Rapallo, Italia - presente
Leonardo, luego de despedirse de Antonio De Luca, quien había logrado alquilar una pieza en las inmediaciones de la vivienda del pintor, entró a la casa. Después de una mañana agradable, estaba nuevamente inspirado para vestir sus ropas de trabajo lleno de manchas multicolores, tomar los pinceles y comenzar a entregarse a la creatividad. Un buen ánimo le embargaba. Sentirse con dinero, asesoramiento financiero y protección dejaba una gran cantidad de preocupaciones fuera de su atención inmediata.
— Al fin podré dedicarme de lleno a la actividad artística de por vida. Pudiendo exponer en distintos lugares y diferentes países. No tendré que depender más de las presiones y pobres comentarios de ese estúpido genovés Giovanni Figarello. Lo que necesito es pintar, y luego contratar una buena agencia que se encargue de promover mis obras. Si me pongo a pensar, todo depende de la influencia que pueda lograr en los críticos de arte. Si escuchan mucho de mí, se sentirán inclinados a favorecerme. Cuestión de psicología social y dinero influyente.
Leonardo se reía para sus adentros mientras revolvía los tubos de colores en busca de los más adecuados. — Muchos pintores famosos hubieran pasado desapercibidos sin el apoyo de algunos críticos que veían las obras del pintor como una plataforma para destacarse en su medio y revolcarse en su propia vanidad. Con mi talento y algo de ayuda de los medios, estoy seguro de que podré impulsarme.
Ya estaba cayendo la tarde, la obra se desarrollaba lenta pero satisfactoriamente. Leonardo perdía la diferenciación de matices de algunos colores, por lo cual resolvió prender las luces. Mientras se quedaba evaluando las armonías y contrastes de sus pinceladas, una leve sensación recorría su cuerpo.
Leonardo paró en seco. Nunca había sentido ese estímulo. Comenzó a angustiarse, recordando aquella noche perturbadora, sintiendo su corazón latir con fuerza. Pero un estado de agradable bienestar inició el recorrido por su cuerpo. Su angustia desapareció y recobró un ritmo cardíaco suave y armónico.
Su mente y su cuerpo registraron la emoción como el de un encuentro con un buen amigo que no se había visto en mucho tiempo. Ese estar juntos de nuevo, experimentar el alivio y la alegría de recuperar esa amistad interrumpida hace años.
— ¿Qué me está pasando? ¿Estoy alucinando o estaré enfermo? — Leonardo se sentía perplejo y desorientado. Una onda de confianza en sí mismo, más la sensación de sentirse alerta y en óptimas condiciones físicas, le convencieron de que no era así. Se quitó la camisa y fue a mirarse en el espejo. El reflejo le mostraba un hombre con ojos descansados, rostro tranquilo, hombros echados atrás y pecho saliente.
— ¿Cómo es eso? Leonardo, ¡te ves formidable, como un atleta!
Entre risa y satisfacción flexionaba los brazos ante el espejo.
— Bueno, no me veo exactamente como un atleta, pero me siento como si fuera uno. Aunque, ¿de dónde viene todo esto? Para ser franco y mirar las cosas como son, lo que está sucediendo no es normal. Primero la herencia. De la noche a la mañana soy millonario. Luego lo que pasó anteriormente, eso sí que no fue algo normal, pero estoy seguro de que sucedió. Pero ahora me siento mental y físicamente vigoroso. No es mi condición normal… ¿Y, de donde saqué esta postura que vi en mi reflejo? Yo más bien tenía los hombros caídos y tendía a caminar medio encorvado. Mi padre siempre me regañaba por andar así.
Se sentó reflexionando sobre la situación, pero no le hallaba lógica. Comenzó a sentir un fuerte deseo de dormir. Viendo que ya era de noche, desistió en seguir trabajando, y luego de una frugal cena, arrastrando los pies, se fue a la cama. Con el último esfuerzo de voluntad logró ponerse la pijama antes de caer en la cama como un tronco.
Iniciando un algoritmo para la intercomunicación mejorada, el Neurosincronizador hizo crecer sus terminales nerviosos, conectando con partes cerebrales de procesamiento de información y lenguaje. Enzimas estimulantes fueron liberadas al torrente sanguíneo, irrigando el cerebro y generando una intensa actividad de formación de nuevas redes neuronales. El proceso, como un tejido cerebral en constante expansión, tejía conexiones más fuertes entre las regiones cognitivas y lingüísticas. Las sinapsis se multiplicaban, como hilos de conocimiento entrelazados, y la mente de Leonardo se convertía en un vasto campo de posibilidades. Sus pensamientos podían ahora fluir con mayor claridad. El Neurosincronizador había desbloqueado una nueva dimensión de comunicación, donde las ideas se transmitían sin barreras verbales. Los conceptos estaban dispuestos a fusionarse en una sinfonía de ideas compartidas.
Afuera, una fría noche de cielo cristalino mostraba estrellas en todo su brillo, mientras una luna menguante creaba resplandecientes reflejos sobre las suaves olas de la bahía de Rapallo. Leonardo abrió los ojos, se estiró largamente en su cama, se levantó ágilmente y abriendo la ventana de par en par, aspiró una profunda bocanada del frío aire marítimo. No se sentía tan bien desde que era un niño.
Asombrado de sí mismo, volvió a sus pensamientos. — Todavía es de noche. ¿Qué hago despierto a estas horas? Generalmente, duermo hasta que el sol me despierta. Vamos, esto no es normal. — pensó rascándose la cabeza. Percibía una energía vibrante en todo su cuerpo, un impulso de vivir este día con un ánimo indetenible.
Habiendo ido a la cocina, sintió el impulso de prepararse un desayuno soberbio. En la mesa se amontonaban los ingredientes, huevos, harina y papas para una gran tortilla. La jarra del café de ayer, calentando en el microondas. Agarró un yogur. Le siguió un plato con manzanas y uvas. Adicionó un frasco con nueces y un vaso con leche. Mientras preparaba la tortilla, devoraba hambrientamente cuanta cosa estuviera disponible. Finalmente, después de dejar solo algunos restos, se estiró satisfecho en la desvencijada silla, contemplando el alba que anunciaba el nacimiento de un nuevo día.
Editado: 30.08.2024