El Portador - Serie El Metamensaje

Cap. 11. Un viaje espacio-temporal

Rapallo, Italia - presente

Antonio De Luca, a petición de Leonardo, le había recomendado una rutina de ejercicios. Comenzó a correr por las mañanas acompañado por uno de los escoltas. Y por la tarde entrenaba en un pequeño gimnasio cercano. El resto del tiempo lo invertía en pintar con inspiración y energía.

La única señal visible de disponer de dinero fue contratar una costosa empresa de decoración interna y remodelar el atelier según los conceptos más modernos de distribución espacial, iluminación y control ambiental de climatización. Salieron las viejas mesas para ser sustituidas por una mesa grande, estantes y gaveteros. El sofá viejo fue dado de baja y sustituido por otro de configuración variable, para servir como zona de descanso o momentos de reflexión. El viejo caballete que Leonardo había comprado en un mercado de pulgas fue reemplazado por un extraordinario caballete Mabef de estudio.

Durante los siguientes días, la relación entre Leonardo y su Neurosincronizador se profundizó. Leonardo aprendió a discernir e interpretar mejor las respuestas, y el organismo simbiótico aprendió a comunicarse de una manera más entendible y precisa. “Esto no es tan directo como hablar verbalmente”, reflexionó Leonardo, “pero estas prácticas de comunicación empática dan cada vez más sentido. Así evitamos ambigüedades y malos entendidos. Además, me gusta que sea muy discreto. Si quiere comunicarse conmigo, se anuncia y espera. No es intrusivo y muy respetuoso. Vaya, comienza uno a acostumbrarse”, pensó con cierto asomo de diversión.

El Neurosincronizador revisaba el cuerpo de Leonardo para el viaje temporal, comparándolo con los estándares impregnados en su memoria. La rutina de ejercicios que Leonardo le solicitó a su coordinador de seguridad fue una convicción creciente en su mente, modulada por el Neurosincronizador. Este desarrollaba un creciente reforzamiento de su sistema inmunológico. Antes de iniciar su traslado temporal, Leonardo debía estar inmunizado contra todo microorganismo que amenazaría a un cuerpo del presente en el ambiente del futuro.

Externamente, Leonardo no parecía haber cambiado mucho. Solo mostraba más energía y una mejor postura. Sin embargo, el Neurosincronizador no paraba de alterar el metabolismo de su cuerpo. Leonardo pudo darse cuenta de que su ritmo cardíaco y respiración habituales habían cambiado, al igual que su presión arterial.

Pero la alteración del cuerpo era más profunda de lo que Leonardo sospechaba. Las células del cuerpo tendrían que estar en sintonía con el nuevo período temporal. El Neurosincronizador trabajaba en la alineación celular, ajustando los ritmos circadianos y los ciclos celulares, para evitar un choque biológico al llegar a una época diferente. Asimismo, ajustaba la percepción visual, auditiva y táctil para lograr una rápida adaptación al nuevo entorno.

Cada día, todo su organismo estaba acercándose a los parámetros necesarios para dar el salto en el tiempo.

Un día, el Neurosincronizador dio un aviso de comunicación.

— Hola, no te habías manifestado en tiempo. — pensó Leonardo.

.

— Percibo que me quieres comunicar algo de urgencia.

.

— ¿De qué se trata?

Listo. Viajar.

— ¡No me asustes, no estoy preparado! — protestó.

Tu cuerpo, preparado. Notificar futuro. Creadores preparar viaje. Mañana.

— ¡Mañana viajo, pero no sé qué hacer, no me indicaste nada! — pensó alarmado Leonardo.

Descansa, yo guío, yo protejo. — Las impresiones empáticas cesaron. Nuevamente, Leonardo experimentaba una mente dejada a su propia condición normal.

Una sonda de actualización emergió flotando de un poro en la nuca arrastrada por suaves corrientes de aire a través de la habitación. Sentado en una moderna silla de su nuevo atelier, Leonardo meditaba sobre su última conversación con aquel ser que compartía un lugar común sin hacerse notar. De repente, una distorsión del espacio captó su atención. Un brillo repentino, semejante al de una estrella nocturna, se hizo notar y luego todo volvió a la normalidad.

— Esto debe estar relacionado con el ente. Me pareció haber visto estos pequeños destellos varias veces en esta casa, pero nunca tan de cerca. Se lo preguntaré la próxima vez que me contacte — reflexionó Leonardo.

El cansancio lo condujo a su cama. — ¿Por qué me acuesto tan temprano para despertar en la madrugada, cuando aún nadie en este pueblo ha encendido siquiera una luz? — se preguntaba internamente. Trató de luchar contra el sueño que invadía cada parte de su ser hasta quedar roncando.

Unas horas más tarde despertó repentinamente de un sueño intranquilo.

Despierta.

— ¿Qué está pasando? — pregunto en sus somnolientos pensamientos.

Quitar ropa. Desnudo, en el piso. Yo te guio.

— ¿Qué? — Leonardo sintió el susto recorrer toda su espalda y un nudo en el estómago.

En respuesta, una sensación de calma comenzó a extenderse por todo su cuerpo.

Desnudo, en el piso. Acostado, brazos a los lados.— resonó como una orden imperante en su mente.




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