El portal de Diamantes

CAPÍTULO 3 LUZA EMBAUCA A LA TERRENAL ANTONINA

Edrev reprendió con la mirada a Gris, pero ella ni se inmutó y sus ojos seguían iluminados. Alpha señaló enfrente. Las pequeñas hadas se voltearon y divisaron una puerta que yacía escondida, entre enredaderas de preciosas flores en forma de campanitas color rosa. Gris voló hasta allá seguida de Edrev, quien al final no pudo evitar también caer en la tentación, por ver que había detrás de ese portón.

Gris tomó con cuidado el cerrojo y le dio vuelta. La puerta se abrió fácilmente y ante sus ojos asombrados se vislumbró una escena espectacular. Cofres y más cofres, atiborrados de diamantes. Había muchos más regados por todo el suelo y en las esquinas había otros montones de esas piedras preciosas. La brillantez que despedían era abrumadora.

—¡Oh, por todos los cielos! ¡La princesa ha llorado demasiado! —Gris exclamó, al internarse en la habitación.

Edrev también estaba muy impresionada y miró a su alrededor, inspeccionando el lugar.

—¡Es increíble! —exclamó Edrev, poniendo un puño sobre su boca.

Gris se paró frente a un cofre y tomó un diamante que acarició con mucha alegría, después se sentó en el suelo cruzando las piernas. Hizo visera con la mano y acercó su rostro hasta pegar la nariz en la piedra.

—¿Y ahora qué? —Edrev ladeó la cabeza— ¿Te crees experta en reconocer diamantes?

—No haré caso de tu sarcasmo, pero te informo que no es necesario analizarlo mucho, Edrev. ¡Es tan cristalino! —Gris pegó su ojo otra vez sobre la piedra− Al parecer no tiene ninguna impureza. Es totalmente transparente.

—Bueno, bueno… ¿Y qué tiene que ver eso con lo que nos ha traído aquí? Ya deja de perder el tiempo y pensemos como podemos convencer a la princesa para que nos ayude.

Gris se irguió y entonces dejó salir una sonora exhalación.

—Tienes razón.

Dejó el diamante y voló hasta una muy pensativa Edrev. Momentos después, ambas se asomaban desde el quicio de la puerta, para contemplar a la princesa que seguía inspeccionando el gladíolo.

—Es una pena verla así. Seguramente permanece de esa manera todo el tiempo. —dijo Edrev, con tristeza.

—¡Porque está condenada! —exclamó Gris, con aflicción.

—Por más de doscientos años ha vivido aquí. ¡Es inaudito!

Silencio.

— ¿Crees que logremos que entienda lo que queremos hacer? —Gris preguntó con preocupación.

—No lo sé. —Edrev hizo una pausa— ¿Recuerdas lo que nos dijo cuándo la descubrimos? Al parecer está eternamente enamorada y espera la llegada de un príncipe. Observa su rostro.

—Pues…sí.

—Y eso es precisamente lo que utilizaré para que salga de este castillo y nos ayude.

—¿Sacarla del castillo? Pero tu atrevimiento ya es de alarmarse. —Gris miró a Edrev.

—Entonces, ¿Cómo pretendes que nos ayude desde aquí? ¿Con telepatía?

Gris guardó silencio, reflexionando que Edrev tenía otra vez razón. Observaron por unos segundos más el semblante embelesado de Alpha.

—¿Eso quiere decir que ella es poderosa y no lo sabe?

—Exactamente. Por eso no nos rendiremos, Gris. Solamente ella puede poner en su lugar a esa Luza.

—¿Tienes alguna idea? —Gris se angustió.

Edrev iba a contestar, pero en eso, observaron como un pequeño colibrí volaba muy cerca de Alpha y entonces ella de un certero y veloz movimiento, lo atrapó con su mano, luego lo soltó, quedando el colibrí totalmente paralizado en pleno aire.

—¡Ahora eres mío! —exclamó Alpha, con una deslumbrante sonrisa.

—¿Viste eso? –Gris se llenó de miedo y se colocó detrás de Edrev— ¡Lo ha…hechizado! ¡No dejaré que me toque jamás!

—Tú misma lo has dicho, querida amiga. —Edrev sonrió triunfal— Ella no sabe el poder que tiene. Ya es hora de que lo utilice… ¡Vamos!

—Tengo una idea. –dijo Gris, en voz baja.

Edrev se quedó atónita al oír las palabras de Gris, después ella se acercó cautelosamente a la princesa seguida de Edrev. Alpha acariciaba con cuidado el suave pelaje del pequeño colibrí que seguía sin moverse.

—¡Bien hecho, princesa!... ¡Qué excelentes reflejos! –Gris alzó los brazos en señal de júbilo.

Edrev colocó una mano en su cabeza y miró a su amiga, entrecerrando los ojos.

—¿Esa era tu idea?

Gris se encogió de hombros al ver la nula reacción de Alpha y su semblante se llenó de frustración. Alpha continuaba mirando extasiada al colibrí.

—¡Ya me cansé de esto! Voy a ir al grano con ella –advirtió Edrev y sus alas revolotearon más rápido, signo de su impaciencia— Princesa Alpha, tengo que informarte de algo muy grave que está pasando en el bosque y necesitamos tu ayuda.

Al oír eso, Alpha volteó a ver a Edrev.

—Luza, un hada envidiosa y mala, ha abierto un portal brillante que es una de las entradas al mundo bajo las olas. —Le informó Edrev.

—¿Qué portal? —Alpha arrugó el entrecejo.

Entonces Edrev puso los ojos en blanco, sintiéndose muy desesperada. Alpha no sabía nada de nada. Los siguientes minutos, Edrev se dedicó a explicarle y describirle el mundo en el que vivían, omitiendo la condena que ella estaba cumpliendo. Le contó del encuentro con Luza y sus intenciones.




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