El poder oculto

Capítulo 12: Una sombra en su mirada

Mi radiante felicidad fue eclipsada por una sombra en la mirada de Esteban, quien se apartó de mí. Me tomó de los hombros mirándome fijamente y dijo:

―No, por la magia no se puede... Con los demás, sí. Con vos, no...

Antes de que yo pudiese reaccionar, se puso de pie y después de mover su cabeza negativamente dijo:

―Así, no.

Se marchó, sin decirme nada más, dejándome sola y confundida. Sentía que mi corazón se desgarraba. Era mi primera ilusión y mi primer desengaño. Todo había sucedido muy rápido. Todo en un instante. No entendía sus palabras, ¿por la magia?, ¿él me habría hecho un hechizo para que yo lo quiera?, ¿pensaría que yo le había hecho un hechizo?

Cuando llegué a mi casa decidí llamarlo por teléfono. Marqué el número temblando. Esperaba escuchar su voz. Por desgracia atendió la chillona voz de su madre.

―Diga.

―Hola, soy Tamara. ¿Está Teby?

―Sí. Sí, esperá que ya lo llamo.

Unos segundos más tarde volvió a atender ella.

―No, no está... No sé cuándo vuelve. Le digo que te llame.

En ese momento, lo comprendí. Él no quería atenderme.

Sentía un vacío enorme en el pecho. Seguramente, él no me quería.

Después de despedirme de Susana, consideré que era él quien tendría que darme una explicación. Después de todo, él me había besado. Yo no había hecho magia y me arrepentía de haberlo llamado. Esperaría a que él me buscase. Me sentía muy incómoda. Yo lo quería y él obviamente, tenía miedo. Me pareció percibir el temor en su mirada al verlo por última vez. En ese momento no entendía por qué se había alejado y qué era lo que lo atemorizaba.

Pensé que lo más sensato que podría haber hecho era esperar tranquilamente a que él me llamase o viniera a buscarme, pero mi curiosidad no me lo permitía y había aprendido que podía contar con los espíritus cuando los necesitara. Pero esta vez quería hablar con mi abuela. Ella entendería la confusión que había en mi mente y en mi corazón. Necesitaba respuestas más claras que un simple sí o un no. Pensé en la copa, pero no sabía si yo sola podría invocarla. Recordé el poder del círculo y la capacidad de ciertos animales de atraer a los espíritus.

Tomé una copa de cristal de mi mamá, un frasco de sal, una tiza que había consagrado hacía un tiempo, velas y a Samanta.

Corrí a mi habitación y cerré la puerta. Hice un círculo muy grande con sal. Con la tiza dibujé un hexagrama dentro, de esa forma podría abrir los portales cósmicos. Coloqué una vela encendida, dirigida a cada uno de los cuatro puntos cardinales. Dentro del hexagrama, dibujé con tiza todas las letras del alfabeto y los números.

Samanta estaba completamente quieta frente a la vela que apuntaba hacia el Norte. Yo me arrodillé en medio del círculo con mis dedos índices sobre la copa y comencé a recitar una oración que parecía surgir de un recuerdo, pero que jamás había escuchado antes.

―Ábranse las puertas cósmicas. Ábranse las puertas del cielo y de la noche. Que venga hacia mí tu espíritu, abuela. Alumbro para ti, con velas tu camino, para que con su luz llegues hasta aquí. Yo te invoco.

Dichas estas palabras, las velas comenzaron a agitarse. Acto seguido, Samanta tornó su cabeza hacia la ventana. Las cortinas se elevaron. No tuve miedo y la copa comenzó a vibrar mientras la gata observaba la vela. Pregunté:

―¿Quién sos?

La copa se movió. La seguí hacia la letra "A". Luego hacia la "B".

―¿Abuela?

La copa me guio al "Sí".

―¿Sabés que Teby me besó?

Pude leer un "Sí".

―¿Me ama?

Nuevamente respondió que "Sí".

―¿Quiere ser mi pareja?

Sorprendentemente, mi abuela guio la copa al "No".

―¿Por qué?

"P" "E" "L" "I" "G" "R" "O". La copa se movía demasiado rápido y yo apenas la tocaba. Volví a preguntar:

―¿Por qué?

Mi abuela escribió "A" "D" "I" "Ó" "S". Cuando terminó la frase, se apagaron todas las velas. El movimiento de la cortina cesó y mi gata maulló y saltó a la cama. En ese momento sentí que mi abuela se había marchado y que las puertas cósmicas se habían cerrado nuevamente.

Había muchas cosas que no entendía. Si Teby me amaba, ¿por qué no quería estar conmigo?, ¿realmente estábamos en peligro?, ¿o él era el peligro para mí? Sin embargo, tampoco entendía por qué yo no tenía miedo y no sentía rencor hacia él a pesar de que me había despreciado.

Me di cuenta de que llevaba un largo tiempo arrodillada en la oscuridad. Desde donde estaba, observé la ventana y alcancé a ver que el cielo comenzaba a pintarse de negro violáceo.

Me puse de pie. Encendí la luz y reparé en que mis padres podrían llegar en cualquier momento. Me apresuré a guardar todo y a limpiar el hexagrama, el círculo y las letras que había trazado.

 

 



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En el texto hay: brujas, romance adolecente, paranormal suspenso

Editado: 17.07.2020

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