—Entonces ¿qué paso? —Válian le preguntó a Neron mientras la enfermera, mitad serpiente, se aseguraba que sus signos vitales estuvieran estables.
—¡Entró Annalis como una ráfaga de viento, con su bastón empezó a luchar con la sirena mientras yo intentaba controlar las llamas...!
Quisiera prestar más atención, pero mitad del cuerpo de esa mujer me llenaba de angustia encarnando a la villana de los videojuegos de mi hermano. se arrastraba con delicadeza, elegancia y femineidad, pero mi mente la veía como algo espeluznante.
—¿Pero ¿cómo entró? reforzaron la seguridad en los límites —cuestionó Válian.
Una pregunta mucho mejor era ¿dónde estaba Krohonan?
El cuartel había sido atacado, todos los guardias salieron, pero ni su sombra ni se asomó.
Krohonan, mano derecha de Annalis, no apareció cuando más lo necesitábamos.
—¿Y por qué, entre todos los lugares eligió ir a atacarte?
La inquietud de Válian me hizo formular varias teorías, todas disparatadas salidas de película que tenían como protagonista al basilisco.
Ninguna de las preguntas se respondió por la aparición de la líder.
—¿Como te sientes? —habló bajo, casi inaudible.
—Mejor que tu —contestó Neron en un tono de burla.
—¿Que le pasó a tu voz? —me acerque preocupada.
—Inhaló mucho humo —contestó la enfermera—. Se recuperará pronto.
—Solo vine a decirles que Krohonan llegará al alba con un informe de la seguridad, se fue a investigar los límites de Apricon por si vieron a alguien extraño entrar.
Era el momento.
—¿Y ahora? ¿dónde estaba hace unas horas que nos atacaron?
Annalis miró a Nerón, buscando algún apoyo o excusa para calmarme.
—La habitación donde te quedabas era de él —contestó el zorro—, por lo que tuvo que rentar una habitación en el pueblo.
—Krohonan no duerme en el cuartel desde tu llegada —finalizó Annalis dejándome con el corazón en la garganta.
Hubo silencio por un momento en donde no supe a donde mirar y fui consenciente de mi actitud conspiranoica.
Soy una ingrata.
El quejido de dolor de parte de la arpía nos atrajo a todos.
—Anna, ¿estás bien? —preguntó Neron.
—Si... solo es el ala.
—Te cayó un techo encima, milagro que sigas viva —resopló Neron.
—Déjeme revisar —se acercó la enfermera—. ¿Quiere analgésico?
—¿Me dejara de doler?
La enfermera sonrió, mostrando sus colmillos blancos, dando media vuelta para buscar algo en los cajones.
—Solo sentirá un peñisquito.
Apretó la aguja soltando un chorro de medicina
—¡No! —se alejó rápidamente—. Iré a descansar.
—Muy bien, recuerde tomar mucha agua e hidratarse.
—Así haré. Y Válian, cuando te desocupes puedes venir a mi oficina.
—¿A-a solas? —cuestionó Neron.
Ni siquiera cerró la puerta, Annalis salió corriendo y no pude evitar reírme.
—¿Por qué contigo?
Válian se limitó a no dejarse rebajar al nivel del zorro.
—No imagine que le tuviera miedo a las inyecciones.
Digo, por las garras del tamaño de mi cara es irónico
Válian observó a la enfermera guardar sus utensilios en el gabinete.
—No le tiene miedo —mencionó.
—Tampoco es que era muy pequeña esa aguja. ¿La viste? capaz y te atraviesa todo el brazo.
—¿Se considera como brazo un ala? —pensé en voz alta.
Neron alzó los hombros al igual que la sonrisa y retomó la gran hazaña que pondría su nombre en la boca de cada habitante de Apricon.
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Editado: 24.11.2024