— ¿Cómo están los chicos?
— Ah....
Me saca de mis pensamientos por un momento.
— Layla... ¿qué tanto piensas?— Se levanta para colocarse al frente mío.— Tierra a Layla.
— Ya basta, me harás reir.— le sonrío.— ¿cómo logras que cambie de humor?
— Un mago nunca revela sus secretos.— Su aire de grandeza se puede notar desde muy lejos.
— Me preguntaste por los chicos ¿verdad?
— Así fue, ¿Qué es de sus vidas?— Se sienta en el césped para escuchar las palabras que saldrán de mis labios.
— Ellos... Ellos te extrañan mucho, ya nada es igual desde que te fuistes.— Coloco mi cabeza en mis rodillas como si fuese una almohada para poder observarlo con más detenimiento.
— ¿Puedes mandarle un mensaje de mi parte?
En ese momento quedé en blanco, nunca antes me había pedido algo así. No sé si tenga el valor como para conceder lo que desea.
— Me tomarían por loca.— Me empiezo a reír.
— ¿Es que acaso un muerto no puede mandar un simple mensaje a sus seres queridos?
— Ese es el detalle, los muertos no hablan, no conviven entre los vivos, no se pueden ver. No se convierten en fantasma.
Creo que me dejé llevar por la realidad de las cosas, me pasé de la raya.
— Tienes razón en todo lo que dices, no soy un humano. Soy un espectro que sigue en tu memoria y que no puedes olvidar.
— Por favor... ¡basta! No me lo recuerdes...— Qué tonta soy.
—Diles que los extraño mucho, que siempre recuerdo nuestros grandiosos momentos en la secundaría. También recuérdale a Thom que nunca se apague, tiene mucho talento como deportista. Qué nunca se rinda Cristian por cumplir su sueño de ser un increíble médico; y para tí, mi querida Layla. Tu mensaje tendrá que esperar.
Mientras Damián pronunciaba esas palabras, se adentraba hacía la neblina. Era su hora de desaparecer, pero yo aún no quería que se marchara.
— Por favor... no te vayas. No me dejes sola.— Estiro mi brazo para tratar de detenerlo pero me era imposible.
— No llores mi querida flor, esa tristeza no va contigo.
Si la muerte duele, no sé que decir sobre la vida.