El Portal de los Muertos

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No tardaron en recuperar las fuerzas, sabían que debían irse, debían buscar un nuevo destino, otro pueblo, un lugar donde pudieran inventarse otra vida y evitar ser rastrados. 
El camino ahora se transitaba diferente, ellos eran y se sentían fuertes, no se cansaban, no temían a la oscuridad, habían descubierto nuevas habilidades, especialmente habían olvidado lo que era sentir miedo hacia los animales nocturnos y a las personas. 
Después de atravesar varios pueblos, llegaron al que estaba más cercano al puerto. Pidieron asilo y respondieron las preguntas de los moradores con una historia inventada, según la cual, unos ladrones les despojaron de sus pertenencias y los dejaron heridos de muerte. Lo que sí era cierto en sus relatos, era que huían de personas que querían hacerles mucho daño. 
Fernando ofreció pagar con oro por un viaje directo al puerto, donde pudieran zarpar rápidamente. Los aldeanos les suministraron ropa y algunos alimentos para varios días de viaje, así como la información sobre cuál embarcación tomar para ir lo más lejos posible. Debían llegar a Costa Dorada y buscar el “Condesa Mehliana”, el buque que los llevaría hasta el nuevo continente. Solo había un detalle, ese era un buque de conquista otomano y resultaba imposible que una mujer lo abordara, por lo que hubo que disfrazar a Laura como niño, con un boleto más costoso. 
Así zarparon hacia una tierra prometida. Durante noventa y tres largos días experimentaron lo que solo en los relatos fantásticos habían escuchado: tormentas, tiburones y algunas ballenas que estimulaban la imaginación en alta mar. Fernando había alquilado un camarote para ellos solos, había que pagar el precio que fuese necesario para evitar que descubrieran que viajaban con una niña, pues eso hubiese traído más problemas que unos monstruos marinos hambrientos queriendo devorar a la embarcación entera.  
Llegaron al Puerto del Rey y, desde ese punto, comenzaron a habitar diferentes pueblos; tal como ellos, que con cada mudanza llevaban diferentes nombres e historias. Con cada nueva identidad surgían también nuevos amigos, a quienes luego había que dejar atrás después de un tiempo, para no llamar la atención, porque ellos envejecían a otro ritmo. Sabían que solo se tenían el uno al otro.   
 



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En el texto hay: amor, fantasia, demonios

Editado: 14.05.2020

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