El Poder de una Carta...

Un Dia en Nuestras Vidas

ADAM

 

Me despierto temprano, como siempre. El sol apenas asoma en el horizonte y ya estoy listo para empezar mi día en el campamento militar. Tomo mi uniforme y me cambio en el baño compartido con los demás soldados. La mayoría de ellos aún duermen, pero yo prefiero levantarme temprano para tener tiempo para mí mismo antes de que comience la jornada.

 

Me dirijo a la zona de entrenamiento y empiezo mi rutina de ejercicios. Corro alrededor del campo, hago flexiones de brazos, abdominales y lagartijas. El sudor me empapa la camiseta, pero no me importa, es la única forma de mantener mi cuerpo en forma en medio de esta guerra interminable.

 

Después del entrenamiento, me dirijo al comedor para desayunar. La comida no es gran cosa, pero es lo que hay: huevos revueltos, tostadas y café. Mientras como, escucho las noticias del frente de guerra en el televisor del comedor. El reportero habla de los avances y las bajas del día anterior. Me pregunto cuánto tiempo más durará esta guerra.

 

Luego me dirijo a la enfermería para mi chequeo médico diario. El médico revisa mi presión arterial y mi pulso, me pregunta si tengo algún problema de salud. Le digo que no, que todo está bien, aunque en realidad siempre tengo dolores de cabeza y problemas para dormir.

 

Después del chequeo médico, me reúno con mis compañeros de equipo para recibir nuestras órdenes para el día. Hoy nos toca patrullar una zona cercana al frente de guerra. No es la tarea más emocionante, pero es necesaria para mantener la seguridad de la zona.

 

Cargamos nuestras armas y partimos en la camioneta militar. El camino es rocoso y lleno de baches, pero estamos acostumbrados a él. La zona que debemos patrullar es desolada y peligrosa, nunca sabemos lo que podemos encontrar en el camino.

 

Durante la patrulla, mantenemos los ojos abiertos, buscando cualquier señal de peligro. Afortunadamente, hoy todo transcurre sin incidentes. Después de varias horas, regresamos al campamento.

 

En la tarde, tenemos un tiempo libre antes de la cena. Algunos soldados juegan al fútbol, otros ven películas en el televisor comunitario. Yo prefiero leer un libro que traje conmigo. Es mi forma de escapar de la realidad por un rato, de olvidar que estoy en medio de una guerra.

 

Por la noche, tenemos una cena caliente. Hoy toca pollo con arroz y verduras. La comida es algo que siempre apreciamos en el campamento, es lo más cercano a un hogar que tenemos aquí.

 

Después de la cena, me dirijo a mi tienda y escribo una carta a mi familia. Les cuento cómo ha sido mi día y que estoy bien. A veces siento que la única forma de mantenerme cuerdo es escribir a mi familia y saber que están bien.

 

Me duermo temprano, y agotado por el día que he tenido...

 

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SAMANTHA

 

Hoy fue otro día agotador en la panadería. No puedo negar que amo mi trabajo, pero las horas son interminables y siempre hay algo por hacer. Sin embargo, no me puedo quejar. Tengo un techo sobre mi cabeza y un negocio que mantiene a mi hermano y a mí.

 

Después de cerrar la panadería, me dirijo a casa para encontrarme con mi hermano menor, Damián. Siempre me sorprende cómo puede encontrar la felicidad en las cosas más simples, como cuando hacemos manualidades juntos. Me encanta ver su sonrisa y sé que tengo que hacer todo lo posible para asegurarnos un futuro mejor.

 

Mañana es mi último examen para obtener mi título de psicología infantil. Espero haber estudiado lo suficiente para pasar. Después de todo, es por esto que trabajo duro todos los días. Quiero ser capaz de ayudar a niños que están pasando por situaciones difíciles, como yo lo hice cuando mis padres murieron. A veces me pregunto cómo sería mi vida si ellos todavía estuvieran aquí. ¿Estarían orgullosos de mí?

 

Mientras tanto, mi amigo y compañero de estudios, Tom, me ha estado ayudando a prepararme para el examen. Es un chico inteligente y amable, y siempre está dispuesto a ayudar. Nos hemos vuelto muy cercanos durante los años en la universidad, aunque solo lo veo en clase, ya que siempre estoy ocupada con la panadería después. Hoy me dijo que tiene planes de mudarse a otra ciudad después de graduarse, y aunque estoy triste de que se vaya, sé que es lo mejor para él.

 

Después de poner a Damián a dormir, me siento en mi escritorio y comienzo a escribirle una carta a un soldado en la guerra al azar, como parte de mi tarea de la universidad. No puedo evitar pensar en lo difícil que debe ser para ellos, estar lejos de sus seres queridos, luchando por un país que, a veces, parece no valorarlos. Espero que mi carta pueda traerle algo de alegría a su día.

 

Mañana será otro día lleno de trabajo y estudio, pero tengo esperanza en el futuro y en poder lograr mis metas. Con mi hermano a mi lado y con amigos como Tom, sé que puedo hacerlo...




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