El precio de la libertad

Ojos color miel

Observe como Marcela curaba a su hijo: le susurraba cosas que, por los gestos de Emilio, sabía que no eran nada positivas.

Emilio me veía; sus ojos color miel, su cabello chocolate desordenado, y sus manos todavía sostenían la corbata con manchas de sangre.

— Tienes que aprender a defenderte, Emilio. Sabes que tu padre te lo dirá en casa también.

Marcela termino de curarlo y se fue, dejándome a mi con él. Emilio solo negó con la cabeza; veía como su enojo lo consumía, pero no soltaba ninguna palabra.

— Supongo que a la próxima sabrás que hacer.

Dije, intentando que el silencio no se apoderara de nosotros.

— No quiero una próxima vez. Los golpes no son lo mio... Pero si me encontrara a ese chico, le enseñaría que no solo soy el hijo de un político.

Suspire. Sabía que él también había vivido bajo la sombra de su padre; todos esperaban que Emilio se convirtiera en algo más, que superará a su papá, pero él aveces parecía no querer hacerlo.

Ambos decidimos irnos después. La protesta ya había terminado hacia unos minutos; las mujeres atendían a sus esposos golpeados o acomodaban los trajes desordenados, y sus hijas veían a sus novios, intentando bajarles los humos.

Busque a mi familia entre toda la gente, hasta que sentí una mano fría en mi hombro: era Alejandro.

— Isabel, nos tenemos que ir ya. Mi papá está demasiado estresado y también con ligeros rasguños.

Ambos caminamos hacia el auto. Mi papá estaba ahí, y a su lado, mi mamá; ella solo lo reprendia una y otra vez.

Alejandro y yo solo nos veíamos mientras nuestros papás discutían de camino a casa. Mi mamá estaba molesta por como mi padre se había metido, y él, molesto por haberse dejado "ganar" por un segundo.

Sentí que el camino fue eterno, así que al llegar a casa y a mi habitación solo decidí dormir. Quería olvidar esa noche, pero no ese nombre: Gabriel. Ese nombre seguía sonando en mi mente a pesar de esa cena turbulenta.

***

Estaba lista para mi primer día de universidad. Emilio pasaría por mi como siempre lo hacía, así que solo tenía que esperar el sonido de su auto.

Y ese sonido no tardó en sonar. Me despedí de mis padres y salí; al subir, todavía pude notar su herida, pero me negué a decir algo.

Él manejo en silencio; tampoco quise decir nada. Creía que quizá seguía pensando en lo de anoche y que todavía tenía ese demonio atado en su interior.

Al llegar y bajarnos, tomó mi mano antes de irme a la primera clase. Estábamos acostumbrados a recibir clases juntos, siempre lo habíamos hecho de alguna forma, pero obviamente esta vez fue diferente.

— Sí alguien decide molestarte por tu forma absurda de trabarte cuando estas nerviosa o por tu termo de colores, solo defiéndete o llamame. Espero te vaya bien.

Me miro con esa cara seria, aunque me sentí como una niña pequeña en ese momento. Solo asentí y sonreí; sabía que en sus palabras había algo de buena intención después de todo.

— Gracias, lo haré. Espero tú también tengas un buen día.

Entre a mi clase y él se fue a la suya. Suspire y me senté junto a una chica que tenía ese mismo porte serio de Emilio; creo que ni siquiera me notaría, pero lo hizo.

— Hola, ¡mucho gusto! Soy Serena Ferrera.

Me sonrió y también le sonreí, mientras ella hablaba. Note como acomodaba un mechón de su cabello rojizo o cómo sus pestañas, tan largas, hacían resaltar sus ojos azules. Tan poco común, pero tan hermosa.

— ¡Mucho gusto! Soy Isabel Márquez.

Dije, aun manteniendo la sonrisa. Ella me observó por un momento sin decir nada, y eso me puso algo nerviosa. Pensé que quizá había escuchado algo que no fuera nada bueno de mi o mi familia.

— ¿Tu no eres la novia de Emilio Romo? Ese chico que fue golpeado por Gabriel, ese otro chico... no le teme a nada.

De nuevo ese nombre: Gabriel. ¿Quien era? No lo sabía, pero deseaba tanto hacerlo. Reaccione segundos después a su etiqueta de "novia de Emilio Romo". Estaba tan acostumbrada que no fue sorpresa.

— Sí... Soy su novia. ¿Quien es Gabriel?

Pregunte; había algo en él que llamaba mi atención de alguna forma. Ya sabía que era, pero no exactamente quién era.

— Gabriel Luna es un chico que estudia periodismo en esta misma universidad, pero en su tiempo libre apoya protestas contra los corruptos o movimientos que no traen nada positivo al pueblo. Así es él. No me sorprende que haya golpeado a tu novio o haya enfrentado a Daniel Romo; cualquiera le hubiera tenido miedo, pero Gabriel no tiene miedos.

Al escuchar todo eso sobre él, me quede sin palabras. Era todo lo contrario a lo que yo había conocido; era todo lo que yo pensé que definitivamente no conocería.

— Oye, pero tu novio también tiene lo suyo.

Ella simplemente rio y justo empezó la clase. La mire de reojo y conteste sin pensarlo mucho.

— Lo bueno es que es mi novio

Dije sin esperar una respuesta, y en efecto, no hubo una. La chica simplemente alzó las cejas y siguió escuchando al profesor, igual que yo.

Esa mañana fue algo tranquila, y el resto del día también. Había disfrutado bastante mi primer día, a decir verdad.

Al finalizar mi última clase, pude ver a Emilio esperarme en la puerta. Tomé mis cosas y me acerque a él.

— ¿Como te fue hoy?

Pregunte; no sabía que tipo de respuesta recibiría, pero no me importaba demasiado.

— Me fue bien, pero estudiar Derecho es más difícil de lo que mi papá suele decir.

Él tomo mis cosas mientras hablaba y las llevo. Mi única tarea después de eso fue ir tomada de su mano, como una pareja real.

Llegamos al estacionamiento; había muchas personas ahí. Algunas veían con desprecio a Emilio, otras con admiración.

Mientras él subía mis cosas y después las suyas, pude reconocer al chico de anoche: Gabriel Luna. Al menos ahora también tenía su apellido.

— ¿Ese no es el chico de anoche? Gabriel, creo que—




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