El portal a Apricon.

04

Por mi salud mental, seguí creyendo que era un sueño y que pronto despertaría. también acepte a volver al Cuartel de Apricon.

—Ay, disculpa, no preguntamos tu nombre —exclamó Annalis.

—Milenka.

— ¡Que extraño nombre! —se mofó Nerón junto con el de pelo blanco, y la serpiente de Krohonan le mordió el brazo.

—Me parece un nombre... exótico.

Mi nombre le parece extraño? ella parece un avestruz.

—¿Esto en serio es real? —volví a preguntar.

—Si, ustedes nos llaman: mitos o leyendas; nosotros reconocemos a los humanos como Demonios.

—Que lindos —di a conocer mi sarcasmo

—No lo tomes personas, somos los únicos que quedamos después de la batalla contra los humanos en la edad media, cada vez quedamos menos especies.

—Por eso la amable bienvenida —apuntó Nerón.

—¿Encerrándome y siendo custodiada por un horrible ciclope?

—¡No le digas así! —me reprende Annalis—. Puedes herir sus sentimientos.

—Típico de humanos —mofó Krohonan.

—¿Que quisiste decir con eso? —me gire a encararlo.

—Es típico que ustedes los humanos juzguen todo por su apariencia, esos los hacen más despreciables.

Quería contradecirlo, pero no tenía ningún argumento. él tenía razón y por alguna razón eso me molestaba.

—Todo esto es nuevo para ti —me defendió Annalis—. Es normal que estuvieras impactada, lamento lo del calabozo.

—Pudo ser peor —animó el chico del que aún no sé su nombre.

—Mandarte con los minotauros

Las palabras de Nerón hicieron que se me bajaran los colores de la cara.

—¡Está mintiendo! —Annalis rio con nerviosismo—. El laberinto del Minos lo usamos solamente con los que sentenciamos a muerte.

—Ah, me alegro. Eso me tranquiliza mucho.

Creo que ellos no reconocen el sarcasmo por el chico de cabello blanco y Annalis sonríen satisfechos.

—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó ella.

—Estaba de excursión con unos amigos, encontré un lago que en mi mundo consideraban peligrosos. un caballo me empujó al lago.

—¿El lago era blanco? —inquirió.

—Completamente

Los hombres se miraron entre sí, con los ojos abiertos como si estuvieran asombrados... o asustados.

—Que extraño... —murmuro pensativa—. los lagos de hipocampo se cerraron hace siglos, cuando ellos se extinguieron

—¿Hipocampos? ¿eso en verdad existe?

Annalis afincó su mirada en mí y el hombre de 2 seis colas se cruzó de brazos, resistiendo la risa.

—Pero el que vi era un caballo normal, con cuatro patas. ¿que los hipocampos no tienen cola de pez?

—Dentro de agua —explicó Annalis—, si suben a la superficie su apariencia cambia

Krohonan se metió en la conversación:

—Lo que no tiene sentido es ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué, tu una inmunda humana?

—¡OYE!

—Apestas —se tapó la nariz.

—La última vez que los hipocampos aparecieron fue en la guerra Media —acoto el de cabello blanco.

—Apricon está en paz desde que desaparecieron las sirenas.

Ah, de paso existe sirenas.

—Si... aaam... con respecto a eso Ana —por primera vez se ve a Krohonan nervioso.

Empujó a Nerón pidiendo claramente que hablara con él.

—Se... Se reveló que el ataco del pueblo aledaño fue a causa de una... si...re...na

¿Por qué parecía que le tenían miedo a Annalis?

Ella parpadeo.

Se levantó de su silla con mucha calma y si no fuese porque el de cabello blanco se interpuso a tiempo, sus filosas alas me hubieran atravesado.

De un momento a otro Annalis explayo sus alas y las plumas fueron expulsadas cual balas.

—¿¡Y CUANDO PENSABAN DECIRME?!

Nerón se ocultó detrás de Krohonan.

—Ho-Hoy

—¿¡Cuando lo supieron?!

Krohonan se apartó, dejando expuesto a Nerón.

—U-una se-semana.

Fue solo un parpadeo, parpadee una sola vez y eso le bastó a Annalis a llevar a Nerón a la cima de la cúpula y dejarlo caer en la cascada.

El de cabello blanco se giró hacia mí, dándome un poco de contexto.

—Después de la guerra media fueron una de las criaturas que más rencor guardaron y por su sed de venganza quisieron poner a muchos pueblos en contra.

» Quienes no estaban de su lado ellas les hacían la guerra, por años, nuestros antepasados intentaron defendernos de ellas.

—¿Es por eso que estas aquí? —cuestiona Krohonan—. ¿Para ayudarnos a combatir a las sirenas? ¡Estamos muertos!

Annalis aterrizó, se le veía un poco más calmada; me examinó de pies a cabeza, pero en su mirada hubo algo que me alarmó.

—O tal vez, a salvo —concluyó con esperanza.




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