Setuh cruzó una mirada con Jorsa cuando ella dejó de hablar y después se retiraron sin mencionar palabra. Y no se volvieron ni una sola vez, cuando los kobolds comenzaron la degustación de esa infeliz hada. Los gritos de Luza hacían enardecer más a esos depredadores. Los kobolds odiaban los ruidos y las voces. Nada les hacía enojar más. Tenían que callarla cuanto antes y llevarse con ellos una parte de esa piel incipiente y fría, para comerla después en sus guaridas. Aunque no era nada apetecible.
Más tarde, el señor del abismo y Jorsa se encontraban en otro lugar de la gigantesca caverna. Estaban completamente solos y en silencio. Ambos se miraron a los ojos unos segundos. Setuh lucía muy pensativo.
—Tienes que reconocer que esa hada, te ha traído la advertencia. –declaró Jorsa.
—¡Bah! Fue una tonta al rondar fuera de su lugar. No le agradezco nada. Ahora lo importante es saber de los pasos de esa princesita. Kinni no ha vuelto todavía. ¡Es un bueno para nada!
Jorsa guardó silencio. Pensó que tenía que ser muy cuidadoso para que Setuh no sospechara que lo único que él quería, era salir de ese eterno encierro. Y ahora era su oportunidad, si es que el señor del abismo iniciaba las batallas.
—Pensé que yo sería inmortal, pero me equivoqué. –Repuso Setuh− De cualquier modo, no estoy dispuesto a rendirme tan fácilmente.
—¿De qué hablas? ¿Qué tienes que ver tú con la maldición de Alpha? –preguntó Jorsa, sin entender nada.
Setuh no contestó y en cambio sacó una bocanada de humo que pegó en el rostro del sátiro.
—No tengo por qué darte explicaciones, pero sólo te diré una cosa, Jorsa. –Lo miró con desprecio− Tú y yo fuimos creados el mismo día.
Jorsa entreabrió la boca, atónito.
—Sé perfectamente que te enamoraste de Alpha, pero fuiste un cobarde y no enfrentaste a la reina… ¿No es así?
El sátiro estaba inmóvil. No podía creer que él supiera eso.
—Así que si quieres tu libertad, tendrás que ayudarme o tú morirás junto conmigo, ¿Has entendido? –amenazó Setuh, fulminándolo con la mirada.
Jorsa no pudo articular palabra y sólo pudo asentir. Y aunque sentía una enorme curiosidad de saber cuál era la razón por la que el señor del abismo aseguraba que estaban unidos desde su creación, incluso, aseverar una posible extinción de ambos, no cuestionó nada más. Era más grande su alegría al haber escuchado la palabra libertad, que todo lo demás le era insignificante.
—¿Qué harás? –preguntó Jorsa, fingiendo interés.
—Aquí encerrado, ¿Piensas que podré hacer algo? Sólo espero que el inútil de Kinni me informe lo que pasa allá afuera y saldremos a pelear nuestra guerra. No esperaré a que esa Alpha se enamore de tu gemelo, ¡No te olvides que andan juntos! Y esa es tu tarea. –Lo miró fijamente− Ese hombre debe morir…pronto.
Jorsa volvió a asentir, sintiendo unos celos terribles. Setuh tenía razón. Si ese terrenal pasaba más tiempo con Alpha, era muy probable que se enamoraran y eso no debía suceder. Le importaba un comino la maldición que los envolvía a Setuh, a Alpha y por lo visto a él. Sólo obedecería con mucho gusto la orden de matar a ese intruso, pero de repente, recordó las palabras de Luza.
—¿No te has preguntado por qué ese hombre tiene ese parecido conmigo? —Jorsa frunció el ceño.
Setuh lanzó un gruñido.
—¡Me importa un bledo! Lo único que quiero es preservar mi existencia. Ninguna princesa con vestidos ridículos que ni siquiera es doncella, ocasionará que yo desparezca de este mundo. Tenlo por seguro.
Dicho esto, el dragón se dio vuelta y Jorsa tuvo que quitarse rápidamente para no ser golpeado por esa grandiosa cola que era un arma letal. Al quedarse solo, cerró los ojos pensando que Setuh había dicho una gran verdad. Alpha no era ninguna doncella. Recordó las tardes que había pasado a su lado. Él la había convertido en su mujer y le había gustado tanto. Esa dama de fantasía se le había metido en sus venas como lava hirviente.
Entonces, ¿Por qué le había fallado, si la amaba? También Setuh había tenido razón. Él había sido un cobarde. Rememoró ese día en el que la reina Alexa apareció y no supo cómo reaccionar ante semejante semblante de odio que mostraba esa mujer y que le apuntaba con el índice. Sólo sentía que tenía que escapar y así lo hizo. Después de un largo minuto, en el cual corrió con todas sus fuerzas…su cuerpo se sacudió fuertemente. Jorsa tragó saliva al recordar aquel momento traumático. Ya no había sentido los dedos de los pies y al bajar la mirada se encontró con esas horribles patas de cabra.
Después, se vio a sí mismo galopando…galopando sin poder parar hasta entrar a la caverna. No hubiera querido jamás estar en ese horrible lugar, pero era una fuerza increíble que lo impulsaba en contra de su voluntad. No podía detenerse hasta que se encontró en el fondo de la gruta. De repente, el señor del abismo había aparecido frente a él y lo miraba con curiosidad. Charlaron largamente y Setuh le había prometido volverlo a la normalidad, pero no le había cumplido hasta el momento. Tarde comprendió que en el mundo de las sombras, las promesas solo eran palabras hechas de humo, que desaparecían con solo pronunciarlas.
Jorsa disolvió sus recuerdos y luego se tocó su torso lleno de vello grueso y desagradable. Nada que ver con el hombre atractivo que había sido en el pasado. Su vida se había convertido en una desgracia… ¿Por qué tuvo que enamorarse de Alpha? Jorsa movió la cabeza. Sí, tenía mucho tiempo más para rememorar ese día cuando paseaba por el bosque y se recargó en un árbol para descansar. Después, no sabía si era un sueño toda ella…estaba tan hermosa y lo miraba con natural curiosidad.
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Editado: 23.10.2024