El precio de la corona

Cap. 2

Paseo tranquila por el jardín, detrás de mí llevo mi séquito, una serie de damas y a un pequeño ejército que me protege, aunque esté en mi propio castillo, así como varios criados.

Miro alto y por la ventana veo al bufón que tengo como esposo, a ese tirano que solo me mira las noches en que decide intentar crear descendía, la cual, para presión mía, todavía no ha llegado. Una parte de mí se alegra, me enferma pensar que crezca en mí algo que pertenezca a ese elefante panzón y con aspecto grotesco que tengo como esposo, pero por otra me entristece y alarma, todo a mi alrededor me presiona recordándome que mi misión es otorgar a Inglaterra un heredero. Madre manda cartas cada mes, recordándome la importancia de la alianza de nuestros reinos, la cual solo se hará posible al dar un heredero. Sé que peligro, que mi propia vida peligra si no lo consigo, pero no parece que nada surta efecto.

Mi esposo tiene amantes, sinceramente, no me importa mientras las tenga ocultas. Su favorita es su propia prima, una tal Catherine, la cual con la condición de ser de la realeza pasea por palacio, por lo que mi esposo la tiene cerca aunque mantenga las distancias cara al público. Lo que me aterra es que tenga un vástago antes que yo, si mi esposo lo decide podría significar mi muerte, no sería la primera reina que fallece en extrañas circunstancias por no dar un heredero al trono.

Me siento en uno de los bancos de piedra y comienzo a leer mi libro, en los once meses que llevo aquí es mi mayor entretenimiento, leer. El rey no me deja salir de los muros del palacio, por lo que mis días se basan en posar para pinturas, leer, pasear por los jardines, rezar y bordar, mi esposo no me deja hacer nada más.

El lugar donde he decidido sentarme es tranquilo, lleno de plantas aromáticas y flores de múltiples colores, entre las que destacan las rosas de diversos colores. Los setos están cortados creando formas geométricas, pero a lo lejos la vegetación es más irregular, más auténtica. Rodeando el lugar hay diversos estanques y riachuelos, por lo que desde donde estoy escucho el agua correr.

Uno de los sirvientes se acerca a mi zona del jardín, supongo que me querrá dar alguna noticia.

_ Su alteza, Sir Thomas de Howard, duque de Suffolk, ha llegado a palacio.

Escucho al sirviente anunciar a mi amigo y tras esto veo llegar a Thomas. Una sonrisa se me dibuja en el rostro y voy corriendo a él, al llegar a su lado le abrazo entre risas. Escucho los susurros de mis doncellas y me separo rápido de él, no puedo perder las formas de esa manera. Ambos nos tornamos serios y hacemos nuestras respectivas reverencias, para después volver a sonreír y pasear por los jardines.

Thomas se ha convertido en mi mejor amigo, aunque debo admitir que para mí es algo más, cada noche sueño con él y cuando mi esposo visita mis aposentos cierro los ojos e imagino que es él quien me toca y me posee, no el rey.

Mi amigo partió hace un mes aproximadamente de viaje para vigilar sus tierras, ver cómo prosperan sus negocios y conocer un poco más algunas ciudades del reino, es un hombre cultivado y por ello muy curioso, por lo que disfruta conociendo lugares y artes nuevas.

_ ¿A qué ha venido a palacio sir Thomas? -pregunto mientras avanzamos por los jardines-.

_ Su majestad me ha llamado para que le cuente todo lo visto en mi viaje y le aclare algunas dudas sobre el estado de las revueltas en las zonas que he visitado.

_ ¿Se va a quedar mucho?

_ Si a su majestad le place mi estancia se alargará durante varios días.

_ Por supuesto sir Thomas, espero que los criados hayan preparado una estancia de su agrado.

Thomas asiente agradeciendo mis palabras, yo dibujo un pequeña sonrisa que escondo para que solo la pueda ver él. Por dentro estoy feliz de pensar que va a estar varios días conmigo en palacio, que tendré alguien con quien conversar largas jornadas y que podré disfrutar de su compañía. Thomas suele pasar temporadas largas en palacio al ser uno de los asesores del rey, cargo que se ganó en su día gracias a su gran intelecto.

_ ¿Ha sido de su agrado el viaje? -pregunto con la espalda recta y la cabeza alta, mirando al frente y no a mi amigo, como debe hacer una buena reina-.

_ Ha sido muy placentero, tuve la suerte de conocer a personas muy interesantes, mis negocios fueron fructíferos y adquirí varias obras para mi colección literaria y pictórica, si lo desea en la cena le puedo enseñar los grabados de éstas para que se haga una idea de cómo son las pinturas. *

_ Por supuesto, sabe que soy una gran admiradora de las artes.

_ ¿Cómo ha estado estas semanas su majestad? -me pregunta en cuanto nos separamos un poco de todo el séquito-.

_ Deseando veros, este tiempo que ha estado fuera se me ha hecho eterno sir Thomas, extrañaba tener un amigo a mi lado.

_ Ahora que nadie nos puede escuchar, yo también le he extrañado su majestad.

_ Su compañía es lo único que alegra mi estancia en este país.

_ Inglaterra es un país hermoso, no debería de ser así.

_ No cuando estas encerrada en un palacio sin poder hacer nada que no sea pasear, bordar y rezar.

_ Tengo un regalo para vos, se lo he traído del viaje.

Sonrío y veo que a escondidas saca de la casaca un objeto, con disimulo lo cojo y veo un precioso libro, Romeo y Julieta, de William Shakespeare.

_ El bardo de Avón -sonrío-.

Recuerdo el día que llegué, hablamos de él y al día siguiente me trajo una de sus novelas, la lectura salvó mi cabeza de la locura, gracias a ello pude sobrellevar la tristeza por conocer en lo que se había convertido mi vida.

_ Sé que también es de su agrado mi majestad.

_ Gracias sir Thomas, lo leeré con entusiasmo, ¿de qué trata?

_ De dos amantes enamorados que tienen que ocultar su amor al resto del mundo.

_ ¿Acaba bien? -pregunto-, ¿su amor logra vencer?



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En el texto hay: historia, realeza, amor real

Editado: 18.12.2020

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