En lo profundo del bosque.
El viento soplaba con vigor intentando arrancar las copas de los árboles. Las aves cantan anunciando el amanecer para luego alzarse en vuelo.
Las cadenas de montañas en el horizonte ocultaban al sol en su intento de salir y como todas los días, perdían. Su intensa luz asomaba por encima de la cordillera bañando de su brillo a todo lo que alcanzara. Sin embargo, solo pequeños destellos se escapaban de las serpenteantes ramas y las aparentemente, infinitas hojas para manchar el suelo de un brillante tono amarillo.
Los animales salían de sus madrigueras en busca de calidez, otros se ocultaban para esperar la penumbra. Pero aquellos más inteligentes escapaban del lugar.
Yunna corría esquivando las enormes raíces de los árboles que se entrelazan y brotaban de todas direcciones del suelo y con su ágil cuerpo atravesaba la maleza. Todo lo contrario a su perseguidor. Una enorme bestia que con demencia embestía con todo a su paso.
El cuerno en su cabeza apartaba los árboles de su camino. Las escamas que rodeaban su cuerpo lo protegían de todo lo que caía sobre el y con sus cuatro enormes patas reducía a pequeños trozos las raíces que Yunna pisaba en su huida.
A lo lejos, posadas sobre la rama de un árbol, tan imperceptibles como un sigiloso animal. Yunne y la sacerdotisa de la luna observaban con atención la escena.
–Ya no puede continuar… –Largó la sacerdotiza.
–Aun no… solo espera un poco más– le respondió Yunne rompiendo con la quietud que las caracterizaba.
La bestia recortaba distancia con cada paso. Yunna le dio un vistazo.
–¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA! –grito intentando con todas su fuerzas correr aun mas rápido.
La bestia atacó con su cuerno pasando a pocos centímetros de su espalda y rozando su largo cabello violáceo.
La sacerdotisa se preparó para ir en su ayuda pero se vio detenida por Yunne que puso su brazo frente a ella.
–Espera –le dijo.
–Yunne… no tiene caso seguir alargando esto… tu hermana fracaso –le respondió.
–Por favor… aún no… –le rego –. Se que puede lograrlo –Yunne apartó su brazo. Volvió a dirigir la mirada a su hermana y a la bestia.
La sacerdotiza cedió a su pedido, pero no podía evitar preocuparse por el lazo de hermanas que compartían Yunne y Yunna. Un lazo que tendrían que cortar cuando se eligiera a la próxima sacerdotiza.
Yunna estaba en aprietos, la última prueba trataba sobre cazar a un thol. Se suponía que debía emboscar y derrotar a la bestia. Pero la situación se complicó y ahora ella era la presa.
Yunna se impulso sobre un roca en su camino y dio un gran salto, giro su cuerpo en el aire para quedar de frente a la bestia y disparo una ráfaga de flechas con su arma. Una ballesta colocada en su antebrazo y con un mecanismo que con solo apretar su puño como gatillo lanzaba varias flechas. Un arma común para las cazadoras de la tribu.
Desgraciadamente para ella, las escamas delanteras de la bestia desviaron su ataque.
Yunna cayó al suelo boca abajo, instintivamente cubrió su cabeza con sus brazos para evitar ser aplastada. El estomago de la bestia paso por encima de ella mientras sus cuatro enormes patas destrozaban todo a su izquierda y derecha.
Su enorme tamaño le impedío ver lo que se ocultaba bajo él, dejando a su presa a sus espaldas sin siquiera percatarse.
Yunna, gano una enorme ventaja pero no tenía idea de como continuar. Pensó por un momento que si se tratara de Yunne, su hermana mayor, cientos de ideas se le ocurrirían en la cabeza.
Mientras tanto, Yunne quería ir en su ayuda con todo su corazón, pero el que ella realizara la prueba sola, era aún más importante que su deseo.
La bestia sacudió su cabeza en busca de su presa. Yunna apunto entre sus escamas, un disparo que requería suma presión. Pero ella falló y las flechas fueron desviadas por sus escamas. Su plan resultó en que la bestia se percatara de su ubicación.
Los ojos blancos de la sacerdotiza y su mueca de disgusto expresaban su decepción.
–De nuevo, tu hermana toma malas decisiones –dijo.
Yunne guardo silencio mordiendo su labio con impotencia.
–El sol ya a salido hace tiempo y tu hermana menor a fallado. Solo deje seguir esto porque me lo has pedido tu –dijo y se fue en busca de Yunna. Yunne la siguió.
La bestia se acercó imponente a Yunna preparándose para embestirla. Ya cansada por la lucha y persecución sus piernas no respondieron.
De pronto. Una flecha salió de la nada y se incrustó en el lomo de la bestia, más exactamente entre dos escamas con una precisión milimétrica, luego una explosión de platea se produjo. Yunna pudo ver durante un milisegundo como una silueta plateada chocaba contra la bestia haciéndola caer para luego desaparecer.
El color plata, no había nadie en la tribu de la luna que no reconociera el color de la magia de la sacerdotiza de la luna.
Las escamas de la bestia volaron por los aires dejando al descubierto su piel. Yunne acabaría con el trabajo de un salto y clavando una lanza sobre el. La bestia enloqueció pero pronto se apaciguó y cerró los ojos para siempre.
Yunna solo podía pensar en lo asombroso que ambas eran.
La sacerdotiza se dirigió a ella.
–Has fallado Hermana de Yunne –dijo mirando fijamente.
–Hizo todo lo que pudo –agregó su hermana mayor intentando animarla. Pero eran palabras que ella no sentía.
–No… no lo hizo –respondió la sacerdotisa. Levanto su mano e hizo una seña. Ambas se arrodillaron –. Ustedes dos. Yunne, y Yunna. Sobresalieron como las candidatas mas prometedoras. Pero aún así, una gran diferencia las separa. Yunne a cumplido su tarea final de una forma extraordinaria y su hermana a fallado vergonzosamente… –se acerco a Yunne y le ofreció la mano –. Estoy orgullosa de elegirte como la próxima sacerdotisa guardiana de la tribu –le comunico. Yunne tomo su mano y se levanto a su altura– .Tus dotes superan ampliamente a la de cualquier persona que conozca. Sin duda alguna, serás la mejor de todas. Felicidades –finalizó con orgullo y una sonrisa en su rostro que intentó ocultar.