El Portador - Serie El Metamensaje

Cap. 17. Un paseo seductivo.

New Denver, Consolidated States of North America - Futuro

Leonardo despertó temprano, luego de pasar la noche en la cama más exquisita que haya probado en su vida.

Sintió una suave brisa con olor a campo recorrer su rostro. Al abrir los ojos, se hallaba parcialmente rodeado de una campiña florida de suaves colinas con parches de pequeños bosques de pino. Entre las ramas de los árboles cercanos, meciéndose con el viento, los rayos del sol entraban en el dormitorio. Con movimientos bruscos, una ardilla zigzagueaba por el tronco, mientras una zorra de cola roja cuidadosamente se escondía en la maleza. Un pájaro carpintero pasó al lado de su cama, describiendo un arco ascendente antes de terminar posándose sobre una rama para martillar la superficie con su pico.

Inicialmente se sintió confundido. No captaba porque estaba ahí. A medida que despejaba la cabeza de los efectos de un sueño profundo, recordaba los eventos recientes. Fascinado contemplaba el ambiente artificial alrededor suyo inhalando el suave aroma de una fresca mañana.

Un movimiento le llamó la atención. De entre la imagen holográfica, Cassandra se adentró al dormitorio con un atuendo elegante y femenino, que resaltaba su figura y le daba un aspecto sofisticado. Una tabla flotante llena de alimentos la seguía.

“Buenos días, Leonardo, espero que hayas tenido un sueño reparador después del tan agitado día de ayer”, saludó con una dulce sonrisa. “Mira, te traje un desayuno típico, nada especial, pero sí es lo que uno necesita para comenzar las actividades de hoy”.

Cassandra se sentó en la cama al lado de él, dando la orden de que asumiera una posición más derecha. Con movimientos hábiles acomodó la almohada de Leonardo y desplazó la tabla ante él.

“Aquí tienes Café Kilimanjaro de África, unas empanadas brasileñas de capibara, tortillas de papas con algas y tiras de carne cultivada de araña Porsha.
Además, una jarra de jugo de mangostán y lichi, con un toque de limón para rebajar el exceso de sabor dulce”.

Cassandra troceó las empanadas y las tortillas y comenzó a llevarle la comida a la boca del sorprendido Leonardo. “No estoy acostumbrado a que me sirvan la comida de esa forma. ¿Es esa su costumbre?”

“Sí, en esta cultura, solemos darle una profunda atención a nuestros invitados si están en nuestra casa. Llevarle comida a la boca es una tradición antigua, de cuando no había muchos alimentos en la tierra. Indica que nos esforzamos en ofrecerle vida al huésped”.

“Ok, me parecen muy agradables sus costumbres. Veo que aquí todo lleva un profundo significado en su cultura”, dijo Leonardo.

“Los tiempos difíciles de la posguerra, dejaron una profunda marca en nuestra civilización. Siempre debemos mostrar agradecimiento en todo lo que hagamos”, mencionó Cassandra.

“Cassandra, quisiera saber si es posible ir a la superficie, aunque sea para visitar el museo que está arriba”.

“Déjame preguntarle al Director Peter Markussen. Él es quien daría la autorización si lo considera conveniente. Me comunicaré con su Neurosincronizador”.

Después de un tiempo de espera, en el cual Leonardo disfrutó de ser alimentado con pequeños trozos de comida y beber el exquisito café Kilimanjaro, Cassandra indicó que Peter Markussen autorizó un paseo por el Museo.

“Pero puso como condición que no entrarás en conversación con nadie de los visitantes y los empleados. Seré tu guía, pero también tu cuidadora. Te sujetarás a todas mis indicaciones”.

“Está bien Cassandra, lo que tú digas. No quiero perderme por nada esta oportunidad única de contemplar las artes de las épocas”.

Cassandra se dirigió a una portezuela en la pared y sacó un conjunto nuevo de ropa.

“Vístete con esta ropa. Parecerás un visitante más entre la gente”.

Leonardo comenzó a desvestirse ante la mirada de aparente indiferencia ginoide de Cassandra.

“Todavía no sé defenderme con esta ropa novedosa para mí. ¿Me ayudas?”, pidió con cierta intención de evaluar si detectaba alguna reacción humana de la ginoide, mientras su Neurosincronizador comenzaba a analizar furtivamente sus micro reacciones.

Cassandra manteniendo su actitud de profesional indiferencia ante la desnudez de Leonardo, registró sorprendida una atracción inesperada hacia él. Intrigada revisaba sus sistemas sin hallar alguna anomalía.

Mientras las sondas de intervención manipulaban los programas de seguridad de su controlador cyborg, un sentimiento de feminidad humana recorría delicadamente sus sensores. Percibió una nueva conciencia abriéndose paso entre la fusión de lo natural y lo artificial.

Con movimientos más lentos de lo normal alcanzaba pieza por pieza a Leonardo, ajustando su ropa donde hacía falta, mientras que sus ojos cibernéticos contemplaban su cuerpo bajo un nuevo enfoque.

Fingiendo un repentino desequilibrio al colocarse unos zapatos de diseño distinto al que había llevado el día anterior, Leonardo se sujetó de la esbelta cintura de Cassandra. Esta, en un gesto programado de estabilización, deslizó la mano sobre su espalda. Con el brazo rodeándola y su propio contacto con Leonardo, Cassandra sintió que sus sensores cutáneos generaban un estímulo interpretado como altamente agradable. Un recuerdo vago surgió en su mente humana reforzando una creciente identidad femenina.




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