El Planeta Pilar: Pieza Clave Del Poder

Capítulo 51: Confrontación y robo de poder

Universo: Vía Láctea

Planeta: Tierra cuatrocientos treinta y uno punto cero. (Tierra falsa)

Lugar: San Pedro Cholula, Puebla, México

 

El pandemonio perdura al tanto que dos ejércitos luchan por el dominio total del planeta más importante de todos los universos; aunque, algunos solo están actuando, porque saben de la farsa y plan secreto.

Anatema invoca un hechizo de meteoros contra miles de tropas enemigas; al mismo tiempo, un portal se abre y aparecen Hastur y Azathot, protegiéndola de posibles ataques.

—¡Rain of meteors! —grita Anatema.

El cielo se oscurece, para después llover miles de piedras incandescentes.

—¡Todos sigan atacando! —ordena Hastur, comenzando miles de tropas de origen octopus y elefantauros a luchar fuertemente contra sus enemigos.

—¡Anatema sigue teniendo ese nivel alto de poder! —exclama Sophi con emoción desde lejos, a pesar de que su ejercito aliado ha sufrido una gran pérdida, añadiendo—. Sigue siendo bastante poderosa.

—Sí, pero es una lástima que ahora luche en nuestra contra; me hubiera gustado saludarla, pero creo que no habrá más remedio que vencerla y luego hablar con ella… si logra salir con vida de esta guerra —menciona Aris con una sonrisa maliciosa.

Por otro lado, Lucy asesina a muchas tropas junta con su esposo Filip y Cirdan.

Igualmente las hermanas reconocen a Lucy y a Filip; los conocen de vista, pero no pudieron hablar con ellos cuando visitaron Rómgednar, junto con Reiko, Anatema y Anastasia.

La demonio qumkso decide volver a transformarse en la misma criatura grotesca de antes, cuando se enfrentó contra Angelique; por su parte, Aris también se transforma en la criatura abominable parecida a un oni.

Las nuevas creaturas llaman la atención de ambos ejércitos; los demonios aliados gritan para apoyar a las nuevas creaturas, mientras que los guerreros celestiales se sorprenden.

—¡Veamos de que son capaces todos ustedes! —grita el monstruo Sophi, preparando sus garras y dientes.

 

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Carlos Alberto sigue apoyando a los soldados; sus ayudantes se han dispersado por otros lugares. Se ha quitado la armadura de placas que tenía puesta, prefiriendo de nuevo su ropa más cómoda: pantalón de vestir, camiseta polo, blazer y zapatos de vestir negros. Ha invocado sus dos hachas de guerra.

No para de correr entre las calles atestadas de soldados de ambos bandos, ayudando en donde más se necesite; a cada momento invoca golems, sustituyendo a otros que son destruidos.

De repente es embestido por un enemigo, aventándolo a la pared de un establecimiento cerrado; el cuerpo del humano derrumba esa pared, llegando al patio de un estacionamiento publico.

El Gitano Blanco se recupera rápido, observando que su nemesis se acerca lentamente.

—Otra vez. Sabes, a pesar de que lo hemos repetido por años y años, nunca me canso de una buena pelea contra ti —menciona Lozkar muy feliz.

—Pues eso si que es una coincidencia, porque también me está empezando a gustar esto —responde el guardián sagrado con una sonrisa, adoptando una postura defensiva.

—Hablador. Te voy a quitar esa sonrisa a gol… —menciona Élmer homero muy enfadado, pero sin razón aparente se queda callado.

Ambos contendientes experimentan una extraña visión, muy parecida a la que sufrió Lucifer antes de ser atacado por Bolt-Ra.

Ambos pueden observar a una chica desconocida que los está observando, mostrando una sonrisa malvada; ellos dos están en un planeta desconocido, justo al frente de esa mujer. Tal parece que se encuentran en medio de un combate.

De un segundo al otro, aparecen otros dos personajes: un hombre y una mujer semi humanos. Carlos reconoce a la mujer, pero no conoce al hombre.

La visión se acaba de repente, dejando pasmados a los dos archienemigos; ambos se olvidan que se encuentran en medio de una guerra. Entrecruzan miradas y ya estaban por preguntarse acerca de la extraña visión, pero antes de eso llegan tropas enemigas de ambos bandos; Carlos y Lozkar son atacados, pero logran quitarse a los soldados de encima en un par de segundos. Sin más distracciones ambos némesis empiezan a combatir uno contra el otro, aunque no pueden quitarse de la mente esa visión misteriosa.

 

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En otro sitio, cerca de la gran pirámide, Aleryd sigue transformada en una súcubo.  Vuela cerca del suelo, asesinando a muchos enemigos a cada segundo.

—¡Bastante fácil! —expresa Alerid mientras esquiva y se defiende de varios ataques por parte de algunas tropas—. ¿Dónde se habrán ido todos? —se pregunta en voz baja.

A lo lejos, las hermanas Aris y Sophi atacan frenéticamente a los estorbos que se interponen en su camino.

Aleryd sigue provocando destrozos, aprovechando que la androide Rebeca, Ókinam y Lozkar no se encuentran cerca.

—¡No dejaremos que conquisten este planeta! —grita un ángel que pretende atacar a la demonio carroñera, junto con varios compañeros.

La sendual súcubo se alista para defenderse, pero un fuerte grito desvía la atención de los adversarios.

—¡No la ataquen! —ordena el arcángel Miguel al mismo tiempo que desciende de los cielos; sus soldados obedecen, alejándose pero sin bajar su guardia—. Yo me encargaré de ella. ¡Todos diríjanse contra las bestias inmundas que atacan descontroladamente!

Ellos obedecen y se retiran; solo unos cuantos se quedan para proteger al general.

«¡Maldita sea! Tenía que encontrarme con un enemigo bastante poderoso, ¿Ahora qué haré? », medita Alerid con preocupación.

 

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