El Poder de los Orígenes

Capítulo VIII

Pasaron las horas y el panorama no mejoraba. Infinidad de repartidores llegaban desde afuera, y el doble de personal entraba al hall desde los ascensores. Poco a poco nos fuimos quedando sin lugar, hasta que formamos una masa uniforme de gente, pegados unos contra otros. Perien de tanto en tanto chequeaba mi tobillo, que cada vez lucía peor. Los paramédicos iban de persona en persona, revisando, curando y vendando; pero nunca llegaban. Insistí a Grisel para que los trajera, hasta que al fin la ayuda llegó. Me revisaron, y vi de nuevo esa cara de malas noticias. Estaba fracturado. Me aplicaron un ungüento anestésico, amoldaron mi pie a un par de tablillas de madera, y comenzaron a vendar. Por Ilwynn, creí que me desmayaba de dolor. Las lágrimas se desparramaban por mis mejillas, mientras apretaba las manos de Perien en un intento por calmar el dolor. Poco a poco, una vez vendado, el ungüento comenzó a surtir efecto. Por primera vez en toda la tarde comencé a sentir claramente: la adrenalina estaba bajando, y la confusión y los mareos que me había causado la explosión al fin se estaban disipando. Sentía los ojos hinchados y ojerosos, y los pequeños rasguños que salpicaban mi cuerpo comenzaron a molestar. Tenía el cuerpo adolorido y adormecido, los oídos me dolían y me zumbaban, y parecía que la cabeza me iba a estallar en cualquier momento. 

-Te ves agotada - dijo Perien, preocupado. - ¿Necesitas algo? ¿Un vaso de agua? ¿Algo de comer?

-No… No, gracias Per - dije con la poca fuerza que tenía. Algo de comer… No podría soportarlo ni aunque estuviera hambrienta. Mi cuerpo de seguro lo rechazaría. Pensar en comida me resultaba simplemente asqueroso. Recordé vagamente la cena con Ly de la noche anterior. Ahora parecía tan lejano. Ojalá me encontrara de nuevo allí. Lyal. - ¡Lyal! - exclamé en voz alta, sin darme cuenta.

-¿Qué?

-Lyal, mi mejor amiga. Está trabajando, a dos vías de aquí. Tengo que ir a ver si está bien - dije, impulsándome para levantarme, pero Perien me lo impidió.

-¡Wooow, woow! Espera ahí dormilona. No voy a dejar que vayas a ningún lado, no en este estado. ¿Dónde es que está?

-En el Hospital de Mascotas.

-Bien. Espera aquí, yo me encargo de ir - esta vez fui yo la que se lo impidió. No quería quedarme sola.

-No, no, espera. No te vayas - Perien volvió a acercarse, poniéndose en cuclillas.

-Bueno, déjame conseguir a alguien que pueda ir a averiguar.

Asentí suavemente y solté su brazo, aún con miedo. ¿Y si realmente lo hacía para ir él? ¿O preguntaba por alguien y no encontraba a nadie, y entonces iba él? Además, si llegaba a hacerlo, luego tendría que soportar a Ly asegurándome que él sentía lo mismo que yo y blah, blah, blah. Siempre lo hacía ante el menor comentario, y ni pensar cómo sería si esto pasaba. ¡Qué vergüenza!

Los minutos pasaban y Perien no aparecía. Vi pasar rostros conocidos y desconocidos, tantos que ya había perdido la cuenta. Ya estaba perdiendo la paciencia cuando al fin lo vi: el rostro de Perien se hacía camino entre las demás personas, pasando con dificultad.

-Grisel ha encomendado a uno de los cadetes averiguar cómo están todos en el Hospital. Quédate tranquila, llegará con noticias pronto - comentó Per al llegar. En mi mente, se mezclaron dos imágenes suyas: la de aquel Perien serio que había conocido los primero días, y la de un Perien amoroso, servicial y atento que recién estaba conociendo.

-Gracias, Per. En serio - Perien sonrió, y luego cambió de tema.

-¿Has visto algún anuncio proyectado en las paredes?

-No… Nada aún. Nada de nada.

-Hmmm. Deben estar rompiéndose la cabeza.

-Sí. No se enfrentan situaciones así todos los días. 

-Eso seguro. Aun así, podrían haber comunicado algo. No sabemos siquiera si siguen con vida, prácticamente - rio Perien.

-¿Por qué no habrían de seguir con vida? La sede no explotó - dije, pensándolo dos veces. No habían muerto. ¿O sí? ¿Qué iba a ser de nosotros si estaban muertos?

Recosté mi cabeza contra la pared. Me estaba sintiendo terriblemente cansada y ya no podía seguir pensando claramente. Consulté las luces azules en mi muñeca: eran las cuatro. Seguramente no tardaríamos en tener novedades, ya que sólo quedaba una hora de trabajo, y había que resolver todo este inconveniente. Levanté la vista hacia las personas que tenía delante, y traté de escuchar, pero no estaban hablando de nada relacionado. Miré lo poco que podía ver de las paredes, en las que se proyectaban muy a veces los mensajes a todo el personal, pero nada, no había mensajes aún. Me preguntaba cuánto más estaríamos aquí esperando. 

Comencé a matar el tiempo decidiendo si conocía a las personas que llegaba a ver o no. Los muchachos a la izquierda habían trabajado con nosotros una vez. Luego había dos mujeres, a quienes sólo había visto de vez en vez en los pasillos. El resto, eran desconocidos. Se sentía extraño, luego de pasar tanto tiempo dentro de la empresa, conocer tan pocos rostros. Bueno, tal vez fueran nuevos. Una chica se unió por un segundo a las dos mujeres. Vestía un lazo verde para sostener su cabello. Me resultaba conocida, pero estaba de espaldas y era difícil de decir. Vi por un segundo su rostro de perfil antes de que desapareciera dentro de la muchedumbre de nuevo.

No podía ser. ¿Jade?

Mi mente quedó en silencio absoluto. No era posible. No. No podía ser. Sólo era alguien que se parecía. Después de todo, ella nunca había salido de la comuna. No se lo habían permitido. ¿O sí? No, no. Tenía que estar equivocada.

-Oye, ¿estás bien? Te ves pálida. Muy pálida - dijo Perien gravemente. - ¿Te duele de nuevo?

-¿Qué? No, no… - dije, todavía buscando entre los rostros - Sólo me pareció… Me pareció ver a… - me resultaba imposible pronunciarlo - a mi hermana - las palabras cayeron con mucho peso dentro de mi ser. Había pasado demasiado tiempo desde que había pronunciado esa palabra por última vez.




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