El Poder de la Oscuridad (los Hijos de los Dioses #2)

5. ¿Viajar, un placer?

El punto de reunión se había fijado justo debajo de la casa de Daniel, bajo un templete de madera situado junto a unas canchas de baloncesto en las que unos adolescentes madrugadores se dedicaban a aporrear el tablero de la canasta con más entusiasmo que puntería. El grupo que salía del portal les dedicó apenas unos segundos de atención antes de cruzar por delante y dirigirse hacia sus compañeros, que ya habían llegado. Justo en el momento en que llegaban a su altura, un Kia conocido para todos aparcó unos metros más allá, y los únicos tres que faltaban bajaron del coche y se encaminaron hacia su posición. Todas las miradas estaban posadas en Davin, que se mordía las uñas con nerviosismo sentada sobre el respaldo del banco más próximo. Cora estaba de pie a su lado, cambiando el peso de un pie a otro, insegura. Hal y Loreen cuchicheaban a toda velocidad en voz baja a un par de metros de distancia, cerca del borde de la acera. No obstante, todos rodearon a la primera bruja en cuanto estuvieron reunidos. Andie fue la única que se acercó más, para abrazar a su hermana.

—¿Cómo estás, pequeña? —le preguntó.

Davin suspiró con abatimiento, y después sus ojos se posaron en la persona que estaba justo detrás. Daniel.

—Tu padre ha muerto, Dani —le comunicó sin rodeos.

Todos palidecieron al conocer la noticia, los cuatro Elementos más que nadie, pero el joven se limitó a entrecerrar los ojos y respirar con más fuerza.

—¿Cómo? —siseó, único reflejo de la dolorosa batalla que se libraba en su interior—. ¿Qué ha pasado? —preguntó acto seguido, algo más alto.

Davin se pasó una mano por la trenza en la que se había recogido su rebelde melena pelirroja.

—Como todos los demás, me temo.

—¿Qué significa eso? —preguntó Marco sin poder contenerse, pero al ver que nadie más que él y sus tres amigos parecían sorprendidos, entrecerró los ojos, inquisitivo—. ¿Hay algo más que debiéramos saber? —preguntó, ahora preocupado.

Le faltó añadir "aparte de lo de ayer", pero no fue necesario, puesto que todos lo habían entendido. La Hija de Marte se mordió el labio, dubitativa, sin responder. Al final, fue Daniel el que, con voz enronquecida, se atrevió a contestar.

—Desde hace un tiempo, están apareciendo asesinatos extraños por todo el mundo. Hasta ahora habían sido cuatro. Nadie sabe aún quién es el asesino, solo que traza un pentáculo con la sangre de sus víctimas sobre el que deposita los cadáveres...

—Lo vi el otro día en las noticias —lo interrumpió Ray, nervioso—. Según dicen, es obra de una secta diabólica...

La risa despectiva de Loreen le hizo callarse bruscamente.

—Ya, eso es lo que pretenden que se crea, solo para dejarnos mal a nosotros —siseó.

—Pero si no saben que los magos existen —la rebatió Cora—. ¿A quién van a echar la culpa?

La joven americana entrecerró los ojos, atrapada sin respuesta, y se limitó a devolverle una mirada iracunda a la joven de Fuego.

—La cosa es que, sea quien sea, ahora se ha pasado de la raya —intervino Layla, irritada, obligándolas a ambas a interrumpir el contacto visual y alzar la cabeza en su dirección—. Matar a familiares de magos es una cosa. Asesinar a Lord Edmon, otra muy distinta.

Marco y Cora giraron en redondo para encararla, boquiabiertos. Sandra y Ray, como ya sabían de quién era hijo Daniel, no hicieron tanto aspaviento, pero sus compañeros no lo vieron, atónitos como estaban.

—Lord... ¿Edmon? —vocalizó Cora, una vez que obligó a reaccionar a sus cuerdas vocales, volviendo acto seguido la cabeza, lentamente, para mirar a Daniel—. ¿Tú...?

El joven suspiró y ladeó la cabeza con pesar.

—Sí —repuso—. Elisa era mi hermana melliza —alzó la vista hacia Hal y Loreen, que lo observaban con mal disimulada reserva—. Siento no haberme presentado cuando estuvisteis visitando a mi padre, pero me encontraba de viaje en Mannah y no pude llegar a tiempo.

Hal meneó la cabeza, aún reponiéndose de la sorpresa.

—No tiene importancia. Pero... ¿por qué no hemos sabido nada hasta ahora?

—Nos pidió que lo mantuviésemos en secreto —se adelantó Andie, dirigiéndole una mirada elocuente a Daniel que revelaba más sobre sus sentimientos hacia él de lo que ella estaría nunca dispuesta a admitir—, y así lo hicimos.

—Y esto, ¿en qué posición nos deja? ¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Beth, insegura.

Cora se volvió como si la hubiesen pinchado.

—Seguir con el plan previsto, ¿no? —pero al comprobar la reticencia de Davin al respecto, palideció—. No. Dime que no estás pensando lo que creo —le pidió con voz ronca.

Pero la bruja se limitó a encogerse de hombros, sin responder. Cora bufó.

—¿Se puede saber qué es lo que no nos estás contando, Dav? Por favor, ten la bondad de decírmelo...



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En el texto hay: cuatro elementos, musica, magia

Editado: 24.05.2018

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