No sabía por qué había permitido que ese hombre la llevara a su casa y mucho menos que hubiera autorizado que entrara, pero Alpha deseaba que él observara los cuadros. Tal vez, en caso de estar diciendo la verdad, entonces pudiera ayudarla en su tormento.
—¿Qué opinas? –preguntó ella, mirándolo de reojo.
Jarlath cayó en la cuenta que no había podido inspeccionarlos como lo estaba haciendo ahora y pensó que la reina Alexa había cuidado hasta el último detalle para plasmar en esas pinturas, partes de lo que había vivido Alpha en el mundo bajo las olas, pero le preocupaba que no tuviera el efecto esperado, pues la princesa todavía no podía recordar nada.
—¿Qué sientes al ver esos paisajes? –preguntó él.
—Pues…no lo sé. Aunque esta tarde antes de ir al teatro, –Alpha se acercó a un cuadro− sí, es este. Me pareció revivir la escena cuando miré a tu hermana y a Antonina.
Jarlath observó el cuadro.
—Sí, se parece a Grainne. –indicó él.
—¿Así se llama tu hermana?
—Si. −contestó él.
—¡Oh! Es muy extraño, –Alpha se sobó los brazos− Es…como si ya la conociera.
Jarlath la miró.
—No te he mentido, Alpha. Sólo tienes que recordar.
Él caminó a través de la habitación y se postró frente a un caballete.
—Este portal es hermoso. −dijo Jarlath, cruzándose de brazos.
Alpha se acercó y miró el cuadro. El borde del portal parecía cobrar vida y su brillo era excepcional.
—Es cierto, es muy bello. No lo había visto. –dijo ella, intrigada.
—Es la puerta que conduce a tu mundo. —Jarlath volteó a verla.
Alpha sonrió, contemplando el portal. De repente, ella posó su mano en el brazo de él y lo instó para que se volviera.
—Si estás diciendo la verdad, Jarlath, llévame ahí. No sabes lo terrible que es, no saber quién eres. Es un mundo de sombras en el que ya no quiero estar. Ya no.
Jarlath sonrió con beneplácito, entonces se acercó un poco más y la tomó de la cintura, seguro de que ella no lo rechazaría. Alpha aguardó expectante, disfrutando de ese contacto. Ahora no tenía duda que ese hombre era parte de su vida.
—Necesitas recordarme. –dijo él y le enmarcó el rostro.
—Si…quiero hacerlo. –Alpha lo miró, ansiosa.
—Tal vez esto ayude.
En el siguiente instante, Jarlath se apoderaba de los dulces y suaves labios de Alpha, y ella se entregó a ese beso profundo, que la conmovió completamente, mientras tanto, Jarlath también se deleitaba con ese aliento que lo había hechizado desde la primera vez que la había besado. Tantos días ansiando ese encuentro, pensando en lo que le diría cuando la tuviera frente a él.
Más ahora pensaba que sobraban las palabras y sólo quería retenerla entre sus brazos para siempre. Instintivamente acarició su espalda y entonces bajó una mano, fue cuando se escuchó una voz en toda la estancia:
—Hasta ahí, hombre terrenal. Que la reina está viendo todo.
Jarlath y Alpha se separaron bruscamente ante esa advertencia y miraron el lugar por donde provenía la voz. En la esquina de la habitación había un círculo brillante y salieron volando las pequeñas Edrev, quien era la que había hablado y Gris. Ellas se dirigieron directamente hacia los hombros de Alpha, que las observaba, curiosa. Una estela luminosa salió del centro y como si fuera una cascada, empezó a formar una figura resplandeciente. Era la reina Alexa.
En cuanto la vio, Jarlath tomó de la mano a Alpha y ella la aferró de inmediato, sin quitarle la vista a esa hermosa mujer que tenía puesto un majestuoso vestido color azul turquesa.
—No puede recordar nada, todavía. –Informó él, mirando a Alexa con pesar.
Alexa asintió levemente.
—Mi nieta es una cabeza dura, bueno, en el buen sentido de la palabra.
Silencio.
—¿Usted es….mi abuela?
—Si, y tú eres la princesa Alpha. –Alexa la miró, sonriente− ¿Ya puedes recordar?
Alpha apretó los ojos con fuerza, pero luego negó firmemente con la cabeza.
—No te preocupes. –La reina exhaló suavemente− Eso sólo puede significar que tienes mucha fuerza de voluntad hasta para olvidar tu pasado. Eres algo terca, pero también muy fuerte para soportar muchas cosas. ¡Estoy muy orgullosa de ti!
Jarlath sonrió satisfecho al oír esas palabras, pues eran características de la mujer ideal, según su punto de vista y por eso lo atraía demasiado.
—También eres muy inteligente, –Alexa señaló con el índice− pues demostraste ser muy ágil en el juicio y detuviste la guerra, aceptando la propuesta del señor del abismo.
—Si me permite hablar, reina de las hadas, –dijo Jarlath− pienso que más que inteligencia, Alpha demostró una gran bondad y se sacrificó a sí misma, anteponiendo lo primordial. La paz para su mundo. Incluso no se olvidó de mi familia, al pedir al Consejo que pudiéramos volver a nuestro hogar.
—Tienes razón, Jarlath. Es una virtud digna de un hada. —El semblante de Alexa se entristeció—Yo…sé que actué mal por mucho tiempo, pero he recapacitado y todos los sentimientos obscuros que vivían en mí, se han ido.
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Editado: 23.10.2024