El Poeta Y La Sirena

Capítulo 11

  - Es tu lugar especial.- Lauri señaló la puerta color hueso.

  Miré la puerta con desconfianza. Algo de ese lugar me recordaba que a veces es mejor quedarse detenido en un momento hasta aniquilar todas los espectros y no seguir avanzando por el camino de la vida con miedos no superados. Temía entrar y no querer irme de allí o entrar y salir huyendo de los fantasmas del pasado.

  Lauri besó la corona de mi cabeza.

  Tomó mi mano derecha y la acercó hasta manija  plateada.

  Apreté la manija y la giré.

  - ''Camina hacia el futuro, abriendo nuevas puertas y probando cosas nuevas, se curioso... porque nuestra curiosidad siempre nos conduce por nuevos caminos''.- Citó a Walt Disney.

 - La maldita curiosidad me ha llevado hasta la frontera entre la vida y la muerte.- Apreté la manija tan fuerte que mis nudillos parecían estar a punto de explotar.

 - Y aún así siempre vuelves así que no hay que temer, siempre habrá otra puerta, otra vida. Eso lo sabes.- me animó.

 Giré la manija.

 Del interior de la cabaña emanaba el olor de la madera, canela, aún había rastros de débil eneldo.

  Alguien había estado allí recientemente.

 Mis pies desnudos sobre el piso de madera casi resbalaron pues aún estaban algo húmedos. 

 Lauri me dio un sutil empujón hacia el interior de la cabaña. 

 Di dos pasos hacia el interior y aplaudí dos veces para que se prendiera la luz. 

  A la izquierda, la chimenea enmarcada por piedras planas de diferentes tonos de gris. Frente a esta, el sofá con espaldar enrollado tapizado con loneta gris de arabescos crema.

  - No creo que sea necesario encender la chimenea.- dijo Lauri mientras cerraba la puerta.

  Antes de darle a Lilith la oportunidad de arrepentirse. Me quité el kimono y caminé hacia la cama moviendo mis caderas de forma insinuante. 

  La esencia de Lauri se hacía lejana.No me estabasiguiendo. Me observaba.

  El solo hecho de imaginarlo como un predador que aguarda al menor descuido de su presa para atacar hizo que una corriente de electricidad recorriera mis carnes aumentand su voltaje en mis partes más vulnerables.

  Una vez llegué a la invitadora cama beige estilo victoriana con espaldar tallado decorada con una colcha gris medio con un estampado de alas me acosté sobre ella esperando a que el noble predador viniera a devorar lo que era suyo.

  Cerré los ojos para activar otros sentidos.

  Lauri se acercaba dando pasos lentos pero largos. Quería controlarse pero el latino de su corazón delataba sus deseos.

                                                                         ***

  Evitaba a toda costa mirar esas anchas caderas que me invitaban a romper todos los códigos escritos para prevenir desgracias mas el desviar la mirada hacia su pelo negro mojado sobre su espalda hacía que, incoscientemente, me deslizara hacia su cintura.

   Así como la serpiente que habitaba el Pielinen, su cuerpo pequeño pero flexible y fuerte estaba presto a rodearme de ella hasta asfixiarme de las formas más profanas inimaginables. En ella no había ni rastro de la niña menuda con cara de duende que se quejaba con su voz brillante de soprano. Ahora era una mujer de generosas curvas y una voz de mezzosoprano con unas pequeñas manos que podían desmembrar a un ser humano así la doblara en tamaño.

  La muy desvergonzada se inclinó hacia adelante. Apoyando el peso de su cuerpo sobre sus manos.

   Estando en esa posición vislumbré la cicatriz de su gemelo derecho. Una quemadura provocada por el exosto de una moto. Según ella, no había sentido el calor y por ello su gemelo casi se asa como un filete ¿Hasta qué punto es saludable ser insensible al dolor? No lo sé pero a ese pequeño monstruo le era más que útil poseer un umbral de dolor lo suficientemente amplio como para llevar el estilo de vida que estaba ligado a su sangre y convicciones.

   El cristal de mis ojos proyectó en Lucrecia un torrente de sangre que la cubría como un delicioso chocolate cubierto en licor de cereza.

   El interior de mi boca se hizo agua y mi virilidad se tensó.

   Debí haber salido como un bólido pero no. Era mi deber de caballero terminar con lo que había empezado.

   Di un paso cobarde.

   Dos pasos cobardes.

   Cual leona que se pavonea modestamente por la sabana subió sus rodillas a la cama y se desplazó hasta la mitad de esta donde posó su cuerpo boca arriba.

   Esa escena era una versión de la Maja Desnuda de Goya de perfil en 4D con un tono de piel más exótico.

   Comencé a dar paso tras paso sin mirar atrás pues no había retorno en esa carretera directo al exceso que me negaba por miedo a transformarme en un lascivo libertino por la influencia de una malcriada Lucrecia que pretendía usarme a su antojo. Mas el ser fiel a mis principios me acercaba más a ser un mal remedo de Pierre Abelardo- podía sucumbir a la carne pero luego dedicaría su vida a una causa noble y, dada la debilidad de la segunda Harkönnen por la escritura, mantendría una relación masoquista con cartas profanas.




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