El portal de Diamantes

CAPÍTULO 8 LUZA, HADA DE AGUA, PIDE AYUDA AL SEÑOR DEL ABISMO PARA DERROTAR A ALPHA.

Noam tomó de la mano a Antonina y la atrajo suavemente. Ella se dejó conducir de regreso al castillo y Kot no perdió detalle de ese rostro enrojecido.

—¿Saliste a pasear, niña terrenal? –preguntó el grifo, con tono grave.

Antonina no contestó y sólo bajó la mirada. Noam sonrió y la miró de reojo, nada más llegar al descanso de las escaleras, ella echó a correr hacia la habitación. Noam y Kot cruzaron miradas.

—Hice una pregunta, señor defensor de las hadas. –Kot entrecerró los ojos.

—Kot…Kot…Tú siempre tan huraño. Sólo he venido a conocer su nueva adquisición. Rumores corren que esa niña tiene un don especial, ¿Me equivoco?

—Habla ya, que mi paciencia se agota. –Kot rugió.

—Sí, tienes razón. Yo también tengo poco tiempo. –Noam agudizó la vista− Es una advertencia, guardián del castillo. Esa niña está marcada y en vez de traer buena época, puede significar desgracia para nuestro mundo. Libérala ahora mismo.

Kot guardó silencio unos segundos y después soltó unas carcajadas ruidosas. Noam crispó el rostro y apretó los dientes, entonces una enorme congoja lo inundó. ¿Por qué había dicho eso? Se negaba a aceptar que acababa de salir una premonición de su boca. Siempre había luchado por reprimir sus dotes de vidente, sin lograrlo. Los presentimientos venían a él sin que pudiera evitarlo, en el momento menos esperado, en la situación menos conveniente.

Noam disolvió su reflexión y puso toda su atención en la mirada analítica y a la vez amenazante de Kot. Por otra parte, las hadas gemelas se harían presentes en cualquier momento, pues también eran muy fisgonas y buenas para disfrazarse de cualquier cosa.

—No es buen truco. −anunció Kot− A eso se le llama mal chiste.

Noam inspiró.

—No hay tiempo, mi buen guardián. Hay un ejército de elfos que rodean este castillo y esperan una señal mía para entrar por nosotros.

—Ese sí que es un buen truco. –apuntó Kot, con cierta burla−Y… ¿Por qué dices…nosotros?

Kot avanzó amenazadoramente hacia Noam, que comenzó a retroceder poco a poco. Pero en eso, una música casi celestial comenzó a sonar en todo el ambiente y ambos se quedaron quietos, volviendo su mirada hacia una gran puerta que daba a uno de los salones contiguos y que se estaba abriendo en ese momento. Noam dejó caer la mano que tenía aferrada sobre la funda de su espada.

Las hadas gemelas hicieron acto de presencia, mirando con extrema alegría a Noam. Venían majestuosamente vestidas con largos y bellos vestidos de seda brillante, en color azul. Sus cabellos estaban peinados en trenzas, que llegaban hasta su breve cintura. El cabello de ambas era de color obscuro y su tez blanca como la nieve. Como rasgo particular, tenían unas cejas bien delineadas de espeso vello. Eran muy hermosas, aunque sólo medían un metro con treinta centímetros de altura. Las gemelas seguían mirando embelesadas a Noam, pensando de manera sincronizada que ya hacía mucho tiempo que no tenían la compañía de un hermoso elfo.

—Kot… ¡No le has ofrecido bebida alguna a nuestro huésped de honor!

Noam sabía de las debilidades que las hadas tenían por los elfos, y también que esa bebida podría tener cualquier clase de afrodisíaco para embaucarlo, pero…

—Eso es precisamente lo que le estaba pidiendo. −dijo Noam, mirando con sorna a Kot.

Kot lo fulminó con la mirada, más sabía que no podía intervenir ya. Las hadas gemelas ni se inmutaron cuando Kot se rehusó a obedecer y permaneció en su lugar, entonces una de ellas alzó la mano y sonó un chasquido con los dedos. Unos duendes con gorro rojo acudieron a su llamado y entre gritos de alegría la rodearon, mirándola con beneplácito.

—¡Vayan por unas copas y el mejor vino de nuestra -cava! –exclamó Bríd.

Todos los duendes salieron corriendo y saltando jubilosos, para cumplir la orden de su ama.

—Y tú, –Síle, la otra hada gemela se dirigió a Kot− ve por la niña terrenal, pues esta noche pasaremos una deliciosa velada.

Kot rugió una vez más y exhaló malhumorado, sin embargo, sabía que tenía que obedecer esta vez, si no quería sufrir un castigo. Con paso lento, se dirigió hacia las escaleras.

—Así que ustedes son las ha…dueñas de todo esto. –dijo Noam, cuando se quedó solo en compañía de las gemelas.

—¿Te gusta nuestro castillo? −preguntó Bríd, guiñándole el ojo.

—Es maravilloso. —contestó él, mirándola profundamente.

Síle frunció los labios.

—Te olvidas de mí, bello elfo. —le dijo ella.

—¡Ah, perdón! Se me olvidaba que son dos hermosas mujeres idénticas. Todo debe de igual manera, ¿no? –Noam reprimió una risa.

—Te crees muy chistoso. –Respondió Síle, forzando una sonrisa− Mi hermana ya se ha enamorado de ti, pero te aseguro que yo soy más difícil. –habló ella melosa y acercándose a él− Y tengo una enorme curiosidad, ¿Por qué estás aquí?

—¡Síle, qué grosera eres! ¿Qué va a decir de nosotros el buen elfo que ha venido de visita? Tú sabes que estamos más solas que un ogro en la montaña.

—Espero que mi presencia no sea causa de alguna diferencia entre ustedes. ¿Me entienden? –Él las señaló− Diferencias y gemelas… ¡Como que no va!




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