Sus facciones comenzaron a cambiar gradualmente y su cabello se tornó de un rubio radiante. El rostro de Alexa acabó de materializarse y su semblante se llenó de felicidad al evocar el abrazo impensado de Alpha. Se tocó la mejilla, sintiendo aún ese suave beso y sonrió, mientras un manto de niebla empezó a envolverla y desapareció lentamente.
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Alpha se apresuró a cambiarse de ropa porque ya era tarde. Se puso un vestido negro, con vuelo y con escote moderado. Se calzó con las sandalias de tacón que tenían una cintilla plateada en medio. Fue al tocador y se fijó que su rostro estaba colorado. Se preguntaba por qué no necesitaba algo de maquillaje, pero de todos modos pintó sus labios de un tono rosado. Tomó su bolso y salió de su recámara, pero antes de salir del apartamento, decidió echar un vistazo a los cuadros que supuestamente había pintado. Al estar frente a ellos, se concentró para recibir los mensajes que pudiera enviarle su mente.
Nada. Alpha caminó muy despacio, observando cada una de las pinturas. ¿Realmente tenía ese talento? Se quedó quieta inspeccionando uno en especial. Se fijó en cada detalle, colores y formas. El cuadro tenía plasmado a una mujer mostrando su perfil. Su cabello parecía revuelto y mecido por el viento. Se notaba triste. Alpha agudizó la vista y entonces se dio cuenta que al fondo de todo ese color, había una especie de neblina traslúcida. Inclinó su cabeza y pudo ver claramente esa figura. Era la silueta de una niña con cabello largo y estaba de espaldas.
Su teléfono celular que le había obsequiado Aidan, comenzó a sonar en ese momento, sacándola de su ensimismamiento. Era Aidan y le avisaba que el taxi ya la esperaba.
Mientras recorría las avenidas casi solitarias de Belfast, Alpha pensaba que le gustaba esa tranquilidad. Y esa ciudad exageraba de serlo. Casi no había transeúntes por las calles, aunque esto iba cambiando cuando se acercaba al Grand Opera House. Había una numerosa fila de personas para obtener un boleto de las taquillas y ella agradeció que ya tenía el suyo en su poder. Después de descender del automóvil, se quedó boquiabierta, admirando el fantástico edificio de estilo oriental color ocre, bañado de luces. La obra se llamaba el mago de Oz, el musical.
Se dirigió a la puerta principal. El personal de seguridad la recibió con amabilidad y ella extendió el boleto con una sonrisa. Después, caminó hacia el interior del teatro y otra persona le indicó el pasillo que daba al escenario. Alpha dio vuelta y descubrió que no había mucha concurrencia, pero luego lo atribuyó a que era temprano todavía. Se sentó en una hilera intermedia y se acomodó, mirando de reojo cada vez que llegaban asistentes al evento e iban ocupando los espacios. En eso, apareció un hombre acompañado de una niña de largo cabello y parecía que buscaban a alguien.
Alpha los miró unos segundos y notó como el semblante de ambos se iluminaba cuando cruzaron una mirada con ella. Subieron enseguida y Alpha enarcó ambas cejas al ver que ellos decidían por los asientos de su fila, así que se enderezó un poco para que pudieran pasar.
—Perdón, señorita, pero es que si nos sentamos más arriba, no veríamos el espectáculo y más abajo tampoco, pues me marearía tanto brinco y piruetas que darán los artistas. –El hombre le sonrió— ¿No le parece?
Alpha sonrió también, pero no contestó. Frunció el ceño al ver que él se sentaba justo a su lado y la niña en el otro extremo, quedando ella… ¡En medio de los dos! Carraspeó un poco, sintiéndose incómoda por la situación, mientras tanto, la niña la miraba sin ningún disimulo, entonces Alpha le dedicó una tibia sonrisa y pensó que la jovencita era muy bonita.
—¡Tío!, Creo que la señorita que está sentada con nosotros, es la pintora de ese cuadro que te gustó, cuando fuimos a la galería. –Antonina murmuró por encima de Alpha− ¿Te acuerdas de la exposición a la que me llevaste?
Alpha se sorprendió al oír eso y miró a la niña.
—¡Oye, tienes razón! –Jarlath miró a Alpha− Sí, es la pintora, ¡Mucho gusto, señorita! Es un honor para mí compartir con usted este día en el teatro.
Alpha los miró a ambos y sonrió nerviosa. Jarlath y Antonina aguardaban expectantes.
—Yo…−dijo Alpha, moviéndose un poco− pienso que es mejor que se sienten juntos, así podrán platicar.
—¿Es difícil pintar, señorita? –preguntó Antonina, con inocencia.
Alpha se quedó estática. ¿Qué iba a contestar? ¿Que no recordaba ninguna técnica para hacerlo? ¿En verdad había expuesto sus pinturas? Su mente se volvió un caos y sólo rogaba que empezara el espectáculo.
—¡No seas imprudente, sobrina! –exclamó él, riendo− Ella tiene primero que conocernos. Mi nombre es Jarlath y esta hermosa niña se llama Antonina. Déjeme decirle que su trabajo me transportó mágicamente a un mundo de fantasía… ¿Cómo puede lograrlo?
Y Jarlath ya le extendía la mano, Alpha dudó un segundo, pero al final alzó la suya. Fue peor que un choque eléctrico. Alpha rescató su mano de inmediato y su corazón se desbocó. ¿Qué le estaba pasando? Antonina los miró con picardía.
—Tío, ¡No te lavarás esa mano en muchos días! ¡Ja!
—No haga caso, señorita. –Jarlath negó con la cabeza− Estos niños de hoy no saben lo que es la discreción.
Al oír eso, Alpha no pudo contener una risita y miró el escenario.
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Editado: 23.10.2024