El Portador - Serie El Metamensaje

Cap. 21. El metamensaje en acción

Rapallo, Italia - presente

Tres horas después, Leonardo contestó la llamada entrante de un Giovanni Figarello significativamente alterado.

“Leonardo, ¿Qué me estás mandando? ¿Acaso soy estúpido? ¿Crees que no me doy cuenta de que este arte no es tuyo? Te conozco bien. ¡No eres capaz de cambiar en dos meses a ese estilo! Nada concuerda contigo, o tus trazos, tus combinaciones de colores, ni estos niveles de calidad.

¿Estás representando a un grupo de esos pintores industrializados, que generan imágenes de inteligencia artificial para luego copiarlas? Mira Leonardo, a mí no me engañas, este negocio tuyo huele mal. Yo lucho por preservar el arte verdadero, no las imitaciones. ¡Mi tiempo es demasiado valioso como para perderlo en tus engaños! ¡Y aun si llegaras frente a mí galería con dos o tres cuadros, no te dejaría entrar! ¡Dudaré que los hayas hecho tú!”

Leonardo trató infructuosamente de iniciar una defensa, pero todo intento fue en vano, Figarello simplemente no lo dejaba hablar.

“Mira Leonardo, no es la primera vez que me tratan de embaucar. Eres un pintor de poca monta, has llegado a lo más bajo que un artista puede llegar. ¡No sirves ni para ejercer adecuadamente de estafador!”

Leonardo, estupefacto, se quedó mirando el celular que daba un mensaje de llamada terminada. — Alter Ego, esto de veras me dejó perplejo. Este hombre literalmente explotó. ¡No mostró ninguna reacción al metamensaje!

— Hay varias posibilidades.— sonó la voz del Neurosinconizador como colgada en el espacio frontal de Leonardo.

— Tal vez tenía de entrada una reacción de bloqueo reforzada por un estado de enojo predispuesto. También puede ser que no dedicó más que una ojeada a las imágenes sin ampliarlas, por lo que el mensaje no pudo ser integrado a su proceso mental. Quizás sea insensible al metamensaje, una pequeña parte de la población no reaccionará en absoluto.

— Ok, él se lo pierde. Tampoco yo perderé mi valioso tiempo con ese mequetrefe. — expresó enojadamente Leonardo.

Leonardo contactó a su agencia publicitaria para poder ubicar algunas galerías de renombre en las cuales exhibir sus obras.

“Signore Lahrson,” sonó la voz de su gerente de cuenta en el celular, “dado que no tiene un nombre conocido, le sugiero que pinte por lo menos veinticinco obras".

"Buscaremos una galería de renombre y apoyaremos su exposición con una campaña publicitaria para la región donde la lleve a cabo. Según los resultados, reafirmamos su imagen. ¡Estoy seguro que después de la primera exhibición, se estarán peleando por tener sus cuadros en sus galerías!”

Leonardo, siguiendo el consejo de su agencia publicitaria, se encerró en su atelier, dejándose absorber por una inspiración avasalladora. A medida que avanzaba, su Neurosincronizador se veía obligado a luchar contra las continuas oleadas subliminales que buscaban burlar el cerco protector establecido.

— Leonardo, tu exposición continua a los metamensajes, me obliga a ir creando variaciones de las rutinas de protección con que cuido tu conciencia. Hay continuos intentos de la programación del mensaje para penetrarla.— comentó el Neurosincronizador.

— Aunque configuro los elementos que integro durante el desarrollo de tu pintura, el metamensaje no se forma en tu mente sino solo sobre el lienzo. Pero de allí quiere retornar a tu psique para tomar dominio. Es un trabajo constante que llevo a cabo. — añadió.

— Menos mal que cuento contigo. — observó distraídamente Leonardo mientras se concentraba en llevar a cabo unos complejos trazos.

Florencia, Italia - presente

Los días pasaron y el rack de pinturas del atelier comenzó a llenarse. Al llegar a las veinticinco obras, Leonardo notificó a la agencia para que enviara al fotógrafo para la correspondiente actualización del portafolios.

En pocas horas, la agencia le avisó que dos galerías mostraron interés en exponer las obras de Leonardo si le cubrían los costos de promoción de la exposición.

La primera exposición sería en la Arcadia Art Gallery, una antigua, pero hermosa casa ubicada en la calle Borgo Santo Apostoli de Florencia. La vía era angosta y medieval, con altas fachadas que apenas permitían la entrada de la luz. Un portón arqueado y enrejado daba paso a un hermoso jardín interior con plantas de plátano. Bordeando un platanal, el pintoresco camino de grava llevaba a la puerta verde de cristal de la galería, divisándose más allá una pared llena de exquisitas pinturas.

Por asuntos de seguridad, y por medio de un adelanto bien recibido por el curador, Leonardo pudo dar la orden que todas sus obras fueran trasladadas en embalajes cerrados y colgados en las paredes, cubiertos con una cubierta plástica que ocultaba el lienzo.

Solo el Técnico de Montaje de Exposiciones pudo desembalar y apreciar los cuadros. Después de colgar las pinturas, en un estado visiblemente perturbado, pidió el día libre, yéndose sin mucho preámbulo a su casa para sorpresa de sus compañeros de trabajo.

Esperando el inicio de la exhibición, Leonardo paseaba contemplativamente entre las naves de exposición de la galería, donde 20 de sus obras colgaban de las paredes blancas y los espacios silenciosos.

Como pintor emergente, Leonardo compartía la apertura del evento de exposición con dos otros pintores de mayor trayectoria artística.




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