El Planeta Pilar: Pieza Clave Del Poder

Capítulo 74: Planeta hueco / Atrapados en Rómgednar

Universo: Zona oscura uno punto cinco

Planeta: Prisión #1984-M-EdM-1609-CASJ

Lugar: Límites de una de las tantas ciudades abandonadas que llenan el planeta

 

—¡¿Qué estamos haciendo aquí?! —pregunta Ókinam muy sorprendida, reconociendo inmediatamente el lugar.

Alrededor de ellos solo hay arena fina café claro; se encuentran en medio del desierto, mientras que en el horizonte se alcanzan a contemplar ciudades abandonadas post-apocalípticas.

—¡Nos has engañado! ¡Otra vez piensas encerrarnos en este planeta abandonado! —exclama enojado Lozkar, lanzándole un puñetazo a Carlos Alberto.

En un segundo El Gitano Blanco usa sus poderes e invoca su armadura de hierranto; se la había quitado antes, para disfrutar más cómodamente de la fiesta. Carlos detiene el puñetazo con una mano, mientras que responde la agresión con la otra; Lozkar recibe un puñetazo tan fuerte en el rostro, que su sombrero negro sale volando y se le quita lo ebrio en un segundo.

—Cálmate Élmer, tranquilízate. No creas que seré más blando contigo. Te seguiré dando unas buenas golpizas, así que mejor cállate y sígueme. —Ahora el escritor voltea con sus ayudantes—. ¡Todos síganme! ¡Carlitos, has aparecer una nube blanca sobre nosotros para que nos proteja de este mendigo sol! ¡Nos asaremos sin una sombra que nos proteja!

El hechicero de élite obedece, haciendo aparecer una nube esponjosa a solo varios metros arriba del gran grupo de caminantes; los afortunados que pueden volar prefieren hacerlo y no llenarse los zapatos con arena.

Al cabo de varios metros, Carlos Alberto señala el lugar indicado.

—Aquí es, la «C» marca el lugar —menciona él, señalando esa gran letra del abecedario, la cual esta hecha con un listón ancho color rojo.

—¿La «C»? Perdone capo, pero que no se supone que tiene que haber una «X» —pregunta perplejo Fiorello.

—¿Acaso somos piratas? —inquiere Carlos con molestia.

—Uno de nosotros sí parece uno —menciona el consejero siniestro, señalando con su dedo a Albert Cathal mientras mantiene la vista en su jefe.

—Ya mejor cállate y aléjate un tanto; voy a usar mis dones para quitar toda la arena hasta llegar al tesoro —ordena El Gitano Blanco con seriedad.

Todos se alejan varios metros observando al caballero andante trabajar.

Los ojos de Carlos se tornan completamente de color café claro, al tanto que extiende sus brazos a los lados; de un segundo al otro las arenas comienzan a tener vida propia, empezando a actuar como un mar de agua. Se empiezan a formar olas que se extienden kilómetros a la redonda, mientras que un agujero se empieza a formar justo en el lugar donde El Gitano Blanco está parado; el caballero con armadura se empieza a hundir lentamente, pero se mantiene totalmente calmado y serio.

Los otros espectadores ya estaban asustándose, pero rápidamente se dan cuenta que ellos no se están hundiendo; las arenas finas que se mueven bajo sus pies, muestran que ellos están parados sobre piedras planas y firmes; tal parece que se encuentran parados en la cima de un tipo de meseta.

Minutos después el espectáculo se detiene completamente, volviendo la quietud en el desierto de arenas calientes.

—¡Ahora necesito a los más fuertes! ¡Lozkar, Ókinam, Albert, Berenice y Lindalë! ¡Vengan y ayúdenme! —grita el guardián sagrado de varios universos desde el fondo del hoyo.

Los personajes mencionados acuden al llamado, mientras que el resto se acerca lo más posible a la orilla de la meseta, la cual tiene quince metros de altura. Al mirar hacia abajo, todos descubren que el fondo no es arena o roca; el fondo son grandes placas de metal remachadas. En el medio del gran espacio al descubierto, hay una escotilla ovalada de algún barco o submarino; para abrirla, se necesita girar una gran válvula en forma circular, forjada enteramente de un metal grisáceo.  

—¿Qué es esto? ¿Por qué hay metal debajo de la arena? —pregunta Lozkar muy sorprendido.

—¿Quieres saberlo? —pregunta Carlos muy feliz, pero en lugar de esperar una respuesta, da un par de pisotones en el suelo metálico, provocando que suene un eco en el interior—. La realidad es que este planeta está totalmente hueco; lo único que lo cubre, son esos metros de arena fina como puedes ver —menciona el caballero, señalando la pared de tierra fina de alrededor.

—¿Y que es lo que hay adentro? —inquiere Berenice bastante sorprendida.

—Abrámosla para que puedan dar un vistazo —menciona Carlos al tanto que se acerca a la gigante válvula circular; poco después, cada uno de los compañeros toma su lugar.

Archienemigos trabajan juntos de nuevo, muchos años después de que lo hicieron por última vez. Con todas sus fuerzas jalan y empujan, hasta que el volante de la válvula comienza a girar; al dar la última vuelta, Élmer Homero y El Gitano Blanco se acercan a un lado de la escotilla, abriéndola de golpe.

Intempestivamente, miles de millones de esferas luminosas multicolores emergen de adentro del planeta hueco, elevándose hacia el cielo rápidamente. Es como si hubieran abierto por completo la llave del agua; el «chorro invertido» de orbes luminosos se pierde en el cielo lejano.

—Wow. ¿Qué son esas cosas? —inquiere Fiorello muy asombrado y alegre, bajando con su jefe y observando el espectáculo.

—Son casi todas las almas de todos los habitantes de Rómgednar; las almas que Lozkar y sus compañeros asesinaron recientemente. En solo segundos, todos ellos renacerán en los lugares donde perdieron la vida —menciona Carlos Alberto sin quitar una sonrisa y sin desviar la mirada del cielo.

—¡¿Queé?! ¡¿Cómo es posible?! Se supone que no puedes controlar la vida y la muerte; no sin la intervención de la diosa Cóvniem —le reclama enojado Lozkar, al tanto que se le acerca.

Tranquilamente el Gitano Blanco baja la mirada y voltea con el forajido negro.




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