El Portador - Serie El Metamensaje

Cap. 19. Una inspiración riesgosa

Rapallo, Italia - presente

Leonardo despertó de repente. Sentía que flotaba en el aire, cuando cayó de golpe sobre la alfombra. Con un quejido se enderezó. Miró el reloj tirado sobre la alfombra. Marcaba las 6:22 de la mañana. Una ambulancia con la sirena prendida pasó frente a su casa, mientras que los primeros rayos del sol entraron por su ventana iluminando ese cuadro que Leonardo nunca quiso vender. Buscó su celular: carga al 55% como lo revisó la última vez y marcando la misma fecha.

— Hola Leonardo, ¡ya llegamos! — sonó alegremente la voz de su Alter Ego en la mente.

— Con éste golpe, quién no se daría cuenta. — gruñó frotándose la cabeza.

— No se me ocurrió otra cosa cuando salimos. La próxima vez, coloca una colchoneta. — se disculpó su Neurosincronizador.

— Seguro que sí. ¿Pero habrá una próxima vez?

— No lo sé, tal vez sí, tal vez no.

— Hmm, eso es lo que pasa al tener un Neurosincronizador con mi propia personalidad. Falta que haga chistes sobre mí mismo.

— ¿Quieres que te haga chistes sobre nosotros? El humor es una de las funciones requeridas para tu balance emocional. — , ofreció el Neurosincronizador.

— No déjalo así por ahora. Por si acaso voy a comprar una alfombra gruesa y acolchada. Esos caballeros de la Cronosala como que siempre andan apresurando las cosas. Uno no sabe cuándo le tocaría otro viaje.

Con un dejo de nostalgia, pensó en Cassandra. Acaba de besarla y ya estába a cientos de años de distancia. — Fue una aventura de dos días, y cómo nos alteró la vida.

— Alter Ego. ¿Ya soltaste la sonda de actualización?

— Estoy a punto.

— ¿Puedes agregar un mensaje encriptado para Cassandra, diciéndole que llegue bien y que le envío un abrazo y un beso a la italiana?

— Entendido, tu mensaje está encriptado y furtivo. Solo ella podrá saber cómo leerlo entre toda la data. — comentó servicialmente el Neurosincronizador.

— Excelente. — concluyó Leonardo.

— Alter Ego. ¿Por qué tengo tanta hambre? Hace poco comí un buen desayuno servido por Cassandra.

— Según mi relucientemente nueva base de datos, la comida ingerida que no fue procesada e integrada como parte de tu cuerpo, simplemente quedó en el futuro. Eso incluye hasta la cena pasada. Sugiero que tomes un buen desayuno campestre para recuperar fuerzas.

— Con éstos viajes temporales uno se descuida y se pone flaco, ¿no?

— Ja, ja, ja. Así es. — , sonaba la risa del Neurosincronizador en su mente.
El hambre en Leonardo surgía junto con un deseo creciente a preparar los materiales de pintura para comenzar a pintar. Sorprendido de la fuerza que lo impulsaba de forma seductora, se dejó llevar a su atelier, recién decorado y equipado con lo último en cuanto al desarrollo del arte pictórico. Comenzó un exhaustivo inventario de todos los nuevos artículos que había adquirido recientemente y familiarizarse con sus ubicaciones.

— Hmm, de veras estoy un tanto desorientado. Tengo muchos más materiales de lo que disponía en toda mi vida. Pero me da que no habrá pincel, espátula o pintura que no se desgaste en mis manos.

Resistió con determinación el ánimo de colocar un lienzo ya preparado sobre el caballete. — Primero, lo primero. Aquí para producir, tengo que comer.

Llamó a Antonio De Luca, el Coordinador de Seguridad, para que le llevaran un buen desayuno genovés, mientras comenzaba a seleccionar pinceles y pinturas.

Al rato Franco Zanella, uno de sus guardaespaldas, se presentó con un típico desayuno de la región de la Liguria italiana.

“Buongiorno Signore Leonardo, le traje un buen desayuno que prepara mi prima que vive cerca de aquí. Es una buena cocinera y espero que disfrute esta Focaccia di Recco, una variante de la focaccia, rellena con queso Cabannina caliente más un buen café capuchino. Siempre es más seguro que pida la comida a través de nosotros. Así nadie sabrá para quien es, ¡y le aseguro que no se arrepentirá en cuanto a sabor y calidad! No solo somos especialistas en seguridad,” aseguró el robusto genovés con una ancha sonrisa.

Leonardo no pudo resistir caminar por su atelier mientras comía focaccia, diseminando grumos y salpicaduras del capuchino por el piso. Con grandes y hambrientos bocados tragaba, enfocando su atención a los materiales organizados en la mesa de trabajo y volviendo la mirada al lienzo blanco. Una imagen parecía proyectarse sobre la superficie de la tela, pero era más bien en su mente que en su vista.

— ¡Alter Ego! — llamó mentalmente a su Neurosincronizador. — ¡Hola, ya estás comenzando a crear! — resonó una voz que parecía venir de varios lugares de la habitación. Leonardo se volteó sorprendido como buscando el origen de la voz.

— No te sorprendas, todavía estoy haciendo ajustes en nuestra interrelación. Conecté mi red neuronal a tu centro de orientación espacial, así que mis pensamientos parecerán venir de afuera. Esto mejorará considerablemente la comunicación y será menos estresante para tu psique.

— Ok, realmente te percibo de una forma más natural, aunque un poco desorientada. Por cierto, creo que es mi tono de voz que estás usando, ¿así es como suena? — preguntó Leonardo.




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