El Portal de los Muertos

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–¿Cómo que nadie?, yo hoy ayudé a una señora como de noventa años a cruzar la calle, la viejecita tenía un bastón y no podía caminar muy bien. 
–Seguro te quedaste con ella, la acompañaste al supermercado y luego la llevaste hasta su casa –le reclamaba cariñosamente Laura-, ¡ah, pero espera… déjame adivinar!, también pagaste su cuenta de doscientos dólares y al despedirte de ella le diste tu tarjeta.   
—¿Ya ves que con la edad que tienes aún te equivocas?, creo que todavía no me conoces bien, querida hija –le corregía Fernando con tono burlón, mientras él personalmente le preparaba su almuerzo para llevar-, pues te equivocas: uno, no le di mi tarjeta le di mi celular, estamos en el 2023; dos, fueron trecientos dólares y tres, apúrate y toma lo que te preparé que vas tarde.  
—De acuerdo, tienes razón.  
Laura tomó su mochila, guardó el almuerzo, le dio un beso a Fernando y caminó hacia el ascensor privado. Justo antes de que se cerraran las puertas, se dirigió a su padre con el mismo tono burlón que antes él había utilizado con ella: 
—Uno, sé que mi almuerzo especial son las hamburguesas que compraste en el camino cuando ayudabas a la señora porque te vi por la ventana… recuerda que desde esta torre se ve todo; dos, ¿qué edad dijiste que tenía la señora, noventa?, pues yo tengo más de seis veces esa edad y tres, no me molesta que no me hayas preparado nada porque invirtieras el tiempo ayudando a esa señora… sé que me cuidas hasta en la alimentación… y cuatro, ¿sabes algo?, claro que lo sabes, pero igual te lo digo, te amo, papá, creo que mi propósito de vida es estar contigo. 
 



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En el texto hay: amor, fantasia, demonios

Editado: 14.05.2020

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