El poder oculto

Capítulo 41: Un paseo en la ribera

    Ailén comenzó a guiar a la familia Danann por las escaleras hacia las que serían sus habitaciones. Yo los seguí en silencio. No sabía cómo comenzar a hablar con Tamy. Ella tampoco había dicho nada. Seguramente, estaba esperando que yo diese el primer paso.

   Ajusté mi marcha a la de ella. Casi podía sentir su brazo rozando la manga de mi chaqueta. Tamara aminoró su paso y ambos seguimos caminando muy despacio, dejando que los demás se adelantasen.

   —¿Qué es todo esto? —preguntó Tamara casi en un susurro. 

    La observé. Ella se detuvo, pero su mirada estaba fija en las espaldas de sus padres quienes guiados por Ailén habían doblado por uno de los pasillos del primer piso. Estaba claro que no quería que alguien nos escuchase. 

   —Es extraño para mí también —reconocí. 

   Por algún motivo me sentía culpable, aunque no estaba seguro el porqué de ese sentimiento.

   —Entonces, ¿es verdad que el señor Rochi es tu padre?

   —Así parece, pero yo tampoco esperaba eso. Fue todo muy de repente. No podía comunicarme con vos. Lo intenté, pero…

   —¡Vamos, Tamara! No te quedes atrás —llamó Raquel.

   —Te veo en la entrada del hotel en una hora. Estoy feliz de que volvamos a estar juntos —le dije y la besé muy cerca de sus labios, pero sin rozarlos.  

    Una parte de mí sabía en el fondo que lo más probable era que las relaciones que comienzan a esa edad terminaran tarde o temprano. Yo realmente deseaba estar con ella. Quizás, podríamos ser la excepción a la regla, pero no estaba seguro de si era sensato arriesgarnos a tener algo más que una amistad, pero quizás era demasiado tarde. Sentía que un lazo invisible me unía a ella desde siempre. La necesitaba de aliada, porque no confiaba absolutamente en nadie más. Ni siquiera en mí. 

   Bajé las escaleras sin mirar atrás. Ella no dijo nada, pero estaba seguro de que acudiría al encuentro. Sabía que nunca me fallaría, o por lo menos lo creía en ese momento. 

   Salí del hotel ignorando a Sasha, quien gritaba mi nombre. Sebastián le dijo algo que no llegué a escuchar y afortunadamente me dejaron marchar. Necesitaba estar solo para aclarar mis ideas. 

   Me senté en una enorme roca frente al lago y arrojé una piedra pequeña que perturbó por un instante el agua espejada formando pequeñas ondas que se extendían a su alrededor. 

   Había muchas posibilidades de que aquel sitio no fuese seguro realmente. Me preguntaba si por el egoísmo de querer volver a verla, habría guiado a Tamara directamente hacia la cueva de un lobo o si alguien más había decidido mantenernos allí. Me sentía como un  agujero negro que atraía el caos y la desgracia. La necesitaba conmigo, pero no estaba dispuesto a alejarme de ella aunque eso implicase mantenerla a salvo.

   Apoyé mi mano sobre las pequeñas piedritas de la orilla y dejé que el agua helada rozara la yema de mis dedos. Convoqué en silencio a las ondinas del agua, para que me ayudaran a mantener a salvo a Tamara e imploré a los silfos del viento que me dieran el poder para ver con claridad. 

   Los espíritus elementales le habían brindado ayuda a Tamy en más de una ocasión, quizás yo también podría tenerlos de mi lado. Sin embargo, en ese momento me sentía ignorado por aquellas criaturas. Reflexioné que quizás no me consideraban lo suficientemente poderoso como para brindarme su apoyo, pero descarté esa idea enseguida. Había convocado en el pasado a las almas de quienes alguna vez estuvieron vivos, había lidiado con las banshees e incluso con demonios, no era lógico que las más simples de las criaturas del plano espiritual me rechazaran.

   Lancé un puñado de piedras y de tierra al agua con frustración. Cuando volví a apoyar la mano en la orilla sentí una punzada de dolor en la palma. Me había clavado un pequeño trozo de vidrio verde que seguramente alguna vez había sido parte de una botella. Me lo quité con cuidado y enjuagué la herida en el agua del lago. Entonces lo supe, hacía falta el poder de la sangre. Incluso los elementales exigían un pequeño sacrificio para brindar su apoyo. El mundo se movía con leyes egoístas, ya lo decían los antiguos alquimistas «no puedes pedir nada sin dar algo a cambio». 

    Mi sangre por proteger la suya, me parecía un trato justo. Sabía muy bien que una pequeña parte de algo era suficiente para representar la totalidad. Una pequeña gota de sangre e incluso un solo cabello podían resultar letales si caían en las manos equivocadas. Me daba cuenta de que viviendo en un hotel éramos completamente vulnerables. El personal de limpieza o cualquiera con acceso a una llave podría entrar a nuestras habitaciones y tomar lo que fuera necesario para hacernos daño, si así lo quisieran.

     De pronto, el sol dibujó destellos en el agua o quizás habían sido las ondinas ofreciéndome su apoyo. En la distancia, se escuchaba el murmullo del viento atravesando las ramas de los árboles. Sentí que los silfos también me acompañaban.

    Me quedé allí el tiempo suficiente, hasta que mi mano dejó de sangrar y los elementales no requirieron nada más de mí. Asumí por la posición del sol que ya debía haber transcurrido por lo menos una hora desde que había salido del hotel y seguí el sendero de piedras para ir a buscar a Tamara. Cuando entré la encontré conversando muy animada con Ailén.

   —Ahí está Esteban. Al parecer el Nahuelito, el monstruo que habita en este lago, no se lo comió —bromeó la morocha.

   —Teby, pensé que ya no ibas a venir —dijo Tamara y su voz sonó tensa.

   —No, perdón. No me di cuenta de la hora —reconocí avergonzado. 

   —Está bien, no importa. ¿Salimos a caminar? —preguntó suavizando su voz. 

   Asentí con la cabeza y la esperé unos instantes mientras se despedía de Ailén. Al parecer habían estado hablando bastante tiempo mientras me esperaba.

   Salimos juntos del hotel y cerré el enorme portal detrás de nosotros. Al fin estábamos solos, lejos de las miradas y los oídos de los demás, pero ninguno de los dos decía nada. Yo buscaba sus ojos con los míos, pero al parecer, eso la incomodaba, porque no lograba sostenerme la mirada por más de unos segundos. 



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En el texto hay: brujas, romance adolecente, paranormal suspenso

Editado: 17.07.2020

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