simple que cubre su cabeza.

—Debiste de ser igual de inteligente que la hija de Madogis —comenta el forajido con seriedad mientras se hinca con el dios que agoniza, agregando—. Es una lástima que nadie llore tu muerte; siempre fuiste el menos valorado por los habitantes de este universo. A decir verdad, tú nunca fuiste importante; ayudabas a la naturaleza… pero ya estaba condenada a desaparecer desde el principio.




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