El Poeta Y La Sirena

Capítulo 15

Los pálidos pies de Lauri en contraste con la arena negra de esa playa cósmica, se estremecieron al sentir que la arena entre ellos se movía de forma ondulante como si de nano robots sanadores se tratara.

Sus ojos azules, perdidos en ese cielo de colores que armonizaba con el cosmos entero, querían desprenderse de lo que restaba de su condición humana para unirse a la inmensidad del origen de todo. Miró de reojo el océano oscuro y percibió unas ondas irregulares.

Giró su torso en dirección a las aguas. 

Las ondas se hacían cada vez más cercanas.

Ese comportamiento de las aguas le recordó a Jörmita.

Pero tratándose de otro mundo donde todo era superado en grandeza, podría ser una serpiente infinita que lo devoraría.

Giró el resto de su cuerpo. Las ondas no eran tan grandes como para tratarse de un gigante reptil. 

Las aguas se calmaron. 

Algo comenzó a emerger.

Una esfera negra. 

Un momento. Era una cabellera oscura. 

Una amplia frente 

Unas arqueadas cejas pobladas sobre unos ojos café oscuro que parecían lava. Esos ojos que podían matar con una mirada. Una nariz griega separaba esos volcanes. Tez bronceada. Pómulos altos que agraciaban un rostro ovalado e invitaban a perderse en los ojos de fuego o descender a unos labios pequeños y voluptuosos, que al abrirse dejaban salir risas llenas de vida que hacían danzar el gracioso lunar al lado izquierdo de su boca. Un mentón pequeño adorable. Todas esas facciones sobre un pequeño cuello grueso que albergaba en su interior unas potentes cuerdas vocales: Una voce voluminosa, squillante e di timbro scuro. 

Se detuvo en una tímida clavícula que ahora era más notoria y que servía como guía para descender a esos invitadores senos con forma de campana que hacían juego con una cintura pequeña en contraste con unas caderas prominentes que se contonean sensualmente con cada paso que da. Piernas fuertes forjadas por un caminar interminable.

Los ojos de Lucretia fijos en el rostro de Lauri.

Su rebelde cabellera castaña mojada alrededor de su rostro triangular lo hacía parecer más puro e irresistible a sus sentidos.

Sus ansias por corromper su impecable mirada azul que la miraba con devoción y miedo, se incrementaban con cada paso que daba.

Un corazón hinchado a punto de hacer ebullición y un pulso sereno para camuflar su vulnerabilidad.

Se estremeció al notar las palpitantes venas de Lauri bajo su piel pálida con torrentes de sangre llena de vida. Revolucionarios glóbulos rojos transitando frenéticamente por esos canales que gritaban a través de su blanca piel. La boca de Lucretia era estaba sedienta de todo lo que veía. Los ojos de mar de Lauri la miraban; no solo la miraba, la observaba, trataba de descifrar cada melodía proveniente de su cuerpo desnudo. La bestia en su interior hubiese arrancado su corazón de su lampiño pecho, pero frente a él era una pobre niña perdida que solamente quería reposar su cabeza hecha laberintos en su pecho y sentir el palpitar de su humano corazón.

Todo lo que anhelaba era sentir sus largos brazos alrededor de su cuerpo, curando cada herida con su toque mientras que ella lamía sus cicatrices. 

Aceleró su paso hacia el momento en el que el cosmos, desde sus guarderías de estrellas hasta la infinidad donde nuevos mundos nacían, habría dispuesto sus fuerzas creadoras para que la madre osa y el oso del sol durmiente participaran en un cortejo de miradas y caricias acumuladas que se entrelazarían en un pacto sellado con sus almas. 

Lo que no se había moldeado con el barro de la madre tierra, estaba siendo expuesto al bombardeo de todo el material del universo para ser un sueño tangible que tendría como fin único desafiar las leyes que dividen a lo humano de lo divino.

Los dioses desde sus panteones eran espectadores de ese acontecimiento sublime.

Gruñidos de la ahora fértil osa del oriente y del gentil oso del norte rompían con casi cinco siglos de hibernación en las entrañas del infierno mismo.




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