El Poder del Rayo

Capítulo 2 El Despertar del Poder

La mañana siguiente, Mateo se despertó antes que su alarma. No por ansiedad, ni por emoción… sino porque flotaba.

—¿Qué…? —abrió los ojos de golpe.

Su cuerpo estaba a unos 20 centímetros por encima de la cama. No sentía su peso, ni presión, ni contacto. Solo el aire fresco de la habitación rozando su piel. Con un grito ahogado, cayó de golpe al colchón.

—¡Auch! —se sujetó la espalda, aturdido—. Ok… eso fue nuevo.

Recordó el mensaje del día anterior: “Bienvenido, Kael. El juego ha comenzado.”

Todavía le daba escalofríos.

Se sentó en la cama. Sus manos estaban normales, pero podía sentir la energía recorriéndolas, como si una corriente invisible viviera en su interior. Estiró los dedos. Nada pasó. Pero en cuanto pensó en la esfera de luz, apareció.

La controló con más facilidad esta vez. Jugó con ella unos segundos, haciéndola girar como un planeta en miniatura.

—Esto… esto es real. Y está dentro de mí —dijo en voz baja.

Tocaron la puerta.

—¡Mateo, el desayuno está listo! —gritó su madre desde el pasillo.

Rápidamente escondió la esfera bajo la sábana.

—¡Ya voy!

Se puso de pie, aún en shock. Miró la consola, que seguía quemada. La pantalla estaba negra y agrietada.

Ese juego lo había cambiado. Para siempre.

Al bajar las escaleras, notó algo más.

Su vista era más nítida. Los colores parecían más intensos. Escuchaba los pasos de su madre antes de verla.

Sus sentidos estaban evolucionando.

—Buenos días, hijo —dijo ella—. Hoy tienes que ir al colegio, ¿recuerdas?

Mateo se congeló.

El colegio.

Los compañeros.

Los profesores.

La rutina.

Pero ahora él era diferente.

¿Cómo iba a ocultarlo?

Se sirvió jugo mientras trataba de pensar en un plan. Solo había una cosa clara:

Su nueva vida acababa de empezar. Y tenía que aprender a vivir con sus poderes.

Mateo caminaba por el pasillo del colegio con los audífonos puestos, aunque no estaba escuchando música. Necesitaba aislarse. Su mente estaba llena de preguntas, y cada paso lo hacía sentir más observado.

El mundo parecía demasiado claro.

Los sonidos, las luces, los movimientos… todo era intenso, como si su cerebro funcionara con un procesador nuevo.

Al entrar a su salón, vio a sus compañeros como siempre: algunos charlando, otros en sus celulares, y uno durmiendo sobre el pupitre. Pero algo no encajaba.

Cuando pasó junto a Camila, su mejor amiga, sintió un pequeño zumbido eléctrico. Ella lo miró de inmediato.

—¿Estás bien? —preguntó.

Mateo se sobresaltó.

—Sí… creo que sí. Solo no dormí mucho anoche.

Ella frunció el ceño.

—¿Tus ojos están… más claros?

Mateo evitó mirarla directamente.

—¿Ah sí? Debe ser la luz.

Se sentó en su sitio rápidamente. No podía permitirse atraer atención. Pero Camila lo conocía demasiado bien.

A lo lejos, Pablo, el típico bromista del salón, lanzó un avión de papel que rebotó en la cabeza del profesor justo al entrar. Todos rieron, pero Mateo se quedó paralizado. El avión había pasado junto a su rostro… y él lo había visto en cámara lenta.

¿Eso fue real? ¿Estoy viendo el tiempo más lento?

El profesor comenzó la clase, pero Mateo apenas podía concentrarse. Algo dentro de él vibraba, como si su cuerpo estuviera en sintonía con otra frecuencia.

Cerró los ojos por un momento. Al hacerlo, una pantalla transparente apareció en su mente. Como en un videojuego.

Ahí estaban:

Poder: Control eléctrico

Habilidad secundaria: Sentidos mejorados

Nivel actual: 1

Mateo abrió los ojos de golpe.

—No puede ser…

Y justo en ese instante, algo más sucedió:

El reloj de la clase comenzó a derretirse.

Pero solo él lo notaba.

—¿Qué… qué está pasando ahora? —susurró, aterrado.

El juego no solo estaba dentro de él. Ahora, también estaba afectando la realidad.

El resto de la mañana fue un torbellino de sensaciones. Mateo no sabía si estaba perdiendo la cabeza o si el mundo a su alrededor realmente comenzaba a cambiar. Cada vez que cerraba los ojos, aparecía el mismo panel de juego dentro de su mente, como si fuera un personaje dentro de un RPG.

Durante la clase de ciencias, mientras el profesor hablaba de energía eléctrica, Mateo sintió que su cuerpo resonaba con cada palabra.

—La electricidad se mueve desde zonas de alta carga hacia zonas de menor carga... —decía el profesor—. Es energía viva.

Mateo se removió en su asiento.

¿"Energía viva"? ¿Podría su poder funcionar de esa forma?

De pronto, un fuerte estruendo sacudió el aula.

¡PUM!

Todos los estudiantes gritaron. La lámpara principal estalló en mil pedazos, dejando el salón a oscuras.

Un humo espeso llenó la habitación.

—¡Todos al suelo! —gritó el profesor, cubriéndose la cabeza.

Mateo no se movió. Sintió el impulso en su interior. La energía lo llamaba.

En medio del caos, extendió una mano hacia la lámpara. En su palma, una pequeña chispa se formó. Giró lentamente, creciendo hasta iluminar todo a su alrededor como una linterna mágica.




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