Riven se sentó en el borde de la cama, sintiendo aún el ardor del veneno en su cuerpo. La mujer de la Hermandad de la Noche se cruzó de brazos y lo miró con paciencia.
—Un trabajo, ¿eh? —Riven rodó los hombros, probando su movilidad—. ¿Qué clase de trabajo?
—Uno peligroso, pero bien pagado —respondió ella—. Una criatura ha estado masacrando aldeas en las montañas del este. Los nuestros la han rastreado, pero es astuta. Necesitamos a alguien con tu experiencia para acabar con ella.
Riven meditó la oferta. No confiaba en estos cazadores, pero la paga podría ser generosa. Y, más importante, un trabajo de esa magnitud significaba enfrentarse a un enemigo digno.
—¿Qué clase de criatura? —preguntó, entrecerrando los ojos.
La mujer vaciló un instante antes de responder.
—No estamos seguros. No deja rastros normales y no se comporta como un depredador común. Pero sabemos que es grande, fuerte… y no caza por necesidad, sino por placer.
Riven sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había conocido muchas bestias sanguinarias en su vida, pero pocas mataban por el simple deseo de hacerlo.
—Muy bien —dijo finalmente—. Lo haré… pero a mi manera.
La mujer sonrió con satisfacción.
—Eso esperaba oír. Partimos al amanecer.
Editado: 21.03.2025