El Portador - Serie El Metamensaje

Cap. 8. Riqueza súbita

Rapallo, Italia - presente

Los primeros rayos oblicuos de la mañana volvían a resaltar las partículas de polvo que revoloteaban alegremente en el ambiente del atelier. Cada movimiento de Leonardo las alborotaba más aún en una danza caótica.

De la misma forma, los pensamientos y las emociones encontradas de Leonardo se movían confusamente en su mente, adentrándose en sus entrañas. Este se hallaba encorvado ante la pantalla de su computadora, leyendo por enésima vez los mismos párrafos de un email enviado por un prestigioso bufete de abogados daneses:

… y en calidad de representantes legales del despacho de abogados, nos dirigimos a usted con el fin de comunicarle una importante notificación relacionada con la sucesión testamentaria de su fallecido tío, el señor Knut Lahrson.

Según consta en el testamento notariado de nuestro cliente, tenemos el honor de informarle que los fondos correspondientes a las cuentas bancarias indicadas a continuación se encuentran disponibles de manera inmediata:

Chase Manhattan Bank, Nueva York, Estados Unidos de América.

Banco UniCredit, Roma, Italia.

Estas cuentas han sido debidamente transferidas a su nombre y están a su entera disposición. Asimismo, hemos emitido instrucciones para que, en el menor tiempo posible, reciba las tarjetas de crédito asociadas a dichas cuentas.

Agradecemos su confianza en nuestros servicios y quedamos a su disposición para cualquier consulta adicional que pueda surgir …

— El tío Knut. Hmm, muchos años pasaron. No lo había visto desde que tenía 17. Íbamos a pescar con papá con su velero en la Bahía de Aarhus en Dinamarca, y de regreso pasábamos por el Museo de Arte de Aarhus. Siempre me estimulaba a pintar. “Un chico que tiene talento, debe dársele toda la formación que sea posible”, le insistía a papá, quien más bien estaba interesado en que estudiara una carrera administrativa.

— Solía mirarme, guiñar un ojo y con una enérgica palmada en mi espalda, le decía a papá: “Ya verás, este hijo tuyo, un día va a llamar la atención”.

— Qué lástima haber descuidado mis relaciones familiares durante tanto tiempo. El tío Knut, siempre que pasábamos momentos juntos, le daba impulso a mi vida. ¡Y vaya impulso que me está dando ahora!

Leonardo, nerviosamente, accedió a la página del Banco UniCredit, e introdujo los datos de autentificación, dado por el bufete, a la cuenta que aparecía a su nombre. Repentinamente, sintió que su cabeza daba vueltas dando entrecortadas bocanadas de aire. Un frío recorrió su espalda y sus hombros comenzaron a temblar.

Reenfocó su vista sobre la cifra que aparecía en la pantalla. Con los dedos debilitados por el momento, refrescó la página e introdujo las claves de usuario y acceso.

El mismo número seguía ahí, inalterado … 45.357.000 Euros con los impuestos pagados.

Con paso tembloroso, Leonardo atravesó el atelier en busca de una botella de Grappa, un aguardiente italiano, para tomar un profundo trago, y otro más. Dejando la botella entre frascos de mermelada llenos de pinceles, regresó arrastrando los pies sobre el desvencijado piso de madera.

— ¡No puedo creerlo! ¿Será verdad? Veamos cuánto me dejó el tío Knut en el banco americano.

Leonardo se agarró de su silla, un mareo lo iba a hacer caer. ¡La cuenta del Chase Manhattan Bank registraba fondos por 368.075.000 dólares netos! Se levantó para tomarse cuatro largos tragos de Grappa y sentarse ligeramente mareado sobre el viejo sofá salpicado de manchas multicolores de pintura.

— Todavía no puedo creerlo. El tío Knut tenía dinero; sin embargo, siempre se mostró como un hombre sencillo. ¡Pero no me imaginaba que fuera tan rico! … ¡Y me lo dejó todo! Ya cálmate Leonardo, no te vuelvas loco, ¿y ahora qué hago? — pensó.

Una hora después, Leonardo llamó al bufete de abogados en Copenhague, capital de Dinamarca, solicitando la recomendación de una empresa asesora de confianza. Más tarde, un email entró en su bandeja sugiriendo dos empresas importantes. Una le ayudaría responsablemente a administrar los fondos y la otra le proveería muy discretamente toda la seguridad de resguardo que su ahora significativa posición iba a requerir.

El bufete le indicó que en horas de la tarde sería contactado por representantes de ambas empresas para manejar dignamente su caso.

Ya para el principio de la tarde, Leonardo contaba con el apoyo administrativo del manejo de su nueva fortuna, y estaba esperando la llegada del agente de la empresa de servicios de seguridad.

El sonido del timbre resonó en la tranquila casa de Leonardo. Al abrir la puerta, se encontró con un hombre de porte elegante y una expresión seria. El visitante se presentó como el representante de la prestigiosa agencia de seguridad recomendada por el bufete de abogados de Copenhague.

Leonardo invitó al hombre a entrar y se dirigieron al desgastado sofá en la sala de estar. El representante comenzó a explicar meticulosamente cómo iban a establecer el sistema de seguridad personalizado. Sus palabras eran como un tejido, una red protectora alrededor de la casa, asegurando que ningún peligro pudiera penetrar.

Mientras escuchaba atentamente, Leonardo imaginaba las cámaras discretas, los sensores de movimiento y las alarmas silenciosas que pronto formarían parte de su vida cotidiana.




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