El precio de la libertad

Vidas Bajo Poder

Caminamos un par de minutos más hasta que era momento de que Emilio me dejara en mi casa, debía "ayudar" a mi mamá en los preparativos parala cena que habría más tarde, una cena entre políticos y sus familias.

Me despedí de la familia Romo y, junto a Emilio, subí al auto. Di un pequeño suspiro y él lo noto, pero solo me vio de reojo.

— Iss, esta noche necesito que te prepares, no te puedo salvar siempre.

Emilio me miró con esos ojos color miel. Su mirada duró unos segundos frente a mi, pero se veía preocupado en cierto punto.

— Lo haré, no te preocupes por eso.

Él manejo hasta mi casa sin decir nada más. Al llegar, simplemente baje y entré. No había nadie y eso me pareció raro.

— ¿Mamá, papá?

Al no escuchar respuesta, simplemente subí hasta mi habitación. Dejé mi bolso en la cama y, al ver mi tocador, solo pude encontrar una pequeña nota:

Isabel, tu papá y yo iremos a comprar lo que falta, no queremos interrumpir tu desayuno con la familia Romo. Por cierto, tu hermano irá con nosotros y también te compre un vestido, esta en tu armario.

Att: Mamá

Deje la nota nuevamente en su lugar y fui al armario. El vestido estaba colgado, era hermoso. Era de seda azul marino, con un corte recto hasta la rodilla, mangas cortas y cuello ligeramente redondo. No tenía adornos llamativos, únicamente un cinturón delgado que fácilmente marcaría mi cintura.

— Es lindo pero, por suerte, solo lo usaré unas horas.

Decidí dejarlo sobre la cama y seguir mi rutina. Faltaba mucho para la hora de la cena, así que tenía tiempo.

***

Había llegado el momento: debía arreglarme para esa tan esperadas cena.

Ya me había duchado, solo quedaba maquillarme y vestirme. No tardé mucho en hacerlo y, al colocarme el vestido, fue una sensación extraña, como estar en una piel ajena, una que no me pertenecía.

— Este no es mi mundo...

Susurre para mí misma. Sentía que me quedaba pesado y, al colocarme los tacones preparados, fue como si tampoco pudiera llegar a la altura de ese vestido elegante y con significado.

Me miré una vez más antes de salir. Sabía que esa no era yo, no quería ir a esa cena ni estar rodeada de personas que solo sabían tomar decisiones corruptas y juzgar a los demás. Pero, lamentablemente, ese era mi mundo desde antes de nacer.

Trague saliva y me coloqué por último el collar que Emilio me regaló para mi cumpleaños. Tomé mi bolso y finalmente salí de la habitación, el único lugar podía respirar aire sano.

Todos estaban en el auto esperando, así que, al llegar, lo primero que hizo mi padre fue empezar a manejar, sin siquiera verme.

— Te miras bien.

Dijo mi hermano, Alejandro. Solo le di una sonrisa. Sabía que ese traje tan elegante que él llevaba era algo que fácilmente no usaría, pero ninguno de los dos tenía opción.

No nos llevo tanto tiempo llegar. El lugar era completamente grande, un salón con una mesa enorme y colores neutros. Todos tenían sus "grupos", todos con una copa de champaña en mano.

Al entrar, rápidamente mis padres se juntaron con las personas de más alto rango. Alejandro y yo solo escuchábamos hasta que apareció Emilio.

— Iss, te miras muy bien hoy.

Él extendió su mano, sonreí y la tomé. No quería dejar a mi hermano solo, pero él definitivamente no tragaba a Emilio.

Fuimos a una parte del salón que estaba llena de cuadros. Eran pinturas hermosas, con tanto significado que podría quedarme ahí toda la noche observando y analizando.

— ¿Como sabias que me gustaría este lugar?

Dije mirando a Emilio. Había algo en él que me gustaba: su forma de recordar cada cosa que le dijera que me gustaba. Él siempre me decía que solo lo hacía con personas que consideraba "importantes".

— Siempre te han gustado este tipo de cosas. Sé cuanto te gusta analizar cada detalle, cuánto significado puede tener o cuál es su propósito. Hemos estado juntos durante dos años, quizá no es real pero... ya sabes.

Él volvió la vista a los cuadros. Yo lo miraba a él. No sentía nada por Emilio, pero aveces no sabía que pensar: si en algún momento se volvería real o si esto lo hacía por mantener una imagen. Todos sabían que éramos pareja y esperaban que duraramos hasta el matrimonio.

No tardamos más de diez minutos ahí. Todos habían empezado a reunirse y a sentarse, así que ese momento incómodo había llegado. Quería salir corriendo, pero ese vestido y esos tacones me detenian de una forma inexplicable.

La mesa larga ya estaba lista, adorada por candelabros y manteles finos. Los sirvientes pasaban con copas de vino, y los asientos estaban distribuidos estratégicamente: los hombres al frente, sus mujeres al costado y los jóvenes "herederos" junto a sus padres.

Solo tenía a mi madre y a Emilio a mi lado. Estaba apunto de decirle algo a él cuando su padre, Daniel Romo, se levantó y con ese habitual tono autoritario dijo las primeras palabras:

— Queridos amigos, es un honor tenerlos esta noche en nuestra mesa. Sé que cada uno aquí carga con responsabilidades importantes, y es precisamente en estas reuniones donde se siembra el futuro de nuestro país.

Al final, se escucharon aplausos suaves, aprobaciones, y enseguida empezaron los brindis. Cada patriarca alzó su copa con frases ceremoniosas, casi vacías, sobre la unidad, la traición y el poder.

Emilio daba sonrisas falsas, lo podía notar. Yo me reserve a decirle algo; tampoco era buena en fingir. Todos hablaban de lo mismo, nada nuevo: un desfile de egos, un ritual de poder.

Entre brindis y frases con gran peso político, empezaron a servir el primer plato.

Todos habían empezado a comer; era un platillo sencillo pero delicioso, si era honesta.

Por la música baja y el murmullo de los meseros, se escuchaban claramente las voces en la mesa.

— Este año las elecciones serán un espectáculo. Lo que importa es saber quién tiene los bolsillos más llenos.




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