El precio de la corona

Cap. 5

Salgo del cuarto de mi esposo, los eclesiásticos acaban de salir también, están aquí porque el monarca está a punto de fallecer, llevamos una semana de vigilia rezando alrededor de su cama.

En la puerta me encuentro con mi sobrina, la cual tras una reverencia se sujeta a mi brazo y comenzamos a pasear.

_ Tía, ¿cómo se encuentra su esposo?

_ Igual, me temo que sólo Dios sabe cuanto le queda.

_ Lamentó mucho escuchar eso, esperemos que nuestro señor sea benévolo con su majestad y no cuente sus malos actos.

_ Por supuesto. Siento si estos días no he podido estar tan pendiente de ti como me gustaría, más cuando te queda tan poco para partir, pero entiende que la salud del rey ocupa todo mi tiempo.

_ No se preocupe, lo entiendo. Mi querida tía, antes de venir pasé por el convento en el que está recluida su madre, mi amada abuela.

_ ¿Pudiste hablar con ella?

_ Sí, tuve la suerte de descansar durante dos días en el convento y pasear con ella mientras charlábamos. Durante nuestra conversación hablamos de que han quedado varías celdas vacías, espera que se llenen con premura -me dice sonriendo-.

_ Gracias, querida.

_ Hizo especial hincapié en que te dijera que está deseando hablar con vos, y que cualquier duda o problema que puedas tener, ella siempre te apoyará y estará de tu parte, al igual que mi amado padre. 

_ Me gustaría que cuando partieras a vuestra tierra le entregaras una carta a vuestro padre, mi querido hermano.

_ Por supuesto, somos familia y las familias deben mantenerse unidas y apoyarse en cualquier situación, sea la que sea.

Veo como abre los ojos y  yo asiento, sé de sobra lo que me quiere decir, mi sobrina me está indicando que ante el fallecimiento de mi esposo van a estar de mi parte.

_ Su majestad -me dice un caballero de la corte-, los consejeros del rey desean hablar con usted.

Me despido de mi sobrina y voy a la reunión con las personas más cercanas a mi esposo, los cuales estarán temerosos ante el posible fallecimiento de éste y su descenso en la corte al poder hacer mi hijo un cambio en sus preferidos. Entro y veo a los dos debatir, se les nota nerviosos y preocupados, andando de un lugar a otro. Al verme ambos van a su lugar en la mesa y se esperan a que me siente para hacerlo ellos. 

_ Señores, me gustaría saber el motivo de esta reunión, ya que mi lugar ahora está en los pies del lecho de mi esposo orando por su mejora.

_ Mi señora, deberíamos hablar de las noticias que nos ha proporcionado el galeno de nuestro rey.

_ Yo misma he hablado con él esta mañana, ¿hay nuevas buenas?

_ Su majestad... el rey está siendo envenenado -me dicen los galenos reales, por lo que yo comienzo a ponerme nerviosa aunque lo disimulo-.

_ ¿Están seguros de lo que están diciendo? -pregunto regia y serena-.

_ Completamente su alteza, todos los síntomas indican envenenamiento.

_ ¿Hay remedio?

_ Lo estamos estudiando mi señora, hacemos todo lo posible para encontrar la cura.

_ Por favor, llamen a los caballeros más cercanos a su majestad, no solo sus preferidos, necesitamos a nuestros mejores hombres, debemos averiguar quién está envenenado a mi esposo.

Veo como Thomas entra y se sienta en frente de mí, junto a él llegan otros caballeros. Me levanto y comienzo a andar, en total hay veinte hombres en la sala.

_ Señores, su alteza, el rey de Inglaterra,  está siendo envenenado, tiene que ser alguien cercano a él, les suplico que lo investiguen y encuentren al culpable, debo saber quién es la persona que está envenenando a mi amado esposo y nuestro rey. Deberán registrar todas las alcobas, la persona que le ha envenenado debe ser de palacio.

Veo que Thomas me mira y abre los ojos con impresión, se ha dado cuenta de que he sido yo. Miro a  Tadea y Margarita, que están esperando a la puerta, ambas asienten disimuladamente y salen de la habitación tras de mí, saben de sobra lo que deben hacer.

Vuelvo a mi habitación para cambiarme, pero para mi sorpresa al entrar veo que Thomas se encuentra ahí, supongo que habrá cogido alguno de los atajos.

_ María, ¿te has vuelto loca?

Dice viniendo hacia mí cuando ve que he cerrado la puerta, se le nota nervioso y asustado, no para de frotarse el pelo y la cara con verdadero miedo.

_ No sé de lo que me hablas. 

_ Estás envenenando al rey, si te descubren te cortarán la cabeza.

_ No lo van a hacer.

_ ¿Qué has hecho con el veneno? -dice en un susurro, aunque estemos solos creo que tiene miedo de decirlo en voz alta-.

_ No te preocupes, Margarita y Tadea lo han puesto en las estancias de lady Katherine, han escondido las botellas que quedan entre sus ropajes y el resto entre sus deshechos.

_ ¿Estás loca? ¿Has involucrado a mi esposa en esto?

_ Thomas, sé que es una locura, pero teníamos que hacerlo, el pueblo está a punto de sublevarse, si eso pasa moriremos todos. Nuestro hijo va a ser un buen monarca, es astuto y bueno, va a saber llevar a su país a la riqueza de nuevo, solo necesita que le ayudes estos primeros años de reinado.

_ María, mi amor, ¿qué va a ser de ti y nuestra hija ahora?

_ Lo tenemos todo pensado, lo siento por no contártelo antes, pero necesitábamos que lo desconocieras por si nos cogían que a ti no te repercutiera. Nuestro hijo se va a convertir en rey de Inglaterra y tú podrás asesorarle, no hay nadie mejor para hacerlo.

_ ¿Pero qué será de ti? 

_ Después de que Henry llegue al trono yo iré con mi madre al convento, es lo que hacen todas las mujeres de mi familia, ya hemos hablado con ella.

_ Si vas al convento no volveremos a vernos jamás, María, por favor, no hagas eso.

_ No voy a ingresar, mi madre me encubrirá, por la noche Margarita y Tadea me llevarán a tu castillo de Suffolk, ahí nadie tiene por qué reconocerme.



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En el texto hay: historia, realeza, amor real

Editado: 18.12.2020

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