El Poeta Y La Sirena

Capítulo 14

  Perdidos  entre las sábanas de algodón y abrazos, el tiempo pasó alrededor de ellos sin perturbar el profundo sueño en el que se habían sumergido luego de un bien merecido baño que removió de sus pieles todo mal recuerdo tras cada cicatriz. Marcas que despertaban en su interior la necesidad de pedir su infancia de regreso. Cuando pierdes algo porque no lo cuidaste lo suficiente asumes la pérdida con sensatez o, en algunos casos, con vergüenza pero aún así vuelves a caminar por senderos de espinas hasta que recobras todo lo perdido en el pasado mas cuando algo te fue arrebatado sin misericordia, cuando eras solo un niño que merecía ser protegido y no el chivo expiatorio de las rencillas de los adultos vives con una úlcera en el vientre que pide ser alimentada con más dolor.

  Lucretia entreabrió los ojos y se encontró con el pecho de Lauri. Frotó su nariz contra este y volvió a cerrar los ojos. Sus pesados párpados se cerraron tan pronto como escuchó el palpitar del corazón de su querido amigo. Relajó los músculos de su espalda para acunarse mejor entre los brazos de Lauri, quien besó la frente de su compañera y degustó el dulce sudor que emanaba su complacido cuerpo. Suspiraron al unísono.

  Sintieron como un lazo invisible de fuego rodeó sus tobillos. Un violento tirón los arrastraba en dirección al lago. Con miedo de mirar hacia sus piernas y ver que estas habían sido arrancadas enfocó la mirada en Lucretia, quien cerraba los ojos como una niña asustada. Esta lo abrazaba fuertemente. Estaba asustada. Era extraño, como si flotaran sobre la tierra pues no sentían el rozar de sus pieles contra el césped o las piedras. ''No abras los ojos''. Advirtió Lauri al ver que iban justo hacia el brillante lago todo cubierto de sol.

  Un tirón más agresivo que el anterior los atrajo hasta el centro del lago. Si bien aún sentían el fuego en sus tobillos, todo estaba en calma. Simplemente flotaban sobre las plácidas aguas. Dubitativa, Lucretia abrió los ojos y miró sus pies, entrelazados con los de Lauri. Una piel escamosa y suave al tacto comenzó a rodear sus piernas. Ella sabía lo que pasaría después, no era la primera vez que Jörmita hacía algo semejante para llevarte hasta donde su cuerpo se negaba mas tu psique anhelaba. ''Lauri toma aire''. Advirtió. ''Por q...'' la voz de Lauri se perdió entre las burbujas del agua. Ya no era ese lazo calcinante sino su amiga reptil quien los arrastraba hasta las profundidades de las aguas. Lucretia, al sentir la membranas nictitantes, abrió los ojos y lo único que veía era algo del robusto cuerpo de Jörmita y burbujas. Todo era oscuridad. De lo que sí estaba segura era que cada vez iban adentrándose más en las profundidades de la tierra. Una sensación de vértigo que no podía controlar le hizo recordar los días cuando era una bebé y dependía de los adultos. Se tomada en brazos y luego puesta sobre el suelo le causaba un vacío horrible en la boca del estómago. Volvió a cerrar los ojos y abrazó aún más fuerte a Lauri, cuyo rostro emanaba paz. 

 ¡Splash!

 Como si fueran un barril que surgía de las profundidades, Lauri y Lucretia terminaron su viaje no planeado. La piel de Jörmita ya no se sentía. 

  Lauri espabiló y abrió sus ojos. 

 Todo el cielo era un vórtice en el cual los violetas, púrpuras, azules y un poco de rosa. Flotaban sobre aguas azul oscuro y el único sonido que escuchaba era el del vórtice. El sonido de su respiración era un oboe que agonizaba en medio de potentes trompetas. 

  Lucretia parecía un ángel entre sus brazos. No se inmutaba de las maravillas a su alrededor. 

  ''Despierta''. Susurró.

  Poco a poco Lucretia fue despertando. 

  Cuando abrió sus ojos, estos no eran café oscuro sino escarlata, como si la bestia dentro de ella hubiese despertado. Sus ojos se movían en todas direcciones. Ya había estado en aquel lugar pero...¿Cuándo?

  ''Amigo mío, ¿acaso no recuerdas que solíamos nadar en estas aguas? Aquellos sonidos celestiales sobre nuestras cabezas fueron los que nos arrebataron del camino de la inocencia. Si no lo recuerdas, mi alma, sí''. Dijo Lucretia con sus ojos bañados en los tonos del firmamento. 

   La psique de Lauri prendió en llamas. Ahora ese cuadro de otra dimensión encajaba en el rompecabezas. 

  Sintió la necesidad de sumergirse en esas aguas misteriosas. 

  Se apartó de Lucretia, quien seguía con la mirada perdida en la orquestra galáctica. 

  Arqueó su torso y, como en un reciente sueño que había tenido se estremeció al sentir que su piel era cubierta por ese cuerpo líquido que lo abrazaba. Era como estar en el regazo de su madre, a quien juzgó mal por varios años por haberle enviado como un cordero entre bestias que él no sabía afrontar. A medida que se de dejaba llevar hacia lo más profundo, su alma se sentía más ligera pues ya entendía que el peso de tanta oscuridad era necesaria para que, como una bala de cañón, fuera lanzado a universos en donde era posible renacer. Con sus ojos cerrados, disfrutando de la surreal experiencia, lanzó un grito hacia las entrañas de ese cuerpo celestial. Abrió sus ojos para ver como las ondas y burbujas provenientes de su ser pintaban las oscuras aguas de colores que no sabía existían. Era libre. 

  Ahora estaba listo para pisar tierra firme. Comenzó a nadar hacia la superficie.

  En su camino vio una agraciada silueta que  se movía entre las aguas como una sirena. 

  La criatura giró su torso y seguido, su cuello. Una melena oscura que se perdía con el agua enmarcaba un rostro ovalado que solía atormentarlo en sus sueños más indecentes. Sus ojos de fuego lo miraron fijamente y luego se perdió en la oscuridad. 

  Su corazón se estremeció. 

  A su lado, Susanna en su forma adolescente intentaba ocultarse tras él. Los ojos verdes felinos de su amada amiga clamaban por ayuda mas él no era capaz de moverse. Una mano de hielo rodeó su muñeca. Era Elizavetta. Su melena rojiza  hacía formas sobre su rostro sin cubir sus ojos castaños rojizos. Era el mal encarnado. 




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