El festejo sigue en curso.
Han transcurrido un par de horas desde que inició el gran evento de la coronación; algunos habitantes de varios universos se han acercado hacia ella para felicitarla.
Carlos Alberto y Albert Cathal se dirigen con sus compañeros, pero Tsubaki los llama por segunda ocasión.
—Primo, Cathal, ¿tienen un momento? —inquiere el hechicero, acercándose por un lado.
—Claro. ¿Qué sucedió? —inquiere Carlos Alberto, deteniendo su andar.
—Quiero presentarles a mis siervos, síganme —aclara Tsubaki Chaos, encaminándose a otro lado mientras realiza ademanes con una mano.
—Entonces también llevaremos a los nuestros —comenta Cathal. Él y El Gitano Blanco llaman a sus ayudantes de cada quien, dejando que sus hijos sigan vigilando a los némesis de Romgednar.
Todo el grupo sigue al hechicero Chaos, dirigiéndose hacia la ubicación de los dioses más poderosos y malévolos de todos los universos.
«Maldita sea», piensa Cathal, observando que su primo se acerca primeramente con un ente en particular.
—Nockmon, Lius, Sayoko y Kirika; necesito que presten atención por unos minutos —ordena Tsubaki seriamente.
Ellos obedecen, al tanto que Rudba sigue festejando a lo lejos, festejando con tanta locura mientras que algunos tratan de detenerlo, entre ellos Matilda y Dark Death.
—Claro, gran maestro; a sus órdenes —menciona Lius; ese dios y los otros se acercan, pero al mismo tiempo, Carlos y Cathal retroceden un tanto de Nockmon.
Los dos gitanos se asombran cuando ven que Tsubaki no le tiene miedo a esa deidad; incluso, Chaos coloca una de sus manos en el hombro del dios de los zombis sin ninguna preocupación. Inmediatamente después, el hechicero y sus siervos se acercan.
—Quisiera presentarles a los dioses más peligrosos y temidos de todos los universos, pero igualmente son mis siervos; solo he podido llamar la atención de algunos, porque otros están muy… ocupados —anuncia Tsubaki, para luego dirigirles unas palabras a sus dioses—. Vasallos, ellos son Carlos Alberto y Albert Cathal; los conocieron de vista durante la reciente guerra, pero ahora se los presento. El caballero es un familiar mío; es mi primo. El gitano con el pañuelo en la cabeza es Albert Cathal, compañero de Carlos. Mi primo también es un hechicero creador supremo como yo, pero sus habilidades funcionan de diferente manera —explica Tsubaki Chaos.
—Hola, mucho gusto —saludan Carlos y Cathal al mismo tiempo, aunque sienten algo de incomodidad por la forma en que Tsubaki ha presentado a sus siervos.
—Empiezas tú, Sayoko —ordena el hechicero Chaos.
—Mi nombre es Sayoko; soy la diosa encargada del gran templo sagrado —menciona ella con tranquilidad.
—Encantado —dice Carlos Alberto seriamente, apreciando la belleza externa de la mujer y de la otra diosa, pero percibe un aura bastante maligna dentro de ellas dos.
—Mi nombre es Kirika. También soy la diosa encargada del gran templo Sagrado, además de estar al cuidado de las estupideces que hacen todos estos —expresa Kirika, dirigiendo su mirada hacia Nockmon y Lius.
«Ella no le tiene miedo a esa criatura abominable», medita asombrado Albert Cathal.
—Mi nombre es Lius y soy… mejor dicho era el segundo dios malévolo más poderoso de todos los universos —expresa Lius con una sonrisa maliciosa, extendiendo su brazo y garra, ofreciendo un apretón amistoso de manos.
Carlos Alberto corresponde el saludo, al igual que Albert Cathal.
—Mucho gusto, Lius —comentan ambos gitanos.
Lius retrocede y toma su lugar de antes, dejando el lugar a Nockmon; el dios da un par de pasos, pero los gitanos prefieren guardar una distancia segura, por lo que retroceden un par de pasos.
—Veo que mi reputación es bastante famosa —dice Nockmon entre risas de burla.
Tsubaki se interpone en el camino entre los dos invitados y el dios.
—No tengan miedo; todos ellos tienen prohibido mostrar su verdadero poder en este evento —informa Tsubaki con serenidad.
—¿Podemos tocarlo? —pregunta Albert Cathal.
—Adelante, no tengas miedo de mí —responde el mismo Nockmon, dando otros pasos más y extendiendo su mano; se presenta al tanto que sonríe—. Mi nombre es Nockmon y soy el dios de los muertos vivientes.
Armándose de valor, Carlos Alberto decide corresponder el apretón de manos, dándose cuenta que no ocurre nada.
—No eres peligroso —expresa él muy asombrado, al tanto que el dios comienza a reírse.
Albert Cathal también se acerca para estrechar la mano de Novkmon, pero él prefiere mantener una distancia segura.
—Realmente, si lo deseara, todos ahora mismo estarían muertos gracias a mis parásitos; pero, mi amo Tsubaki no quiere causar destrozos en estos momentos —informa Nockmon con soberbia.
—Con razón ya me parecía extraño que nadie se empezó a morir cuando llegamos; eres uno de los seres más temidos que existen, especialmente por controlar a las creaturas conocidas como zombis. Me alegro de que tu dueño te haya puesto bosal y correa —comenta Fiorello Evangelos con un tono burlón.
—¿Y quien es este hablador tan sabio? —pregunta Nockmon seriamente, acercándose cara a cara con el ser dracónico.
—Él es Fiorello Evangelos; mi consejero siniestro y un dragón legendario —comenta Carlos Alberto.
—¡¿Un dragón legendario?! Ese tipo de dragones son muy escasos, al igual que los dragones dioses; Bolt-Ra y Rei son dragones dioses y son los únicos que nosotros conocemos —menciona asombrado Lius.
—Sea un dragón o no, me gusta que otros seres conozcan de mí; pero me agradan más cuando tiemblan de miedo al verme —menciona Nockmon, acercando su cara con Fiorello al tanto que muestra una sonrisa malvada.
—Nockmon, Nockmon; no te confíes de más. Sé que eres un dios poderoso difícil de vencer, pero también sé que no tienes ninguna idea acerca de las artes mágicas dracónicas. Solo te advierto que soy más que un experto en esas artes sobrenaturales; no tendrías oportunidad contra mí —asegura Fiorello confiadamente.