Universo: Desconocido
Ubicación: Desconocida
Un gran portal se abre en medio de este lugar, emergiendo al segundo siguiente Carlos Alberto y Tsubaki Chaos. El Gitano Blanco da un vistazo a su alrededor, percatándose que ellos dos están en un lugar en blanco… literalmente todo está en blanco, al igual que una hoja de papel vacía, esperando a ser llenada con trazos o palabras.
—Primo, ¿donde estamos? —inquiere Carlos Alberto.
—En uno de mis universos… Uhmmnn, mejor dicho, será uno de nuestros nuevos universos y nuevo planeta compartido —responde Tsubaki con alegría, dando un vistazo general al espacio en blanco.
Él voltea, extendiendo su mano derecha hacia su familiar; la misma empieza a brillar, apareciendo en solo instantes un pequeño y simple pan de harina.
—Con ese alimento, podrás observar lo que realmente sucedió con Ginjo —explica Tsubaki tranquilamente. El ser creador supremo definitivo del Sur coge ese alimento, para luego ingerirlo.
Tsubaki Chaos retrocede un poco, mientras Carlos Alberto experimenta dos visiones importantes; primero el combate de Melraim contra Ginjo, para luego presenciar el sacrificio que Melraim y sus amigos hicieron para derrotarlo.
Esa experiencia astral del pasado se acaba pronto, retornando el ser completo de Carlos Alberto a este universo misterioso.
—Entonces, el único método que tenían todos era encarcelar a Ginjo en una dimensión desconocida —dice El Gitano Blanco con seriedad y volteando con su familiar, añadiendo—. Solo así se puede evitar que ese dios reptil se fortalezca más y se convierta en un enemigo imposible de vencer.
El escritor Felipe afirma con su cabeza antes de hablar.
—Bueno primo; realmente hemos tenido mucho trabajo como seres supremos definitivos en todos estos años. Cuando apenas descubrimos nuestros universos predestinados, no teníamos idea de que acabaríamos por salvar a la tierra en un par de ocasiones; primero con Rei y ahora con Ginjo —comenta él con algo de nostalgia, mirando hacia otro lado.
—¿Lo dices tú? —comenta Carlos Alberto, mostrando una ligera sonrisa—. Tuviste mucho menos problemas que yo; no solo en la dimensión prístina, también en la dimensión de la realidad absoluta. Aparte, Lozkar nunca se cansó de causarme problemas, aún cuando terminé encerrándolo en mi universo-celda en la zona oscura uno punto cinco, luego de regresar del universo Rómgednar hace bastantes años. Hice el juramento de mantenerlo controlado, pero siempre escapa —menciona él un poco melancólico.
—¿No has pensado en asesinarlo? —pregunta Tsuabki Chaos, dirigiendo una mirada seria a su único compañero.
—No puedo; ese demonio está enlazado con mi vida desde que nací. Si llegara a matarlo, mi vida también acabaría; no inmediatamente, pero mis rutinas se tornarían demasiado… vacías —responde Carlos Alberto mirando hacia un lado, quedándose muy pensativo al final; luego de meditar por largos segundos, sigue hablando—. Sabes, recientemente he leído algo del tema. Un breve artículo sobre «adiestrar a tus monstruos interiores» —menciona El Gitano Blanco con una sonrisa, para luego voltear con su primo—. Debí de adiestrar mejor a Lozkar desde antes, pero no es tarde para hacerlo. Con esta aventura, me acabo de dar cuenta que es mejor trabajar con él que llevarle la contraría.
Hay un corto tiempo de silencio, entre ambos escritores de ciencia ficción y fantasía, hasta que Carlos Alberto recuerda algo.
—Cuando descubrí la verdad sobre Lozkar hace muchos años atrás, él me dijo que había un doppeñgänger por cada habitante de la tierra; pero ahora que me acuerdo, tú nunca descubriste al tuyo; ¿tú sí lo asesinaste? ¿O es otro secreto que no piensas decirme?
—Realmente no me gusta lidiar mucho con un problema; aunque, te seré sincero, nunca descubrí a mi doppelgänger. No tengo la más mínima idea del porqué nunca se me apareció —dice Tsubaki un tanto pensativo, terminando con otro comentario—. Y en dado caso de que lo descubriera, yo pienso que no tendría problemas en domarlo; hacerme cargo de los dioses y seres demoníacos problemáticos es mi especialidad.
—Supongo que es por eso que Yahvé casi nunca interviene en tus desastres, exceptuando con Satanás y con Lucifer; tú estás al cuidado de la mayoría de los dioses malévolos fuera de control, porque yo me encargo de los dioses regentes malévolos de mis universos —expresa El Gitano Blanco tranquilamente.
—Bueno, llegó la hora, así que quiero pedirte un favor.
—¿Cuál favor?
—Quiero alzar un palacio de oro, pero primero hay que llenar este espacio vacío con algo; ¿qué ambiente se te ocurre para construirlo?
—Uhmmnn… pues mis paisajes favoritos son las praderas y bosques; pero… te tengo una mala noticia —menciona Carlos Alberto con pesar al tanto que mira el suelo por unos segundos, explicando seguidamente el inconveniente mientras alza la mirada—. No tengo tanta libertad como la que tú disfrutas. Yo tengo que ir a la zona oscura uno punto cinco o a la biblioteca del espacio-tiempo para poder alterar un nuevo universo o un nuevo planeta.
—Lo siento primo; ya te dije que la biblioteca está cerrada por el momento. No podemos ir allí.
—¿Por qué?
—Nuevamente lo siento, pero ese sí es un secreto que no pienso decirte.
Inmediatamente El Gitano Blanco presiente que su familiar del Norte está planeando otra gran aventura; sus meditaciones son interrumpidas por Tsubaki, quien realiza una pregunta.
—¿No hay otra forma? Quisiera que los dos viéramos el resultado mientras trabajamos, para evitarnos un montón de viajes a través de portales.
—Pueeessss…
Piensa Carlos en voz alta, pero una voz omnipresente los interrumpe.
«Entonces déjenme ayudarles otra vez».
—¿Otra vez? ¿Estás usando tu voz omnipresente? —pregunta Tsubaki Chaos, confundido.