Finalmente llego ese día; honestamente, me interesaba ir, aunque no bajo las mejores circunstancias.
Emilio paso por mi, como de costumbre. No hablo, y yo tampoco quise hacerlo. Él seguía enojado, y no podía negar que yo también.
Al llegar, simplemente entramos. El aula olía a humedad y a tiza; por suerte, las ventanas estaban abiertas.
Habíamos llegado puntuales. Yo llevaba una libreta y, por suerte, unos tenis cómodos. Emilio llevaba una pequeña mochila y también tenis; rara vez usaba unos, pero supongo que por comodidad lo hizo.
Buscamos un lugar para sentarnos juntos, y nuevamente lo vi: Gabriel, sentado en el fondo, escribiendo algo en su libreta.
Emilio y yo nos sentamos cerca de él, para no tener que hacer mucho esfuerzo en caso de que tuviéramos que formar grupos o algo así.
— Creí que los de su círculo no participaban en estas cosas.
— Los de mi carrera si lo hacemos.
Conteste, sin pensar demasiado.
— Ah claro. Psicología... intentan arreglar lo que la política rompe, ¿no?
Apreté la libreta por un momento. No sabía si responder, y por un instante Emilio estuvo a punto de hacerlo; a punto de defenderme nuevamente.
— Buenos días a todos.
Era la profesora encargada. Explico que trabajaríamos en grupo pequeños para analizar problemas sociales y proponer soluciones reales. Intente mirar al frente, pero sentía la mirada de Gabriel clavada en mi.
Él destino, o tal vez la cruel ironía, decidió que trabajaríamos de nuevo los tres; éramos un equipo de nuevo.
— Ustedes tres trabajarán sobre el tema "Ética y medios de comunicación".
La profesora se alejo después de decirlo, sin decir absolutamente nada más.
Mire a Emilio, que parpadeo un par de veces y, rápidamente, su tono de voz cambió.
— Tiene que ser una broma.
— No lo es.
Respondió Gabriel, con calma.
— Prometo no golpear a nadie está vez.
— Solo si sabes comportarte.
— Depende de quien empiece primero.
Interviene en ese momento; si ellos dos seguían, probablemente nos llamarían la atención, o algo peor.
— ¿podemos enfocarnos en el trabajo de una vez?
Los tres finalmente empezamos a hacer algo que no fuera discutir, aunque, claro, eso no duró mucho.
— ¿Tu crees en eso?
Preguntó Gabriel mientras yo seguía hojeando los documentos que nos habían dado, entre lo que Emilio escribía con rigidez.
— ¿En que?
Conteste segundos después, llevando mi mirada a él.
— En que la ética pueda sobrevivir entre la prensa y la política.
Lo pensé por un momento. Por primera vez, dije algo sobre ello sin trabarme; fue corto, claro, pero seguía sin estar acostumbrada.
— Creo que la gente necesita creer que si.
— Entonces eres idealista.
— No. Por un momento en mi vida, quiero pensar que no todo está perdido.
Gabriel siguió viéndome, sin apartarla, y contesto con ironía.
— Eso es lo más peligroso que puede pensar alguien en este país.
En ese momento me quede muda; sabía que, entre más respondiera, una réplica más confrontante me daría.
Seguimos haciendo nuestras cosas, apuntando y viendo que más información podíamos recopilar. Emilio estaba callado; lo sentía extraño. Normalmente ya habría dicho algo, o hecho algún comentario fuera de lugar, alguna mirada rara... pero simplemente estaba ahí, como una estatua.
— No todos tenemos el lujo de hablar así, ¿sabes?
Emilio finalmente levantó la mirada. No me veía a mi, veía a Gabriel, con un tono lo suficientemente alto como para que él escuchara.
— Y ese es justo el problema.
Gabriel se encogió de hombros y siguió escribiendo. Solo veía como Emilio apretaba su bolígrafo, conteniendose una vez más.
Trague saliva y seguí buscando información. Quise decir algo, pero sabía que quizá lo arruinaría como la última vez. A veces era mejor reservar algunos comentarios.
Cuando menos lo sentí, Gabriel estaba inclinado hacia mi, lo suficientemente cerca como para ponerme algo nerviosa. Y supongo que él lo había notado.
— No te asustes de pensar lo que otros no se atreven.
Mi siquiera conteste. Seguí haciendo lo mío, aunque aveces lo veía de reojo. Solo sonreía al verme, o hacia algún gesto qué no sabía cómo interpretar. No entendía cual era su propósito, aparte de querer bajar de "la nube" a Emilio.
***
Esa tarde todos se estaban yendo, solo habíamos quedado nosotros. Arreglaba mis cosas y también las de Emilio, ya que él estaba ocupado junto a Gabriel guardando hojas o recogiendo trozos de basura.
— Vámonos.
Emilio tomó mi mano y mi bolso. Ni siquiera me dejó despedirme, aunque internamente si quería hacerlo.
Él camino a casa fue silencioso. Emilio no decía nada, y cuando yo quería hablar lo pensaba demasiado. Solo lo veía apretar el volante y mirar hacia adelante.
Mire por la ventana, intentando distraerme con los letreros o el paisaje. Pero esa frase "no te asustes de pensar lo que otros no se atreven" no dejaba de sonar en mi cabeza. ¿Por qué pensaba tanto en Gabriel? Había algo en él que me llamaba la atención, pero tenerlo cerca era... extraño.
— No deberías dejar que te hable así.
Finalmente escuche la voz de Emilio. Me gire hacia él, y él hacia mi. Nos vimos unos segundos antes de que hablara.
— ¿Así como?
— Como si te conociera. Como si supiera quien eres o lo que piensas.
No sabía que decirle. Independientemente de lo que respondiera, él tendría una contestación lista en la punta de la lengua.
— Solo hablamos. Era parte del trabajo.
— Claro, parte del trabajo...
Apartó su mirada de mi y siguió manejando. Tenso la mandíbula y se negó a verme. Había algo definitivamente mal, pero odiaba no saber que era.
— No todos los que te escuchan lo hacen por interés político, Emilio.
No pensé demasiado al decirlo, y tampoco me arrepentí, pero pude sentir como me miró: entre sorpresa y decepción.