El Portador - Serie El Metamensaje

Prefacio

NOTA AL LECTOR que quiere conocer más:
Los sitios geográficos que se presentan en el libro son accesibles mediante Google Maps, siempre y cuando sean de la época actual.

Por ejemplo, si quieres ver la “avenida Corso Cristoforo Colombo en Rapallo, Italia”, solo tienes que abrir Google Maps, copiar y pegar la ubicación, seleccionar el muñequito anaranjado, arrastrarlo a la localización y soltarlo.

Y de esta forma, podrás disfrutar de un interesante paseo virtual por el lugar en el que ocurren los sucesos. Será mucho más intensa tu experiencia inmersiva de la narrativa.
Para las ubicaciones del futuro, tendremos que esperar unos cuantos siglos de actualización de Google Maps. Ja, ja, ja.

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New Denver, Consolidated States of North America - Futuro

375 años después de la Guerra, en el recinto privado del Central Region Museum, el Director Peter Markussen, caminaba de un lugar a otro, tocándose el Neurosincronizador alojado en su nuca, tratando de disminuir su nerviosismo. Esperaba la notificación de “Sistemas estables, todo listo”, para tomar el elevador a la Cronosala. Una silenciosa tensión se hacía notar en el ambiente, mientras que Richard Smith, su Cronoingeniero se acercaba a Markussen.

“Markussen, podremos tomar en cuenta la suspensión de la prueba si reconsideras los riesgos involucrados. Reitero con todo respeto, aunque técnicamente no veo objeciones, revisemos todos los puntos de seguridad de flujo de información establecidos, me crispa los nervios que algo llegue a filtrarse”.

Con una ligera transpiración en la frente, Markussen se volteó. “Bien Smith, revisa los sistemas de seguridad activos. Todo debe sentirse como otro día de trabajo en el complejo. Cualquier alteración espacial tendrá que pasar inadvertida. Somos buenos en eso. Pero tienes una hora”.

Rapallo, Italia - presente

Temprano de madrugada, sentado en su atelier sumido en los claroscuros del día que todavía no lograba amanecer, Leonardo Lahrson, insomne, dejaba vagar sus pensamientos. Ya fueron varias noches en las cuales despertaba plagado de una extraña y recurrente pesadilla.

Soñaba una experiencia cercana a la muerte, en la cual un vórtice se abría delante de él, arrastrándolo hacia un punto de energía. Inicialmente, el movimiento era lento, pero luego aumentaba vertiginosamente. A medida que el vórtice lo succionaba, sentía como su cuerpo físico comenzaba a disolverse hasta desvanecerse, absorbido por una fuerza poderosa que no le permitía escapatoria.

Sentía que su piel, luego sus órganos y finalmente su esqueleto se deshacía. Todo su ser se volvió una masa molecular, deshaciéndose al nivel atómico y finalmente terminar en una nube cuántica. Toda su conciencia quedaba envuelta en una experiencia aterradora, sin control sobre su propia existencia. Solo permanecía una sensación de estar inmerso en un mundo distorsionado y desconocido, sin identidad y en una inmensa y aterradora soledad.

Solía despertarse arrodillado en su cama, chorreando sudor por cada poro mientras las manos le dolían por aferrarse fuertemente a las varas de la cabecera de su destartalada cama. Se levantaba para lavarse, y comer algún trozo sobrante de pan, pero el sueño ya se había trasmutado a un inmisericorde insomnio.

A sus esporádicos movimientos, algunas motas de polvo bailaban encima de la mesa llena de frascos con pinceles, espátulas y brochas. Estaban ordenadamente colocadas según su tamaño y funcionalidad en columnas, que semejante a una formación militar se organizaban junto a bandejas de tubos de colores y frascos con algún líquido no identificado.

Sus pensamientos denotaban un tinte de ansiedad, — Nuevamente tengo que entregar veinte y cinco obras a la galería para que lleguen al compromiso de organizar una exposición.

Acordándose de sus primeras exposiciones, el hombre apretó los puños con fuerza,

— ¡Todo iba bien al principio! Inicialmente, el curador de la Galería de Arte Adriático recibía mis entregas con entusiasmo y las exposiciones eran aclamadas, con el público comprando rápidamente las obras. Sin embargo, las circunstancias han cambiado. Ahora necesito más tiempo para nutrir mi inspiración; no puedo soportar la presión de tener que pintar como si fuera una máquina.

Con un suspiro, el hombre volteó la cabeza hacia el lienzo en blanco para luego deslizar la vista sobre la mesa. Allí la laptop, abierta, mostrando una página de imágenes inspiradoras, que en otro momento le hubieran dado el empujón necesario para despertar un fluir mental llevando en corto tiempo el actual orden de herramientas de trabajo y colores a un delicioso caos, testigo de un arrebato de inspiración pulsante y creativo. Pero ahora, todo parecía haberse escurrido en una fisura impenetrable.

Momentáneamente, una sensación de preocupación y responsabilidad pendiente se enfocó en su relación con la galería. Sus pensamientos regresaron a su última reunión,

— ¡Y entonces, ese crítico con aires de grandeza me envió sus “valiosas” pero cínicas observaciones!— pensó con una sensación de fracaso.

— No sé qué ha pasado. No logro concentrarme, todo es una imprecisión. ¡Vaya!, donde antes danzaban colores vivos y formas audaces, ahora solo tengo un remolino indefinido de ideas que no llegan a tomar forma. ¡Y hace ya tres semanas que no logro producir nada!




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