El portal de Diamantes

CAPÍTULO 18 ALEXA ES ENJUICIADA POR EL CONSEJO MÁXIMO DEL REINO DE LAS HADAS.

Entraron al salón y Alpha se sorprendió al ver que estaba repleto de gente. Avanzó unos pasos más hasta llegar al centro, sintiéndose protegida por la cercanía de Jarlath. De inmediato se empezaron a escuchar exclamaciones de sorpresa, cuando vieron que se trataba de la princesa Alpha, que hacía su aparición después de tantos años de ausencia. Después se hizo un silencio tenso.

Alpha sentía todas las miradas sobre ella. Se fijó que entre los testigos de la reunión, había numerosas clases de hadas, duendes y algunas personas sombrías que no dejaba lugar a dudas, se trataban de brujas malvadas disfrazadas de gente decente. Por su parte, Jarlath se percató que ahí estaban Grainne y Antonina, pero ellas rápidamente le hicieron una seña con el índice para que no las delatara.

Jarlath sintió una inmensa felicidad de ver a Antonina sana y salva, y pensó que ya tendría tiempo para decirle lo mucho que había sufrido por su desaparición. Los rayos del sol entraban por los grandes ventanales y creaban un halo mágico en el ambiente. Había una hilera de sillas formadas en línea recta y estaban desocupadas. En la esquina había un gran jarrón de cristal que contenía agua. Alpha volteó el rostro y su mirada se encontró con la de su abuela. Ella estaba sentada en su trono real. La reina alzó levemente el rostro.

Ahí estaban…Alexa y Alpha frente a frente. La reina desvió la mirada y observó a Jarlath. ¡No podía estar pasándole en ese momento! Se acongojó al advertir que empezaba a sentir los mismos prejuicios al condenar a su nieta en aquél tiempo, al verla en circunstancias similares. Y el rostro de ese hombre no ayudaba en nada para hacerle sentir mejor. Era imposible no sorprenderse del parecido del terrenal con el sátiro. ¡Eran iguales! Y ahora le estaba acarreando tantos recuerdos amargos que…

—Abuela…−habló Alpha y la miró fijamente. −¿Qué es lo que sucede aquí?

—¿Me…reconoces? –Alexa quedó perpleja.

—He recordado todo. –Alpha reveló, asintiendo.

Jarlath regresó a verla, reflexionando que había tenido razón en deducir que Alpha ya había recobrado su memoria y entonces creyó que el hechizo se había evaporado. Alexa también pensaba lo mismo y una emoción la embargó, al caer en la cuenta que sólo faltaba una cosa para verificar que la condena de Alpha estaba totalmente deshecha. Setuh no debía presentarse. Siendo así, el juicio no sería necesario.

—Lo siento mucho, yo…−Alpha bajó la mirada.

—Nunca bajes la cabeza, Alpha. Levanta tu rostro ante cualquier situación. –La voz de Alexa, era firme.

Entonces Alpha obedeció y miró otra vez a su abuela. Quería leer sus pensamientos, pero sabía que era imposible. Alexa era inmune a su don. Pensó que ese momento no era el idóneo para aclarar las cosas. Sólo quería averiguar qué era lo que estaba ocurriendo. ¿A qué se debía tanta gente presente en el castillo?

De repente, Vellamo hizo su entrada, levantando un sinfín de murmullos. El hermoso corcel fue hasta el jarrón y metió la punta de su pata. El agua empezó a formar un remolino suave, pero lo suficientemente visible para que todos se dieran cuenta que había sido aprobado por el Consejo. Después, se situó a un lado de Alexa.

Alpha intentó hablar otra vez, pero sintió la mano de Jarlath que la aferraba, indicándole que no lo hiciera. Alexa apreció esa acción, pero se mantuvo inalterable. Minutos después, entraba una hermosa mujer que portaba un vestido largo y amplio de color verde olivo. De la tela satinada podía vislumbrarse varias formas de cabeza que se movían por debajo de la tela. Alpha se horrorizó al ver uno de los hocicos que se asomó de la orilla, entonces la mujer se inclinó y lo golpeó con mucha fuerza. El perro aulló de dolor y se escondió rápidamente. La gente comenzó a rumorear acerca de la condición física de la noble de los mares, quien tenía por miembros inferiores cuerpos de sabuesos, producto de una horrible maldición impuesta por su padre, el soberano de las aguas verdes.

—Escila…princesa de las sirenas, bienvenida. –dijo Alexa y le señaló una silla.

Escila lanzó una mirada de desdén a Alexa y no correspondió al saludo. Pasó directamente hasta el jarrón y metió su mano, ocasionando el remolino.

—Espero que tu plan funcione, Alexa. Esto no me gusta nada. –comentó Vellamo, en voz baja.

—Alpha ha recordado su pasado. –murmuró Alexa, conteniendo su emoción− Setuh no se saldrá con la suya.

El unicornio movió ligeramente su cabeza y cerró los ojos. Él no estaba seguro de nada, pues presentía que era más complicado de lo que Alexa creía.

—Sólo falta Ung. –dijo Alexa en voz alta, sin disimular su alegría.

—¡Yo creo que no!

Todos se volvieron al oír esa potente voz. Era un hombre que lucía muy apuesto y estaba recargado en el marco de la puerta del salón.

—Falta tú acusador, reina de las hadas. —dijo él.

Alexa lo reconoció de inmediato. Era Setuh convertido en persona. Sus ojos de un amarillo centelleante, lo demostraba. El hombre misterioso vestía completamente de negro y su calzado eran unas botas negras brillantes. Su cabello corto lo había peinado de lado y con raya. Tenía un fino bigote y su tez era apiñonada.

—¡No puede ser! –Alexa se quedó petrificada.

¡No contaba que él pudiera recurrir a la transformación! Alexa tuvo dolor de cabeza en el acto. Y ella que se había ilusionado de que el hechizo se había disuelto. ¿Qué es lo que estaba mal? Estaba segura que se habían cumplido las tres condiciones, pero la existencia física de Setuh le indicaba que no era así. Alexa volteó a ver brevemente y con semblante desesperado a Vellamo, pero el unicornio se mantuvo inconmovible.




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