Alexa regresó a ver el cielo, mientras Vellamo batía sus alas esplendorosas de un blanco plateado brillante. La reina de las hadas observó con preocupación que por encima de la ciudad bajo tierra, se formaba una aureola obscura acompañada de relámpagos y truenos, muestra fehaciente que los seres de la obscuridad habían ganado esa batalla y ahora esa franja de tierra pertenecía al señor del abismo.
¿Dónde estaba Alpha? Si al menos tuviera la certeza que la maldición se estuviera diluyendo y hubiera recobrado sus poderes, entonces le pediría que unieran fuerzas, pero no lo sabía y por eso, el lugar más seguro para su nieta era el castillo. Ahí debía resguardarse junto con los terrenales. Ung… ¡Cuánto lo necesitaba a su lado! Él siempre le había sido leal, pero la había abandonado. Se sentía muy mal por eso, pues ella lo había provocado con su comportamiento. Quería verlo a la cara y pedirle perdón. También le suplicaría que regresara a vivir al castillo, porque estaba sinceramente arrepentida de todo lo que había hecho.
Alexa disolvió sus pensamientos, cuando se abría delante de ella el espectacular paisaje. Brisa fría, característica del mar verde. El sol derramaba sus rayos de luz sobre el agua aparentemente tranquila. Las olas rompían sobre una arena brillante que tenía una tonalidad amarilla como las hierbas de manzanilla.
—No me gusta tanta serenidad. –decía Vellamo.
—Los seres marinos son unos egoístas. Piensan que su mundo no forma parte del nuestro. No querrán combatir esta guerra.
Vellamo fijó la vista en el mar, notando que tenía un color extraño y un remolino se iba formando sobre la superficie del agua.
—Yo tengo mis dudas, ¡Mira! –Vellamo movió la cabeza− Sólo falta saber a quienes apoyarán. A nosotros o a las sombras.
Gran torbellino de brisa salada significaba gran monstruo. Alexa se llenó de horror y se aferró al pelaje de Vellamo.
—¡Sal de su territorio! –exigió ella.
—Eso haré.
Inmediatamente Vellamo voló en diagonal, apenas a tiempo para que no fueran presos por el enorme hocico que brotaba desde el fondo del mar. Era un enorme gusano con filosos colmillos y a pesar de su peso, saltó con gran agilidad hacia donde estaban ellos. Después, volvió a sumergirse en el agua negra y revuelta. El unicornio aterrizó estrepitosamente sobre la arena de la playa y Alexa desmontó entre alientos de espanto, llevándose las manos al pecho.
—¡Setuh se ha encargado de esto! ¡Los seres del mar pelearán con él! −Expresó Alexa, muy conmocionada y mirando hacia donde había desaparecido el monstruo.
—No desesperes, reina de las hadas. La guerra se ganará con astucia. No todos los seres de agua salada se rendirán ante las pretensiones del señor del abismo y se defenderán contra los rebeldes.
Repentinamente, escucharon unos sonidos apenas perceptibles. Alexa elevó el rostro.
—¡No puedo creerlo! –exclamó ella, encaminándose rápidamente hacia el interior de la selva y miró el tronco de una romera muy alta− ¿Cómo has podido subir ahí?
—Yo no lo hice. –contestó Antonina, con los ojos bien cerrados.
Alexa sonrió, fijándose que la niña se aferraba fuertemente al tronco del árbol.
—Sólo tengo que agarrarme bien y no ver hacia abajo para no marearme, pero estoy sentada en una silla mágica –dijo Antonina, sin abrir los ojos todavía− Ayúdenme, por favor. ¡Ya no quiero estar aquí!
Alexa sacó sus alas y voló hasta la punta de la romera, entonces Antonina abrió los ojos y se quedó pasmada, pues pensó que el hada que estaba enfrente de ella era muy hermosa.
—¿Tú…sí eres buena?
Alexa no contestó y después la llamó con un gesto para que se abrazara de ella. Posteriormente descendieron lentamente. Antonina contempló extasiada esas alas que sobresalían de ese cuerpo esbelto y que tenía puesto un vestido maravilloso en color azul.
—Gracias. –Antonina estaba muy contenta por estar otra vez sobre la tierra, desvió la mirada y quedó deslumbrada− ¡Un unicornio!
Vellamo movió la cabeza.
—Mi nombre es Antonina, y Oyami, la mujer de la ciudad bajo tierra, me ha dejado aquí. No sé dónde está ella.
—Sabemos todo de ti, Antonina. —Alexa asintió— Ahora lo importante es que estás a salvo.
—Pero, Oyami…−Antonina miró suplicante a Alexa− De pronto apareció un hombre, según ella muy guapo, y me escondió rápidamente con un truco de magia para que él no me viera. Me dijo que podría ser peligroso.
Alexa y Vellamo intercambiaron una mirada.
—Él la llamó y Oyami caminó muy despacio. –continuó Antonina− Pero ya no vi más porque me sentí transportada… ¡En un segundo! Cuando abrí los ojos, estaba pegada a esta silla y me abracé fuerte porque me dan miedo las alturas.
—Al menos, la mujer cumplió con su cometido. –expuso Vellamo en voz baja, sabiendo que la pequeña de la ciudad bajo tierra, con seguridad había caído en un hechizo.
—Sí, pudo haber sido una artimaña de un bufeo. −dijo Alexa, muy pensativa.
—¿Qué es un bufeo? –Antonina preguntó, curiosa.
—Antonina, −Alexa empezó a decir− es necesario que sepas que este mundo está sufriendo un desorden. Una especie de…
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Editado: 23.10.2024