Esta noche le daré una sorpresa a Damián, será un picnic admirando el cielo nocturno. Porque sólo hoy, caerá una gran cantidad de estrellas fugaces. Lo que llamamos específicamente lluvia de meteoros.
Es algo impactante de admirar, es por esa razón que quiero darle esta hermosa sorpresa, de seguro no se acuerda que esta noche sucederá este enigmático momento.
No dudo mucho en que llevar para pasar el rato, esta vez prepararé sus dulces favoritos. Nada más y nada menos que mis famosos ponquesitos de vainilla y chocolate.
También compré algunas bebidas gaseosas y jugo totalmente natural, sin olvidar por completo las frutas que tengo que llevar. Será un momento que voy a recordar para siempre.
Hoy se cumple cuatro años desde su partida, así que todo esto que estoy planeando será un reencuentro entre nosotros.
Invité sus dos mejores amigos, ninguno de los dos se negaron. Saben perfectamente que este día es el más especial después de todo, y no sólo por ser la caída de las estrellas fugaces. Hoy 4 de octubre del 2017 fue la despedida que nos marcó a todos para siempre.
Así que haré todo lo posible para que no recuerden esta fecha, sólo quiero darle mucha felicidad y retribuir le todo lo siempre me dio estando vivo.
La espera cada vez se hace más larga, guardo todo lo que preparé y compré en mi cesta. Ya casi es la hora para estar con Damián, no puedo esperar por ver su reacción llena de alegría y felicidad por ver a sus compañeros de secundaria.
Pero para ese momento, primero debo pasar a buscar a los chicos. Así que no pierdo el rumbo de mis planes y tomo las llaves de mi auto para poder llevarlos al lugar de nuestro reencuentro.
Estoy en mi ultimo año de secundaria, de seguro se preguntan si tengo licencia o no para conducir, pero el punto es... que ya soy mayorcita. Todos tomarán rumbos diferentes en sus vidas. Pensar estas cosas me da mucha nostalgia.
Algunos estarán en contacto y otros simplemente desaparecen de nuestras vidas; y no está mal ese cambio. Eso nos demuestra el nuevo rumbo que estamos tomando como personas casi mayores.
El pensar tanto esas cosas, me pasé de lejos la casa Thom. Así que me devuelvo tan sólo un poco para estacionarme y no chocar con el fabuloso auto de su querido padre, bajo el vidrio y con mi brazo le doy una señal de que ya estoy aquí.
Inmediatamente se percata de mi llegada, sin dudar en ningún momento en montarse en mi auto.
— Hoy es el gran dia Layla.— Coloca con mucho cuidado las cosas que él compró en el asiento.— Mi corazón está a punto de explotar.
— Te entiendo, me pasa lo mismo.— pongo mis ojos en el retrovisor y lo observo con detenimiento. Estaba tratando de controlar el sudor de sus manos secando lo con su pantalón.— Pasaremos buscando a Cristián y luego a la hermana de Damián.
— ¿Accedió a tu invitación?
Muevo mi cabeza cómo respuesta afirmatoria.
— Considero que debería estar con nosotros... ya sabes.— Tomo el volante con firmeza para no perder el control de mis pensamientos, si Thom estaba sudando, yo parecía un mar a punto de inundar el propio vehículo.
— No creí que fueras capaz de hacer algo así.
—¿Por qué?— Esta vez detengo el auto y volteo mi cuerpo un poco para posarme en la esquina del asiento.— Tranquilo, no dirá nada, le dijo a sus padres que saldría con unas "amigas".
— ¡Qué alivio! No me quiero imaginar el rostro de la señora. Cada vez que pasaba el rato con Damián y me veía llegar, su rostro era de completo desprecio hacía mi persona.
— Tan típico, pero bueno. Tenemos que seguir avanzando y no darle importancia a esas pequeñas cosas.
Dejé que Thom siguiera hablando sobre la madre de Damián, mientras conducía. En su rostro se le puede notar, el terror al hablar sobre ella.
Desde los vidrios me percataba cómo la brisa golpeaba los grandes árboles, como el cielo se iba oscureciendo y las luces de la ciudad empezaban a aparecer. No puedo negar que me encantaría seguir viviendo aquí, pero mis expectativas son más grandes que este tranquilo pueblo.
Todos nos conocemos, desde el panadero hasta el cartero; y aunque las noticias llegan como pólvora. No cabe duda que es un paraíso lleno de bellezas para los turistas. Muy pocos saben de este precioso lugar, pero cuándo lo visitan quedan cautivados por su hermosa gente y los tratos que reciben.
Cristian vive casi a las afueras del pueblo, su familia es famosa por la carpintería. Sus manos están llenas de magia, hacen cosas increíbles. No cabe duda que son muy reconocidos por las personas que viven aquí; y ni hablar de su abuelo, es un genio de la arcilla. Un talentoso alfarero.
— Ya llegamos Thom.
— ¿Tan rápido?
— Estuviste hablando durante todo el recorrido sobre su madre.— Tomo mi mano y agarro mi cabello para colocarlo en frente de mi rostro.— Soy la reina malvada de blanca nieves, uhhh..
— ¡Auxilio! Qué alguien me saque de aquí, estoy viendo el infierno.— Se tira sobre el asiento de atrás, haciendo la posición de la princesa cuándo se comió la manzana.
— Exagerado, no soy tan aterradora.
— Mírate en el retrovisor.
Al voltear me comprobé lo que me estaba diciendo Thom.
— ¡Oh por dios! No me quiero ver así en la noche, tendré que guardar los espejos de mi casa.
— Siempre te recordaré Layla, recordaré nuestros bellos momentos.
— !No te mueras!
Dejándonos llevar por nuestro terrible teatro, no me percaté de la presencia de Cristián. Dónde lo único que hacía era dar leves golpecitos al vidrio que ni siquiera se escuchaban. Al parecer estábamos muy concentrados.
— ¡Cristian! ¿Cuánto tiempo estuviste observando nos?
— ¿Me puedo unir?— Colocó todo su cuerpo en la ventana.
Desactive el seguro del auto para que se sentara al frente del copiloto.
— Wow... tenemos a una persona desmayada entre nosotros.— Mira a Thom desde el asiento de atrás que todavía seguía con su actuación.— Con un beso mío despertará de su profundo sueño.