El planeta verde

Presa y depredador

Después de comprobar más a fondo la fauna que abundaba en aquel planeta, John hizo sus propias cábalas.

Al parecer en aquel lugar, a diferencia que en la Tierra, los humanoides habían evolucionado a partir de una línea evolutiva basada en algún primer saurio, ya que no encontraron rastro de ningún mamífero, pequeño ni grande.

—El humano que todos conocemos vino de los primeros simios que se aventuraron a bajar de los árboles que les proporcionaban seguridad, pero nuestros amigos siguen su propia línea evolutiva y supongo que con el pasar de los siglos, llegarán a convertirse en humanos inteligentes que tal vez lleguen a conquistar el espacio como nosotros.

—¿Algo como “Homo reptilianensis”? —dijo Michael queriendo dar a su voz una seriedad que no sentía.

—Tal vez hijo, tal vez…

Por el momento tuvieron que convivir con la presencia de varios tipos de reptiles de diversos tamaños que les procuraron comida, asados al fuego y acompañados por algunas plantas o setas comestibles.

Las mujeres asesoraron a Cleo en cómo debía preparar aquellos alimentos y ella por su parte ejerció como maestra de los niños más pequeños, enseñándoles el idioma o pequeños cálculos ayudada por piedrecitas y conchas. Como tanto su madre como John rara vez se aventuraban a explorar, fascinados en estudiar aquella ramificación de la especie humana, los dos jóvenes, liberados ya de su inicial rechazo mutuo, optaron por salir solos, la adolescente contagiada por la rebeldía de aquel muchacho que no se saciaba jamás de su sed de aventura, por los rincones de aquel planeta.

—Tu no te separes de mí. —le ordenaba éste armado con su fusil.

Pero en su ir y venir, a veces debiendo trepar por algunas setas gigantes o troncos caídos que entorpecían su camino, llegaron hasta un lugar bastante lóbrego, una ciénaga con raíces caídas y medio sumergidas, plantas que semejaban nenúfares, creciendo en medio del agua y de vez en cuando unas misteriosas burbujas que salían a la superficie.

—Todavía no hemos encontrado algo parecido a un pez, si logramos pescar alguno, me gustaría ver la cara que pondrá el fanfarrón de tu padrastro… piensa que puede asignarse el papel de líder en nuestro grupo, solamente porque nos ha traído hasta aquí. ¡Bah! Yo también puedo…

Pero Ann lo interrumpió al ponerle una mano en el hombro y señalarle como una figura bastante grande se movía en el agua turbia. Solamente vieron como formaba un rastro en su avance, pero eso bastó para que Michael, enormemente excitado, se acercara más hacia el borde:

—Dame tu lanza, ¡rápido! Los proyectiles laser no me sirven para darle a lo que sea que haya allí. Sabía que este aburrido lugar guardaba algo más interesante que un puñado de lagartijas, ranas y serpientes…

Ann sabía que no era una buena idea, pero no se atrevió a contradecirle. Le alargó su lanza afilada que le había enseñado a fabricar uno de aquellos jóvenes Libits y esperó con el alma en vilo.

Michael esperó paciente a que volviera a emerger aquella figura y cuando la tuvo a tiro, lanzó el arma, con la intención de clavarla en su piel.

Pero lamentablemente no dio en el blanco y quedó medio enterrada entre las raices de una planta acuática. La figura volvió a hundirse y oyeron un gruñido como respuesta.

Michael, a pesar de la insistencia de Ann, rogándole asustada que la dejara alli, que ya fabricarían otra, trató de recuperar el arma, teniendo buen cuidado de pisar por las zonas donde el agua no era muy profunda.

—¡Ten cuidado Michael! Parece muy resbaladizo.

—Ten cuidado, ten cuidado… —masculló el joven imitándola con fastidio.

La lanza estaba más lejos de lo que hubiera imaginado y tuvo que meterse hasta casi la cintura. Pero entonces, algo se le acercó rozando sus piernas, éste dio un puñetazo al agua emitiendo un grito ahogado, pero entonces notó como algo lo agarraba fuertemente por un tobillo, tratando de hacerle perder el equilibrio.

Aquella cosa dio varios tirones y finalmente logró estirarlo hasta hacerle caer, mientras lo llevaba a rastras hacia la zona más profunda.

—¡Ahhrgggg! —gritó el chico, sintiéndose entonces un verdadero idiota. Había subestimado la clase de criaturas que podrían vivir allí y se sintió como el protagonista de sus anteriores pesadillas. Pero aquí y ahora no se sintió un héroe, ni ansió la muerte sanguinaria que había visto en sus sueños innumerables veces. No quería morir.

Ann también gritó, pero entonces, sacando su instinto de supervivencia, agarró aquel fusil que se había quedado abandonado y alzándolo con dificultad ya que pesaba demasiado, apretó el gatillo dejando salir un brillante rayo de color rojo, que dio de lleno en la criatura.

Ésta emitió un bramido escalofriante notando en su piel el impacto y dejó ir inmediatamente a su presa, Michael aprovechó para nadar desesperado hasta la orilla y comprobó aliviado que no tenía ni un rasguño, a pesar de estar lleno de lodo.

Ann lo abrazó visiblemente contenta dándole unos sonoros besos en las mejillas ante la incomodidad del muchacho, que se quedó petrificado, todavía exhausto ante lo que había sucedido.

Entonces oyeron a sus espaldas un sonido de chapoteo y al girarse, vieron con horror como unas seis o siete criaturas de aspecto entre humano y anfibio, las observaban con claras muestras de odio, con el agua hasta los hombros.

Una de ellas sacó una especie de cerbatana, pero antes de que pudiera disparar su venenoso dardo, ambos jóvenes se habían puesto a cubierto, corriendo cogidos de la mano hasta estar lo suficientemente lejos de allí.

---

—Pero chicos… tranquilos y explicaros bien, si habláis los dos a la vez es imposible entender lo que queréis decir, —les dijo John, al ver como venían sin aliento y comenzaban a hablar entrecortadamente, sumamente exaltados.

—¡Joder, es que nos ha atacado algo que era humano… dentro del agua… era un pantano y yo quería pescar…!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.