Despedí a Ly y la puerta se cerró detrás de mí. Levanté los restos de la cena (los que no se había comido Azim, claro) y me preparé para descansar. Lavé mi rostro, y até mi cabello en un gran rodete que usaba para que salieran algunas ondas en las puntas del cabello. Me puse mi pijama y mi salida de cama (¡sí, la de los pompones!) y fui a mi habitación. Todos sabemos, igual, que antes de descansar, me quedaba algo por hacer. Me metí dentro de la pequeña cama y me tapé las piernas. Azim se acostó a mis pies, y tomé la carta. La leería ahora, antes de postergarlo hasta quién sabe cuándo.
Abrí el sobre. La carta que había dentro estaba hecha del mismo papel gris, doblado como un tríptico. Escrita en el papel estaba la suave escritura a mano de mi madre, en la usual tinta azul oscura. Pasé mis ojos por la carta, sin comenzar a leer; tantos recuerdos habían venido a mi memoria, tantas emociones. No sabía si sería capaz de manejarlos todos juntos. Tal vez lo mejor sería esperar a estar preparada. No, mejor no. Debía leerla.
Tomé un sorbo de agua, y comencé:
"Amada Cristal:
Bendita seas por Ilwynn. ¿Cómo está todo allí en la ciudad? Espero que todo esté tan bien como de costumbre. Hace tanto que no sabemos nada de ti... Te extrañamos mucho aquí, no sólo tu padre y yo. Todos nosotros. Todos me mandan saludos para ti, me preguntan cómo estás, qué es de ti. ¿Aún conservas el trabajo en VariAguas? He escuchado que están pasando cosas inusuales en las ciudades... Ten cuidado, por favor. Sabes que siempre tienes un lugar adonde volver si las cosas no van bien.
Tu padre te manda algo por tu aniversario, está al final de la carta - no te apresures a mirarlo. Llegará cuando la termines de leer.
Hay algo que debes saber. Hace meses que tu padre ya no es el mismo. Creo que su espíritu finalmente lo ha abandonado. Lo que queda de él le permite levantarse a comer y a asearse, y eso es todo. Él no está muy bien... A veces en sueños te llama. Dice tu nombre. Y también el de ella. Después de todo lo que nos ha pasado... Sería bueno que pudiera llegar a verte una vez más.
Hay algo más que tienes que saber. He escuchado que están pasando cosas inusuales en las ciudades... Creo que es posible que pase algo allí también, si es que no ha pasado aún. Creo que lo mejor es que trates de alejarte de allí - algo me lo dice. Sé lo importante que es para ti este empleo pero... tomes la decisión que tomes, estate atenta. Ve con cuidado, por favor. Son tiempos de cambio abrupto, puedo sentirlo en el aire, en las vibras de la tierra. Sé que no crees en las enseñanzas de una imp vieja y anticuada como yo, pero por favor, cuídate. Toma recaudos. Recuerda qué es primero. Todo lo demás puede esperar.
Envíame un retrato tuyo cuando puedas, Cris. Me gustaría tanto saber cómo luce nuestra niña después de tantos años. Muchas gracias por la comida y los bienes que nos envías, ayuda mucho a tu padre a mantenerse un poco más en forma.
¡Envíale a Ly mis cariños! También la extrañamos mucho.
Te amamos por siempre,
Tus padres"
Me quedé allí, releyéndola por unos minutos. En especial, la parte sobre mi padre. Las palabras iban y venían dentro de mi mente, como cabos sueltos, sin poder hilar del todo el sentido de lo que leía. ¿No está demasiado bien? ¿Verte una vez más? ¿Su espíritu lo ha abandonado? De repente, vi la imagen de mi padre, joven, fuerte, cazando en la selva del Clan, con la frente en alto y sus estallidos de risa. Luego, esa imagen desapareció, y en su lugar la reemplazó la vista de un hombre sin vida, dejándose caer en la cama, ojos clavados en el vacío. Comiendo cucharadas que le daba una mano ajena, de algo que no se veía muy bien, sin oponer resistencia. Él, el amante de la buena cocina tradicional y de las porciones gigantescas. No, eso no podía ser posible. Las dos imágenes eran totalmente irreconciliables.
Azim se incorporó y me buscó la mano con su hocico. Siempre lo hacía cuando se daba cuenta de que me pasaba algo. Me aferré a él por un segundo, todavía con la segunda imagen de mi padre en el interior de mis ojos. Miré la carta una vez más, incapaz de asimilarlo. Di vuelta la carta para ver si había algo del otro lado, y de repente lo ví: si inclinaba la hoja un poco hacia la izquierda, se desvelaba una imagen. Era un retrato mío y de mi hermana Jade. Papá lo tenía que haber dibujado con tinta transparente de relieve, para que no pueda verse de frente. Era muy elaborado. Siempre había sido un muy buen pintor. Hacía demasiado tiempo que no veía ninguna de sus pinturas; desde que viajé aquí, hacía ya unos ocho años. No pude contenerme y unas lágrimas lograron rodar por mis mejillas antes de volver a esconder el papel dentro del sobre.
-¿Que vaya a verlos una vez más? ¡Como si no quisiera! -le dije a Azim con la voz entrecortada-. No es que no vaya a verlos porque no puedo. Debo concentrarme en mi trabajo. Es lo único que tenemos, aparte del tributo de papá. Fueron ellos los que no quisieron venir conmigo, ¿no? -noté cómo mi voz se había endurecido. Comencé a recordar el momento en que les conté a mis padres sobre la invitación que me habían hecho para trabajar en VASA, y cómo se habían negado a que consiguiera un hogar para los tres aquí en los suburbios. Nada del mundo les haría salir de su amada comuna. Mi madre incluso me había pedido que no me fuera, que quizás en la comuna me esperara un futuro mucho mejor de lo que imaginaba. Pero no podía estar más equivocada. Amaba la vida que había armado aquí en la ciudad. Además, Lyal se había mudado a este Clan un año después de mi llegada. Y tenía a Perien y a mis otros compañeros. La vida aquí se dejaba disfrutar.
De repente, recordé algo a lo que no le había prestado atención. Releí la carta. Allí estaba, justo en el primer párrafo. "He escuchado que están pasando cosas inusuales en las ciudades... Creo que es posible que pase algo allí también, si es que no ha pasado aún." Justo como el hermano de Perien le había dicho. Pero, ¿qué tipo de cosas podrían pasar en las ciudades? Era entendible que mi madre tuviera miedos, después de todo, aún vivía en la comuna. No entendían la vida citadina y las medidas de seguridad que tomaban. Tal vez sí habían sucedido cosas extrañas en otras ciudades; pero si sucedía era por deficiencia del personal. Aquí, en la Ciudad Domo, las medidas de seguridad eran lo primero. No, no. No me iría de aquí. No había lugar más seguro que VASA. No sabía qué estaría sucediendo afuera, pero aquí adentro, estábamos seguros.