El poder oculto

Capítulo 7: Revelaciones

Al día siguiente, las horas pasaban muy lentas. No veía el momento de que llegasen las tres de la tarde. Había olvidado por completo la lectura del libro y no encontraba qué ponerme. Sentía que todo me quedaba mal.

Después de muchos intentos, finalmente opté por una musculosa negra y mis jeans preferidos. A las tres y un minuto, comencé a preocuparme. Tal vez se había olvidado de mí. Posiblemente no llegaría nunca.

Por suerte mi interminable espera (de un minuto) concluyó al sonar el timbre. Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta.

Ahí estaba él, con sus ojos grises y con su ropa negra que resaltaba su blanquecino rostro de finas facciones. Besó mi mejilla y sugirió:

—Vamos a la plaza para que nadie nos interrumpa. Hay árboles frondosos, odio estar debajo del sol.

En ese momento, comprendí el porqué de su palidez y sonreí sin querer.

Una vez en la plaza, nos sentamos bajo la sombra protectora de un álamo y comenzó la más extraña e interesante conversación que hubiese tenido hasta entonces. Incluso, fue más extraña que las que solía tener con mi abuela.

Él comenzó diciendo:

—No finjas conmigo. Tenés que confiar en mí. Ya sé que invocás a los elementales y que tenés el poder de percibir banshees. ¿También tenés un grimorio?

Clavé mis ojos en la tormenta gris que eran los suyos. No entendía lo que me acababa de preguntar. No tenía idea de qué podía ser un grimorio. Al mismo tiempo, me sentía descubierta. No quería que él pensara en mí como en una malvada bruja. Me di cuenta tiempo después de que era yo quien tenía incorporado ese prejuicio. No estaba segura qué debía decir, así que opté por preguntarle:

—¿Qué es un grimorio?

—Es un manuscrito que se transmite de generación en generación o de un maestro a su discípulo —me explicó rápidamente.

—Ah... —me limité a decir.

—Y bueno, ¿tenés uno?— insistió.

—¿Vos sí? —dije intentando ganar tiempo para pensar. No quería revelar mi secreto que parecía haber sido descubierto.

—Imagino que sí... No importa realmente. Me interesaría que juntemos nuestras fuerzas. Hay muchas cosas que he intentado solo y no me salieron completamente bien. Juntos podríamos lograr muchas más...

—¿Vos qué sabes? ¿A qué te referís exactamente? —agregué sin estar segura si debía o no confiar en él.

Dudó un momento y respondió con otra pregunta:

—Sé muchas cosas. ¿Ya utilizaste a los elementales? —continuó interrogándome.

Ahora estaba completamente convencida de que él realmente tenía el conocimiento.

—No, recién me inicié. Percibo su fuerza, pero no hice nada, por el momento —confesé un tanto avergonzada.

—Yo te voy a ayudar, siempre y cuando me ayudes a mí. Sería como un pacto entre ambos. Sé que vas a ser poderosa y yo soy muy fuerte —continuó hablando con la arrogancia que lo caracterizaba.

Como mi propia naturaleza me lo exigía, yo quería desarrollar más mi poder. Ávida de conocimiento le pregunté:

—¿Qué aprendiste hasta ahora? ¿Utilizaste a los elementales?

Luego de tomarse unos momentos para pensar e intentando ser lo más claro posible respondió:

—Aprendí a controlar mis emociones y a ver las cosas desde una perspectiva distinta a la del resto de la gente. El control de uno mismo es lo más importante, porque de nosotros nace la fuerza. Tenés que canalizar la energía y utilizar técnicas de concentración.

En ese momento, recordé lo que había hecho el sábado por la tarde e inconscientemente sonreí mirando el piso.

—¿Ya lo hiciste, no? —preguntó casi con orgullo.

Recordé sus palabras "Debés aprender a controlar tus emociones". Sin esperar una respuesta, continuó:

—Podés recurrir, si querés, a los elementales o a un Ser superior, así como otros recurren a los santos o a los demonios. Todo tipo de ritual te ayudará a focalizar tus objetivos y a intensificar tu fuerza psíquica. Si querés llamarlos elementales, que así sea. Si tenés ganas, mañana me gustaría que juntos hagamos un experimento. Cada logro que tengamos nos fortalecerá, porque creeremos más en nosotros mismos.

Yo asentí con la cabeza y lo dejé continuar.

—Si querés, te paso a buscar mañana a las tres y vamos a mi casa. Mi mamá nunca se daría cuenta de lo que hacemos. Ella está siempre adelante, atendiendo la librería. Nosotros vivimos en el fondo y aunque nos viese no se percataría, es demasiado... simple.

—¿Qué clase de experimento? No le haremos mal a nadie, ¿verdad?

—No. No le haremos daño a nadie. Simplemente nos comunicaremos con algún espíritu. Son muy útiles. Algunas veces pueden revelar cosas del futuro. Fijate en tu grimorio cómo lo hacían tus ancestros.

Palidecí de golpe. Nunca supe si fue por lo de los espíritus o porque yo nunca le había confirmado la existencia del libro. Él solo supuso que yo lo tenía.

—Si tenés tiempo, cuando no haya nadie que te pueda descubrir, practicá la concentración. Hay muchas maneras de hacerlo. Mi preferida es encender una vela pequeña, colocar mis manos rodeándola e intentar que la llama baile a mi antojo. Intentalo, sé que lo vas a conseguir y si no es así, es que te falta confianza en vos misma, entonces podrías recurrir a las salamandras —hablaba con tanta seguridad que sentí que a su lado podría lograr cualquier cosa que quisiera.



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En el texto hay: brujas, romance adolecente, paranormal suspenso

Editado: 17.07.2020

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