El Poder Del Aura

El comienzo.

La colonia auratica estaba siendo atacada. Cientos de guerreros bifaunos se abatían a muerte contra la guardia auratica. La orden del rey Cosijopi III fue muy clara, matar a la hija del gobernante auratico, a sus dos nietos y traer de vuelta al reino al príncipe bifauno. Enormes rinocerontes envestían las grandes puertas del palacio de la familia Aural produciendo temblores dentro de la residencia.

Dalia entro en la habitación de Ramsés a toda prisa, este se encontraba despierto mirando por la ventana la gran batalla entre los de su clan y los bifaunos.

—¿Qué pasa mamá?— Pregunto preocupado Ramsés, tomo en brazos a su pequeño hermano y comenzó a caminar por toda la habitación arrullando al bebe para impedir que despertase.

—Cariño, tienes que cuidar de tu hermano— Dijo tomando las mejillas del joven Ramsés —Toma este morral, contiene cosas importantes, llévalo contigo siempre— Dijo mientras metía unos lingotes de oro dentro del morral que por alguna extraña razón no pesaba lo que debería.

—¿Y papá?— Pregunto el joven auratico acercándose a su madre, había miedo en su ser y eso le producía ganas de llorar, sus ojos lo delataban y era inevitable pensar lo peor.

—Salió a apoyar a los demás guardias— Contesto Dalia con gesto de preocupación —Quédate aquí, ahora vuelvo— La madre del joven apresuradamente salió de la habitación en dirección del pasillo de entrada.

Ramsés activo su aura y la proyecto siguiendo a su madre pero justo en la puerta de salida del palacio se encontraban tres bifaunos hablando, Dalia se escondió detrás de un pilar, Ramsés fusiono su aura con uno de los guardias muertos que se encontraban cerca de los guerreros y pudo escuchar lo que ellos decían.

—Quien entregue las cabezas de la hija del gobernante, del hijo mayor de esta y el cuerpo sin vida del endemoniado bebe será acreedor a la más grande de las glorias— Exclamo el guerrero mientras miraba todo el lugar con gesto de total seriedad.

La madre de Ramsés corrió hacia la habitación donde se encontraban sus hijos, el auratico disipo su aura rápidamente, miro a su madre entrar al cuarto, tomo unas mantas y se las dio a su hijo mayor.

—Vamos cariño tenemos que irnos— Apresuro Dalia a Ramsés, esta se veía asustada y alterada a la vez.

—¿A dónde vamos mamá?— Pregunto Ramsés asustado, los gritos y estruendos se escuchaban por doquier, el joven auratico no obtuvo respuesta de su madre y siguió caminando rápidamente.

Caminaron por todos los pasillos del palacio evitando ser vistos por los bifaunos, llegaron a la puerta trasera y preparándose para salir varios bifaunos los interceptaron, Dalia abrió la puerta y puso a sus hijos tras ella activando su aura, el aura más hermosa que Ramsés hubiera visto nunca, el color variaba del verde al azul haciendo una combinación divina.

—¡Vete Ramsés!— Grito Dalia preparándose para atacar, Ramsés la miro atónito y estuvo a punto de negarse pero fue interrumpido por su madre —¡He dicho que te vayas! ¡Protege a tu hermano, no permitas que nadie les haga daño!— Las lágrimas se derramaron por su rostro, uno de los bifaunos se transformó en una monstruosa anaconda —¡Corre!— Grito Dalia con todas sus fuerzas al tiempo que se abatía a muerte con el horrendo reptil.

Ramsés comenzó a correr a toda prisa en dirección del bosque su llanto era intenso, cargaba al bebe en sus brazos y una sensación de cobardía por haber abandonado a su madre se apodero de él.

Cayo al suelo de rodillas, su cabeza comenzaba a punzar, algo estaba pasando y no era bueno, volteo difícilmente la mirada hacia el palacio de los Aural y paso lo que él nunca espero, la parte donde su madre comenzó la pelea con el monstruoso animal estaba completamente en ruinas, pequeñas estelas finas de aura luminosa vagaban por el lugar, pero señales de su madre y de los bifaunos que los atacaron no había.

Regreso sigilosamente, tratando de evitar ser vistos, no era difícil, el lugar estaba oscuro, la incertidumbre era demasiado dolorosa, Ramsés quería encontrar a su madre y llevarla con él, entre los escombros una mano tomo su tobillo con fuerza, el cuerpo se le congelo y no puedo evitar soltar un pequeño grito.

—Joven Ramsés­­­­­­­— Esbozo una voz de entre los escombros —Tiene que irse lejos de este lugar, no es seguro— El auratico aseguro a su hermano en su espalda con las mantas y se agacho para quitar los escombros que sepultaban la mayoría del cuerpo del guardia.

—¿Dónde está mi madre, Calixto?— Pregunto sosteniendo la cabeza de este, su respiración era un poco acelerada y algunas lágrimas traicioneras comenzaban a brotar.

—Ella... la señora Dalia, creo una explosión para impedir que los bifaunos que la atacaron los siguieran y desapareció— Contesto difícilmente, su voz era ronca, y el dolor de su cuerpo era agónico.

—Tranquilo, te curare— Dijo Ramsés seguro. Sabía que no podía seguir alterándose, por el bien de su hermanito y el de el mismo.

Calixto tomo la mano del joven auratico impidiendo que este activara su aura —No joven Ramsés, si usted activa su aura, los bifaunos lo ubicaran, tiene que irse ahora mismo de aquí, por su bien— Sentencio el guardia.

Ramsés lo dudo por un momento, miró fijamente a Calixto, se puso de pies y continuo caminando por los pasillos de lo antes había sido su hogar.

—Deben de estar por aquí— Dijo una voz demasiado grave —Este era el palacio aural, debieron quedar bajo los escombros— Bajo los rayos de la luz de la luna se ilumino el rostro de un hombre mayor, las canas inundaban su cabellera, detrás de él, cuatro personas más se acercaban, dos hombres y dos mujeres —¡Ismael!— Exclamo el hombre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.