Pedí un poco de tu atención, te comenté mi angustia, pero no te importo.
—Tengo miedo, Dean —suplico con los ojos llorosos.
Últimamente me sentía muy angustiada y observada, pero con Dean a mi lado el miedo reducía, pero ahora que se iba me sentía muy intimidada.
—Nada va a pasar mujer, no seas exagerada —refuta— aparte tienes mucho personal de seguridad que te va a cuidar.
—Pero aun así no me siento segura, ¿no te puedes quedar?
—No, puede Lorraine —alega, dejando un beso en mi mejilla—. Te amo, cuídate.
«Te amo»
Ahora esa frase, ahora, suena tan vacía.
Es de noche cuando escuchó ruidos extraños afuera de mi recamara, pero trato de no prestar atención.
Los sonidos de pasos se hacen más fuertes, tengo miedo, pero no sé qué hacer.
Tratando de hacer bulla salgo de mi cama y me escondo bajo la cama.
La puerta se abre y escucho un grito:
—Lorraine —esa es la voz Dean, pero qué hace aquí.
Despacio me levanto y prendo la lámpara.
—¡Oh, diablos! ¿Qué te ha pasado Dean?
Su cara está cubierta de sangre y pequeños moretones, tiene la camisa desgarrada y muchos rasguños.
¿Los habrán atacado?
—¿Podrías ayudarme? Por favor —asiento con la cabeza.
—¿Qué te pasó? —inquiero.
—Nos atacaron cuando dormíamos, muchos murieron, pero por suerte logré escapar —espeta—. Voy a vengarme de esos malnacidos. Uno por uno.
—No lo hagas —pronunció—, no te metas en más problemas por favor, ¿qué tal si te lastiman?
—Ya está decidido, Lorraine. Esta vez se salvaron porque estaba dormido, pero no habrá una segunda vez.
—Porque a la siguiente solo uno regresará a casa y el otro morirá —asegura— y ese no voy a ser yo.
Pediría por él a los dioses que lo traigan de vuelta.