Te alejaste de mi sin importarte mi dolor, pero aun así cuando trataba de odiarte no podía, yo te amaba como ningún otro ser.
Los viajes largos se hicieron una rutina, ahora solo lo veía muy pocas veces al mes.
Dean cumplió con su palabra, nos mudamos a una casa más grande en un barrio muy fino donde solo los magos y gente de mucho dinero podían vivir.
Ahora en la casa habitaba mucha gente y casi todas las veces que Dean volvía organizaba fiestas muy exclusivas y con gente muy poderosa.
Su dinero aumentaba cada vez más, al igual que su avaricia.
Extrañaba a mi Dean.
—¿Por qué tenemos que organizar una fiesta cada vez que regresas Dean? —pregunte, estaba cansada de no poder tener tiempo para nosotros dos solos.
—Ya hablamos de esto Lorraine —responde con cierto fastidio.
—Pero aún no lo entiendo. Solo quiero estar a solas con mi marido y poder disfrutar de su compañía sin tener que fingir una sonrisa, toda la noche, a gente superficial.
Dean pasa su mano por su cara y ahoga un grito.
—Pronto, Lorrie —me acaricia la mejilla con delicadeza, pero luego su mano desciende hasta mi mentón donde lo aprieta—, pero ahora va ir fiesta y vas a tratar muy bien a mis invitados.
Agarro su mano, con molestia retirándola de mi cara.
—No vuelvas a hacer eso, Dean —exijo, mientras me alejo hacia el gran salón.
Eras mi mundo, pero eso jamás te importó.